Profesor de Derecho Penal de la Usal
Desde que ETA anunció el final de la lucha armada en el mes de octubre de 2011, la convivencia pacífica de la sociedad española estaba prácticamente garantizada. Es cierto que esos años de finales de la primera década del S XXI y comienzos de la segunda fueron difíciles por la crisis económica, que tuvo una repercusión mayor en España que en el resto de los grandes países de la zona Euro, aunque disfrutábamos de una paz pública propia de los países más cohesionados y avanzados.
Pero llegaron al poder los políticos más incompetentes de la historia democrática española (tanto en el gobierno central como en el autonómico catalán) y sembraron fuertes discordias, que ahora, 6 años más tarde, están generando los enfrentamientos sociales más virulentos desde la contienda del 36. Y eso que Artur Más, antes de ser elegido presidente de la Generalitat manifestó que nunca iniciaría un proceso rápido de independencia que "dividiera al país por la mitad". Posteriormente, con la convocatoria ilegal del primer referéndum de 2014, se inició la deriva secesionista que desde el gobierno de Rajoy no se supo resolver; es más, ni siquiera se intentó dialogar, llegar a acuerdos ni consensuar nada, porque siempre ha sido un diálogo de sordos. A esa estúpida insensatez del gobierno de Más y posteriormente de Puigdemont le ha contrarrestado la inacción política por parte del gobierno de Rajoy. Trasladándolo al campo de la medicina, aquéllos síntomas de resfriado no se combatieron con unas pequeñas dosis de paracetamol, ibuprofeno o ácido acetilsalicílico y se ha convertido en una neumonía que puede terminar con la vida del enfermo.
El comportamiento político de ambas instituciones (Estado y Generalitat) resulta incomprensible, máxime en un país como el nuestro con un pasado plagado de sufrimientos provocados por graves enfrentamientos fratricidas. Resulta desesperante pensar que no hemos aprendido de nuestros propios errores y hemos vuelto a tropezar en la misma piedra que ha quebrado sistemáticamente la maquinaria del vehículo que nos conduce hacia una sociedad libre, pluralista, avanzada y solidaria. Y repito, en este fango social fratricida nos han metido nuestros gobernantes. Parece que a ambas partes les interesa esta diatriba para que otras miserias en las que están inmersos no salgan a flote. Incluso da la impresión que están buscando el indulto social de sus presuntos comportamientos delictivos: los gobernantes catalanes para librarse de los casos del 3 %, Banca Catalana o las corruptelas de la familia Pujol y los del estado para que la sociedad los indulte por la Gürtel, el caso Bárcenas, la Púnica, la Caja B o la presunta financiación ilegal del PP. Mientras se habla del despropósito catalán no se habla de otra cosa.
Los acontecimientos de los últimos días al calor del fragor independentista, de una parte y reaccionario, de otra, están siendo muy preocupantes y realmente dan miedo. Ejemplos tenemos en abundancia. Hace unos días, por un lado, unos energúmenos independentistas provocaron múltiples disturbios como respuesta al registro de las fuerzas de seguridad del estado en algunas instituciones catalanas, han amenazado a alcaldes que no van a colaborar en la celebración del referéndum ilegal y han causado daños en algunos establecimientos comerciales, como el negocio que regentan los padres del político Albert Rivera. Por el otro lado, también energúmenos radicales (lo más grave es que iban enfundados en banderas españolas, que nos representan a todos, no sólo a ellos) intentaron boicotear, mediante una protesta ilegal, un acto de Podemos en Zaragoza sobre Cataluña, agrediendo con un botellazo a la presidente de las Cortes de Aragón y gritando "asesinos, traidores y separatistas". Lo más relevante es que entre los participantes en la protesta había algún miembro de la ejecutiva del PP de Zaragoza. Esto es muy grave, pero lo es aún más que desde esta organización política no se hayan condenado los hechos ni hayan actuado contra ese representante del PP. ¿Por qué no se habla ahora de incitación al odio, hostilidad o violencia contra un grupo o una serie de personas como se ha hecho en otras ocasiones?
No parece tan lejano aquél alegato del jefe de la Legión, Millan Astray, el 12 de octubre de 1936 en el Paraninfo de la universidad de Salamanca, en presencia del rector Unamuno, cuando dijo que "Cataluña y las Vascongadas son cánceres en el cuerpo de la nación. El fascismo que es el sanador de España, sabrá cómo exterminarlos, cortando en carne viva, como un decidido cirujano libre de falsos sentimentalismos". ¡Ay si Unamuno levantara la cabeza!
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