Hay gentes destacadas salmantinas, de nuestros años mozos, que se van quedando ahí, como fuera del transcurrir vital en el que todos estamos, apenas sin darnos cuenta.
Salmantinos destacados en distintos ámbitos (el deporte, la canción folk, la literatura, el arte? y otras áreas), que van desapareciendo, por lógica de la edad y del paso del tiempo, y van cayendo en esa cuneta del olvido, a la que todo va a parar, pese a que tales personajes terminen formando parte de esa nómina imprescindible para elaborar lo que ha sido la cultura en nuestra provincia.
Escribimos esto pensando en el atleta, en el velocista José Luis Sánchez Paraíso, oriundo del pueblo de Lagunilla y que acaso sigue siendo el mejor corredor español de cien metros lisos, al menos el más memorable. José Luis Sánchez Paraíso acaba de fallecer en el estreno de este mismo verano en el que nos hallamos y quisiéramos recordarlo, por un motivo al que enseguida aludiremos.
Pero señalemos antes a algunos de esos personajes salmantinos que, en este último tiempo, nos han ido dejando y, al tiempo, dejando un poco huérfana nuestra cultura en algunas de sus más destacadas manifestaciones. Así, el cantante folk Nino Sánchez; el poeta comprometido y persona humanizadísima Marcos Ana; o el extraordinario escultor Agustín Casillas; entre otros.
Todos ellos forman parte de esa nómina en la que se halla lo mejor de nuestra cultura, de esa cultura de la raíz que crea siempre desde lo que el escritor judío Elías Canetti llamara la provincia del hombre.
Debió de haber sido cuando estudiábamos quinto o sexto de bachillerato, en el colegio salmantino de Calatrava (donde enseñara francés, y otras distintas materias del conocimiento, el mítico etnógrafo P. César Morán Bardón). Nuestro profesor de gimnasia era el atleta José Luis Sánchez Paraíso.
Y quiero recordarlo ahora ?cuando acaba de marcharse de la carrera del tiempo hacia ese otro territorio de misterio del que todo lo ignoramos?, no aludiendo a sus éxitos deportivos, que fueron muchos, tanto nacionales como internacionales, sino como mi profesor de gimnasia, siempre a ras de los alumnos, sin engreimiento alguno, con una actitud cordialísima, que inspiraba en todos nosotros una gran confianza. Con José Luis Sánchez Paraíso, en el patio de Calatrava, donde transcurrían sus clases, siempre nos sentíamos a gusto. Su sonrisa continua, su cercanía hacia todos, su cordialidad, su diálogo con el grupo y con cada uno de los alumnos? son rasgos de la personalidad, en este caso docente, de José Luis Sánchez Paraíso que nunca se han borrado de mi memoria. Y, acaso, el rasgo que pudiera sintetizarlos a todos es el de un vitalismo humanizado.
De ahí que haya nos acudido, a la hora de escribir estas líneas de homenaje en memoria de José Luis Sánchez Paraíso, el sintagma de "velocidad humanizada". Nunca volví a ver más a nuestro atleta desde mi adolescencia salmantina, en que fuera mi profesor de gimnasia en Calatrava. Pero estoy seguro que su vida, que su existir no fue una carrera a tontas y a locas, sino que se condujo siempre a través de esos rasgos que un adolescente salmantino como era yo percibió de su personalidad y que más arriba quedan indicados.
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