Parece que algún gran artista -¿Dios?- hubiera dibujado en el inabarcable papel del cielo esa silueta de la montaña sagrada. Porque siempre sus trazos son esenciales y hermosos. Como ocurre aquí, en esta elevación ofrecida a las alturas, a esos azules c
esencial. Pues ningún gran artista suele detenerse jamás en lo accesorio. Es la mejor belleza.