Ícaro se le conoce como el inventor del trabajo en madera. Hijo de Dédalo, genio de la antigüedad que le mostró a Ariadna cómo Teseo podía encontrar el camino en el laberinto de Minos, donde se encontraba el Minotauro (monstruo con cuerpo de hombre y cabeza de toro).
Con esta ayuda, Teseo fue capaz de matar al Minotauro, por lo que el rey Minos y padre del monstruo, muy molesto encerró a Dédalo con su hijo en el laberinto.
Con la intensión de huir, Dédalo fabricó unas alas para él y su hijo. Las adhirió con cera a los hombros de Ícaro y luego en los suyos e iniciaron el vuelo que los llevaría a la libertad. El padre había advertido a su joven e imprudente hijo que no volara demasiado alto ni demasiado bajo.
No obstante las advertencias de su padre no fueron escuchadas por Ícaro fascinado ante lo maravilloso de poder volar, Dédalo no pudo impedirlo. Además, Ícaro se sintió dueño del mundo y quiso volar más alto. Se acercó demasiado al sol, y el calor derritió la cera que sostenía sus alas, por lo que las perdió por testarudo e imprudente. El temerario joven acabó precipitándose en el mar, donde murió.
Desde entonces ese mar es conocido como El Mar de Icaria.
En otras versiones donde se elimina el elemento fantasioso, se cuenta como Dédalo había matado a su sobrino Talo, por lo que había tenido que huir de Atenas. Ícaro, igualmente desterrado había ido en busca de su padre, pero naufragó en las aguas de Samos, por lo que el mar recibió un nombre derivado del suyo.
También se dice que Ícaro y su padre habían huido de Creta en dos barcos de vela inventados por Dédalo, pero el joven no supo dominar las velas y naufragó, o más bien cuando llegó a la isla de Icaria, se lanzó torpemente hacia tierra y se ahogó.
Incluso por mucho tiempo se mostraba una supuesta tumba de Ícaro en un cabo del mar Egeo, al igual que se decía que en las islas de Ámbar había dos columnas que Dédalo había levantado una en honor a su hijo y otra en nombre a él mismo. Asimismo, se decía que Dédalo había representado en una escultura el triste destino de su hijo en las puertas el templo de Cumas, dedicado a Apolo.
ENSEÑANZA
Muchas veces al sentir fama nos creemos dioses OLVIDAMOS nuestra condición humana, deseamos volar por encima de los "otros" la sociedad, pilar nos ayudó y ayuda a crecer con basamento profundo y desinterados la condenamos al olvido, volviendonos orgullosos y distantes hacia el compañero, vemos la paja y olvidamos la viga. Y la sensibilidad que decimos tener...¿Donde la ocultamos?
A veces como Ícaro nos ciega la efímera fama, nos tatua la soberbia, los pies que camnaron un lejano día en busca de ayuda hoy , no nos dejan distinguir el peligro cercano, el rumor de la cantarina agua ensordece los oídos, la claridad del amanecer veraniego ciega los ojos.
Si algo es cierto? es qué el mismo mundo más pronto o más tarde, se encarga de mostrarnos la realidad, colocarnos en el lugar que merecemos sin histrionismos que solo duran un el sonar de una melodía, Ícaro se acercó al poder y el mismo poder de mata, le encierra en la cárcel del olvido, o la parábola del invitado que ocupa el lugar improcedente a su condición,la humildad,no la humillación,crean "nos hace grandes" . Jamas la noche duró días,ni el día fue siempre noche
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