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La estación del tren de Babilafuente y sus raíles
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La estación del tren de Babilafuente y sus raíles

Actualizado 05/07/2017
Feli Blanco

Son muchas las historias que encierra, multitud de anécdotas vividas en ella desde su inauguración

Repasando la historia de la estación de Babilafuente y de la línea ferroviaria Salamanca-Ávila, que la cruza, se puede advertir que no fueron fáciles sus comienzos.

Con la idea de acortar distancias con Madrid, de acercar a Portugal el trigo de Castilla y a esta el ganado luso, además del tráfico de viajeros, el Conde Burnay presentó, en 1883, a la Administración una propuesta para el estudio de esta línea. Con su aceptación el nombre de Herny Burnay formará parte, también, de nuestra historia.

Bajo capital británico, desde su concesión en 1888, la línea quedó lejos del proyecto inicial. Solamente se construyeron cuarenta kilómetros, parándose en Peñaranda de Bracamonte hasta 1926, a razón de 124.000 pesetas el km, incluido el material móvil.

A pesar de los avatares por los que atraviesa la construcción de la línea, la estación se inaugura oficialmente en febrero de 1890, pero no será hasta 1894 cuando se abra el tramo de la línea Salamanca-Peñaranda. Explotada por la Compañía de los Diques de Oporto y Caminos de hierro Peninsulares, lo hará en condiciones muy precarias. Las deficiencias llegaron a ser tan notables que en 1897 se suspende el servicio, teniéndose que sustituir más de 8000 traviesas en mal estado. Los salarios para entonces fueron de 1,75 y 2 pesetas para el personal de vías y obras y de 40 céntimos para las guardesas, de estos tenían que restar los gastos por alumbrado de pasos de nivel, que era de su cuenta.

En estas condiciones de penuria económica, la línea es incautada por el Estado, en agosto de 1908. En 1914, después de sucesivas subastas fallidas, el Estado retomó la continuidad de la línea, en el tramo Ávila?Peñaranda. El tramo desde Peñaranda a San Pedro del Arroyo quedó abierto en julio de 1924.

Después de no pocos contratiempos y problemas burocráticos, rigurosas temperaturas invernales y dificultad en el aprovisionamiento de carriles, la sección Salamanca-Ávila, de 103 Km, entró en servicio en octubre de 1926, siendo inaugurada por el General Primo de Rivera.

En 1928 la estación pasó a ser gestionada por la Compañía Nacional de ferrocarriles del Oeste, que en 1941 se integró en RENFE. Desde diciembre de 2004 ADIF es la titular de la instalación.

Volviendo a nuestra estación, en aquella inauguración oficial de 1890, no consistía más que en un barracón de madera. Su construcción como edificio definitivo de estilo modernista es de 1913-1914, atribuyéndose al ingeniero de caminos José Rodá. Este edificio, como el de otras estaciones próximas, siguió el modelo empleado, por el mismo ingeniero, en las estaciones del protectorado marroquí, Nador, Zeluan y Tauima, destruidas por su situación estratégica para el transporte de mercancías y de tropas por el caudillo Abd-el-Krim.

Pero estación y línea, además de las desventuras mencionadas, han sido testigos de otros acontecimientos y vivencias más cercanos en el tiempo y que de alguna forma marcaron la vida de sus gentes.

Triste es recordar el tiroteo que se produjo en la estación el 27 de julio de 1936 al paso de un tren militar con destino a Ávila y que se documenta en la llamada causa 1119. El estallido del Polvorín de Peñaranda de Bracamonte el 9 de julio de 1939 originando un número indeterminado de muertos, fue otro lamentable suceso ocurrido en el trayecto. El descarrilamiento, el 16 de abril de 1946, del tren en las proximidades de Cardeñosa de Ávila, debido al desprendimiento de tierras, provocadas por fuertes lluvias y que originó el corte de la línea durante dos días, fue otro. No se podía olvidar, para el recuerdo aún vivo, la caída, a consecuencia de un rayo, de la chimenea de la fábrica de cerámica próxima a la estación. Por fortuna, este último hecho, no causó víctimas mortales, aunque sí un buen susto al señor Manuel Blanco, que se encontraba trabajando en la fábrica y al señor Antonio Rubia, que esperaba la llegada de un tren.

Sin duda los anteriores sucesos siempre se recordarán a través de las hemerotecas, pero, lo que no leeremos en ellas, es el carácter lúdico que siempre tuvo nuestra estación. A ella se acudía, sobre todo los jóvenes, cada domingo después de misa mayor, "a esperar al tren". Con el tren llegaba el "YA", periódico este unido a la figura del Sr. Pepe el cartero, conocido como "El rápido", quien amablemente hacía su reparto por el pueblo. No faltaba quien ponía una moneda en los raíles para ser aplastada al paso del tren, o quien paseaba por sus andenes, o aquellos que, en su temporada, cogían las moras de los árboles que había junto a la estación y de los que aún alguno resiste.

Pero, una vez más, volvemos hablar de silencio en otro edificio emblemático de Babilafuente. El reloj y la sonora campana que animaban su fachada fueron arrancados de la pared, para dormir en algún museo, ya no se dispensan billetes porque en 1996, a pesar de luchar por ello, pasó a ser estación sin personal. En la sala de espera, convertida en un pequeño cuarto, ya no están los escaños de madera, ni la báscula al lado de la taquilla, ni jefe de estación, ni... Ni tampoco aquellos numerosos trenes que pasaban a distintas horas, facilitando el desplazamiento de trabajadores, estudiantes y otros viajeros. Y hoy, una vez más, pedimos conservar lo que tanto costo levantar.

Feli Blanco

La sección 'Historias con historia' de Feli Blanco se despide con este artículo hasta después del verano

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