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¡Más despacio, por favor!
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¡Más despacio, por favor!

Actualizado 23/06/2017
Manuel Rodríguez Fraile

No querer ver los cambios no evita que se produzcan, además, los cambios no tienen por qué ser malos. El caso e¡Más despacio, por favor! | Imagen 1s que, yo al menos, los siento tan rápidos, tan profundos, tan violentos que llego a sentirme superado por ellos, incómodo, desubicado que diría un latino y me parece un término muy acertado. No, no pretendo ser derrotista sólo constatar un hecho, una realidad, la mía, la que llevo viendo cambiar desde hace más de seis décadas e intentando aceptar con más o menos fortuna.

Las alteraciones de mi entorno material e inmaterial, de ese entorno que durante largos periodos de mi vida creí sólido, inmutable, seguro, se ha ido licuando, incluso yo diría que gasificando, para dar paso a otro - no sé si mejor o peor pero desde luego muy diferente - que me coloca en situaciones que me incomodan.

Los avances en tecnología han modificado radicalmente la medicina, nuestra forma de viajar, de comunicarnos, de aprender, de producir, de comprar, incluso de sentir. Son tiempos modernos que diría Chaplin. La globalización lo impregna todo o lo contamina, según opinen sus defensores o sus detractores, hay muchas luces y muchas sobras y me gustaría conocer la respuesta a esa inteligente pregunta que formulaba El Roto ¿Vamos hacia una sociedad multicultural o plurignorante?

"Todo fluye, todo está en movimiento y nada dura eternamente. Por eso no podemos descender dos veces al mismo río pues cuando desciendo al río por segunda vez, ni el río ni yo somos los mismos" así hablaba el filósofo Heráclito de Éfeso, conocido también como «El Oscuro». Todo fluye y cambia ¿a mejor a peor? el tiempo lo dirá, lo acepto y lo comparto, pero no puedo evitar sentir que el rio por el que discurre mi vida, cambia más rápido de lo que yo puedo hacerlo, será que se ha transformado en un impetuoso torrentes y no se me da bien el rafting.

Los cambios tecnológicos no los llevo demasiado mal, se reducen a aprender ciertas técnicas y eso es asumible, pero los sociales me cuestan más. Lo intento de veras, pero arrinconar principios, ideales, valores, normas de conducta, incluso prejuicios y falsos presupuesto con los que uno ha crecido años, para dejar paso a modelos muy diferentes de regulación, relación y comportamiento social, multiplicado todo ello por un coeficiente de velocidad vertiginoso, da como resultado una sensación de vértigo, de estar desubicado que según el diccionario viene a ser estar desorientado o incómodo en un lugar, o que está en un lugar que no le es propio.

Cuando comencé mi vida en pareja, todo parecía sencillo. Te casas para toda la vida, tienes hijos, te compras un piso, en verano vas de vacaciones a la playa, tus hijos terminan sus carreras se casan, te dan nietos, te jubilas y cobras tu pensión, etc. Sencillo. Hoy todos aquellos palos que mantenían el sombrajo debajo del cual me protegía de las inclemencias de la vida, han saltado por los aires.

Estamos más conectados que nunca y al tiempo más alejados. A los amigos se les felicita por Facebook o Wasap ? espero que nunca aparezca una aplicación que nos permita tomar unas cervezas a distancia -. Tus hijos e hijas te mandan, de cuando en cuando, un mensajito que para comprender debes descifrar. Los formatos de familia se han modificado tanto y las relaciones son tan abiertas que en ocasiones no sé qué preguntar cuando me presentan a alguien. Mis nietos viven una semana con su padre y otra con su madre. Algunos amigos se han divorciado y tienen nuevas parejas, pero yo era buen amigo de sus ex. Nos ponen semáforos en el suelo, para evitar que atropellen a los viciosos del móvil y los verticales se renuevan para que no sean sexistas. Las derechas y las izquierdas dicen que han desaparecido. La mayor potencia del mundo la gobierna un empresario rubio mediante mensajes en Twiter. La Unión Europea, esa que dimos a luz con tanto esfuerzo, parece que necesita un buen tratamiento de chope para sobrevivir. Los corruptos y defraudadores campan a sus anchas en la política y el sector bancario, incluso entre los deportistas, pero si hasta el PADRE ha muerto a la hora de hacer la declaración de la renta ¡Cómo no sentirse huérfano!

El escritor estadounidense Alvin Toffler, autor entre otras obras de una especialmente curiosa que lleva por título La tercera ola, decía "El cambio es el proceso por el cual el futuro invade nuestras vidas". Reconozco estar completamente invadido, arrastrado por esa tercera ola y por eso mi grito de auxilio: ¡Más despacio, por favor!

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