Los responsables de la pastoral de varios centros educativos de Valencia han puesto en marcha un proyecto educativo relacionado con los desafíos cívicos que se encontrarán los alumnos dentro de unos años, ciudadanos del mañana. Lo llaman Proyecto Valencia 2030 y quieren incentivar entre los profesores un ejercicio de prospectiva sobre el modelo de ciudad que podemos construir para discernir qué aspectos tienen que cambiar y qué aspectos merece la pena conservar. ¿Cómo tenemos que preparar a los escolares de hoy para convertirnos en ciudadanos del mañana?
A quienes acompañamos en este proyecto se nos ha pedido una reflexión específica que contribuya al debate y siente las bases para organizar diferentes grupos de trabajo para esta capacitación cívica. Estos departamentos de pastoral ya se han coordinado bien en temas relacionados con la cultura de la vida, la familia y la cooperación internacional. De hecho, la forma en la que han promovido la sensibilización en estos temas ha incrementado el valor de la "marca" o identidad propia del centro. A diferencia de otros centros que no pueden trabajar en esta clave diferenciadora y generadora de valor añadido para padres, profesores y alumnos, estos centros generan dinámicas de identificación que potencian lo que técnicamente llamamos "mínimos comunes de justicia" y "máximos de felicidad" que las entidades titulares de los centros ofrecen a la sociedad.
Mientras planteamos las mejores metodologías con las que capacitar a nuestros escolares de hoy para que sean ciudadanos del mañana hay tres desafíos éticos, políticos y culturales que considero básicos.
En primer lugar, las fronteras del conocimiento. A diferencia de otros centros educativos donde la coordinación es menor, cuando el centro tiene un departamento de pastoral está obligado a plantearse el sentido, valor y forma en la que se transmiten todos y cada uno de los conocimientos. Si la interdisciplinariedad y coordinación es una exigencia en cualquier centro educativo, más lo debe ser en centros cuya titularidad está en manos de la orden religiosa, una parroquia o la Iglesia católica en general.
Los llamados departamento de pastoral tienen un desafío importante relacionado con la unidad de los conocimientos, la innovación de los saberes y el mantenimiento de la sana curiosidad dentro de la comunidad educativa. No puede haber miedo a la innovación que viene de las ciencias, sean de la Naturaleza o sean del Espíritu, sean Naturales o sean Sociales. Esta pasión por la innovación y la coordinación de las disciplinas debe hacerse en clave de responsabilidad porque el sistema tecno-científico no es moralmente neutral. Trabajar en este horizonte de responsabilidad ante las fronteras del conocimiento es el primer imperativo de un departamento de pastoral que quiera preparar a los escolares de hoy como ciudadanos del mañana.
En segundo lugar, la promoción de la justicia incentivando la vinculación social. No hay ningún departamento o área de conocimiento en los centros que haga memoria del género humano, de la especie humana o de la "familia humana". Esta conciencia de vinculación fraternal común con todos los seres humanos surge de un universalismo moral que no está presente en ninguna otra área del conocimiento. Los derechos humanos y las estrategias globales para un desarrollo sostenible no se pueden conseguir si los escolares de hoy aprenden en términos de jungla global, tribu global o aldea global. Para promover una cultura del encuentro y luchar contra la globalización de la indiferencia, las programaciones de áreas, materias y disciplinas de un centro educativo tienen que ser revisadas en términos de humanidad común.
De nada vale transmitir una visión individualista o colectivista de los conocimientos cuando la promoción de la justicia social pasa por la recuperación de categorías como dignidad personal y sentido comunitario. Los centros están obligados a revisar la concepción hemipléjica que hacen de la sociedad cuando plantean su gestión cotidiana en términos de Mercado-Estado o en términos de Economía-de-Mercado y Políticas-públicas-estatales. Hace falta un esquema trinitario que incluya el Mundo de la vida, de los valores y la cultura. La dialéctica Mercado-Estado simplifica la estrategia educativa y no favorece una educación para la responsabilidad social.
En tercer lugar, el cultivo de una autonomía solidaria que integra lo inesperado. Los alumnos no pueden ser educados únicamente para realizar funciones sociales o desempeñar bien sus papeles como consumidores, usuarios, clientes, pacientes o incluso "ciudadanos". La interioridad, la integridad personal, la capacidad de escucha, la valoración de la intimidad y el cultivo de la meditación para la maduración se convertirán en un factor diferenciador y potenciador de la calidad de los centros.
Si a ello añadimos la necesidad de entrenar a nuestros alumnos para el descubrimiento de la belleza más inmediata, las vulnerabilidades más cercanas o la fragilidad de una vida que le ha sido dada, entonces también tendremos "personas" y no sólo "trabajadores" o "profesionales". La educación por la salud no pasa sólo por la salud del cuerpo, también pasa por la salud del alma y la salud social en el más amplio sentido de la palabra. Aunque debemos educar para la responsabilidad y el cuidado de los más próximos, también es importante capacitar y preparar para el "cuidado-de-sí".
El debate no ha hecho más que comenzar y ahora las diferentes comunidades educativas están obligadas a revisar estas propuestas. No estaría mal revisarlas tomando conciencia de que los departamentos de pastoral no pueden reducirse, simplificarse o arrinconarse como departamentos litúrgicos.
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