El título es un viejo dicho que da a entender que lo que se está haciendo no responde a la gravedad de lo que está pasando. Y esta situación tan contradictoria debe ser frecuente porque el dicho popular, entre el asombro y la protesta, da título a no sé cuántas cosas de por ahí, como artículos, libros, concursos, series? Parece que da en el clavo, al menos en algún clavo. Veamos algunos ejemplos ante el curso que comienza.
Uno puede ser el de las dos Universidades, la estatal y la de la Iglesia. Hace bien poco se publicaba el Ranking QS de Quacquarelli Symonds con la lista de casi mil universidades de todo el mundo y la primera universidad española que aparece es la Autónoma de Madrid en el puesto 187; la Civil de Salamanca, que va perdiendo puestos cada año, está en el 551, a pesar del "arreglo" estadístico que nuestro Rector intentaba en el discurso ante los Reyes, pero reconociendo que "nuestro modelo de universidad está agotado"; alguien debería ponerse en contacto con las universidades de Yonsei o la SKKU, las dos de Corea del Sur, que ocupan buenos puestos y quizás nos presten alguna idea de cómo gestionar una universidad de calidad y hasta de prestigio; la Pontificia podría preguntar a sus homólogas de Lovaina o de Chile, con muy buen puesto las dos, para ver cómo gestionan la cosa, por si dan ideas? Me sorprende que no he logrado localizar a la Pontificia en el Ranking QS ni siquiera en el U Ranking. Extraño?. Y sospechoso.
El que no sabe o no puede, pregunta. Es la primera ley para emergencias. Y no hacerlo con la que está cayendo un curso y otro, parece excesiva dejación?
Otro comienzo de curso se da en todo el sistema de primaria, secundaria y bachillerato, incluidos los tres ciclos de la FP. Desde la ley Moyano por el 1885, pasando por la de Villar Palasí, allá por el año 70, por la LOGSE de 1990, por la LOE de 2006 y por la LOMCE de 2013, se han sucedido intentos de reforma de uno y otro signo sin apenas variaciones en el pobre resultado real. Cuesta creer, como pasa con el ranking de las universidades, que andemos en tan bajos niveles, pero las estadísticas, aunque discutamos el modo de hacerlas, son mostrencas e irrefutables. Especialmente dramáticos son nuestros resultados en secundaria, muy lejos de los que tienen todos los países de nuestro entorno y allegados.
Debiera haber una movilización general ? familias, padres, abuelos, empresas y direcciones de colegios e institutos, jóvenes, adolescentes, niños y hasta infantes, Iglesias, Instituciones sociales, concejales implicados, Asociaciones culturales, consejerías autonómicas? hasta Delegados del Gobierno si cabe - que rodeara a políticos y altos gestores y les obligara a no comer ni beber ni cobrar hasta arreglar rápidamente el desaguisado con los remedios urgentes y extremos que fueran necesarios? Y que no lo hagan ?hagamos- unos y otros con la que está cayendo un curso y otro, parece excesiva dejación?
Me refiero también, con todos los respetos como en los dos casos anteriores, al comienzo de curso en nuestra diócesis, a todos los niveles, desde grupos, movimientos, asociaciones, delegaciones y servicios, hasta y sobre todo la diócesis como institución primera. Y parece que aquí sucede más de lo mismo o parecido.
No hace falta explicar más lo que ve cualquiera. En estos últimos años los cambios de la población, infantil, joven y adulta, en cuanto a sus actitudes y hábitos religiosos son muy fuertes y estadísticamente casi clamorosos. Basta con observar los niveles de asistencia a los actos religiosos y la edad de los que asisten, o con las estadísticas de las bodas celebradas según la Iglesia, o el número de Primeras comuniones o Confirmaciones... No son los datos estadísticos los decisivos para una evaluación en profundidad, pero dicen lo suficiente. Y bastarían para que la alarma, que lleva sonando cursos y cursos, surtiera efecto y se imaginaran, se acordaran y se afrontaran respuestas adecuadas.
Es cierto que al comenzar cada curso cada espacio pastoral, reducido o amplio, hace su programa y se propone sus pasos y sus medidas a la vista de su realidad y de sus posibilidades. Es cierto y soy testigo, pero cada uno lo hace a su aire y a su modo, sin visiones contrastadas y pasos consensuados, y en general a la baja, como si se quisiera salvar los muebles. Y así, está demostrado, se llega cerca y mal, para volver a comenzar el curso siguiente con más de lo mismo o peor, porque esa rutina pasa su factura. Que el nuevo curso sea más de lo mismo, o menos, con la que está cayendo, parece excesiva dejación?
Pero habría todavía tiempo para darle la vuelta a las actitudes y a la situación: cada participante en cualquier acción o programa o cada invitado a participar tendrá que poner su parte de juicio y de luz, de implicación personal y de compromiso diocesano. Al final el secreto mayor y más decisivo no está en programas y medios sino en las personas y en su capacidad de pasión y de ardor misionero. En eso estamos de acuerdo, supongo. Eso sí, con un liderazgo claro.
Son tres ejemplos para ilustrar el viejo dicho. Y, claro, luego hay no poca gente, en cualquiera de estos tres ejemplos y en cualesquiera que se quieran poner, que acude también a dichos populares y lo disculpa todo aduciendo que siempre que ha llovido ha escampado, o que Dios proveerá?, con lo que ¡no problem!, porque todo pasa y todo sigue igual. Pues no, ni pasa, ni queda, ni da igual. Y hay problema y tiene que haber solución por parte de aquellos a quienes más corresponda. No hay otra opción, con la que está cayendo?
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