Con motivo del supuesto referéndum soberanista catalán del 1 de octubre, reproduzco la columna que publiqué en este periódico el 13 de octubre de 2014 ante el primer referéndum.
Aunque en nombre de la paz y de la convivencia quisiésemos apartar de nuestras vidas a los resentidos, ésos que en los últimos doscientos años han aprovechado las crisis políticas y económicas españolas para medrar con sus mezquindades (sin importarles abocar al país a una permanente desestabilización, en la que ellos han obtenido enjundiosos beneficios), y tuviéramos la tentación de desprendernos para siempre de tan desleales compañeros de viaje, no podemos permitírnoslo.
Y no porque compartamos un pasado común de más de 500 años; ni porque hayan abusado hasta el escándalo de la permisividad política, conseguida al apoyar a gobiernos centrales en minoría; ni porque daríamos por buena la manipulación que unos desaprensivos han hecho de la Historia; ni porque el resto de España haya servido como suministrador de sudor y de mercado para que ellos consolidaran su tejido comercial e industrial; ni porque su independencia serviría de ejemplo a otros territorios de esta dolorida España; ni por la catástrofe demográfica que provocarían los trasvases de población; ni porque su economía esté íntimamente unida a la del resto del país; ni porque haríamos de la Ley que nos hemos dado entre todos un insignificante papel mojado. Sino porque su independencia sólo apaciguaría a la voraz oligarquía catalana el tiempo que durase la euforia por la "victoria". Pasados esos años (¿los cuarenta que pronosticó Espartero?), el depredador y expansionista nacionalismo catalán necesitaría nuevas tierras que "liberar". Ahí están esperando su turno las islas Baleares, la Comunidad Valenciana, Andorra, Cerdeña, el Rosellón y la Cerdaña.
La táctica la tienen depurada; en nombre del nacionalismo, rescribirán la Historia con falacias, sobornarán a las élites, corromperán a las masas con engaños, comprarán voluntades con prebendas insolidarias, engañarán a los ilusos y se apropiarán de la calle con prácticas fascistas. Entonces, aprovechando la debilidad de los demás, el estado catalán se erigirá en libertador de los pueblos oprimidos que sojuzgan las tiránicas España, Francia e Italia.
Con la proclamación de Cataluña como estado independiente, los nacionalistas catalanes plantearían un nuevo enfrentamiento; la lucha de un estado contra otro por liberar unos territorios que conquistó y colonizó el reino de Aragón hace más de siete siglos. ¿Les parece un dislate? Pues el pasado 30 de diciembre tuvo lugar en Palma de Mallorca una manifestación para conmemorar la entrada en la capital balear hace 784 años del rey de la Corona de Aragón, Jaime I, bajo el lema: "Els Països catalans decidim: autodeterminació." Hubo gritos de: "Visca la terra lliure" y "Fora les forçes d´ocupació."
No podemos dejar ese futuro a nuestros hijos. No podemos permitírnoslo.
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