Los medios se han ocupado de recordar el cincuenta aniversario hace apenas unas semanas de uno de los LP más influyentes en la historia de la música pop. Desde su salida Sgt. Peppers Lonely Hearts Club Band fue un icono y después su impacto no dejó de crecer. De gustos está señalar si se trata del mejor trabajo de los Beatles y desde los conocedores se requiere la tarea de enmarcarlo en una trayectoria y en un contexto. A nada de ello voy a referirme porque sé desde hace mucho que opinar sobre lo que a uno le gusta es una tarea ingrata y de lo otro mejor callar pues doctores hay en ello. Si afirmo que el álbum contaba con una cubierta maravillosa que rompía formatos estéticos y que convertía en antigualla a todo lo que se había producido hasta el momento. También es posible que entre los trece espléndidos temas que lo integran el menos relevante en cuanto a popularidad sea When I'm 64, pero esa no es la cuestión.
Para quien con 14 años escuchaba sobre la vida de alguien que tendría 50 años más, el argumento no dejaba de ser convencional, aunque los interrogantes que acompañaban a los escenarios dibujados podían generar más de una duda. Una retahíla de situaciones que reivindicaban el amor-de-toda-la-vida como yo pensaba que sabía que era lo que tenía que ser, lo que veía por doquier: la pareja envejeciendo al unísono, paseando en la mañana de domingo, haciendo punto frente a la chimenea, trabajando en el jardín, con los tres nietos sobre las rodillas, la casita alquilada para el veraneo. Los aniversarios sucesivos del día de San Valentín o del cumpleaños recibiendo una botella de vino. Era una cuestión de algo que acontecería al perder el pelo, después de transcurridos muchos años tras los que ella y él serían igual de viejos porque "si tú decías la palabra yo podría quedarme contigo" y "si salía hasta las tres menos cuarto ¿me cerrarías la puerta?"
Medio siglo después, aquellos 64 años son mi realidad y he visto suficiente para saber que muchas cosas no fueron así y que las preguntas tienen respuestas que no se conjugan con lo que ingenuamente (¿?) debía ser para los provocadores Lennon y McCartney quienes ironizaban y jugaban traviesamente con la procacidad de su edad. Hoy no es cuestión de rendir cuentas, aunque la coincidencia de los lapsos me lo pone fácil. Además, tampoco se trata de asumir un legado al que se le da una expresividad universal; más bien lo que sucede es que se genera una irritante reacción por la que sí se puede denunciar la farsa. Clamar contra el lugar común sonriendo entre dientes. Saber que aunque se marquen las cartas la partida está perdida. Ello resulta relativamente fácil sin dejar el álbum pues allí se dan cita dos piezas asombrosas: With a Little Help from my Friends y A Day in a Life. Por favor, vuelvan a revisar sus letras.
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