La residencia San Pedro Advíncula se ha vestido de fiesta este viernes para celebrar el centenario de uno de sus residentes más ilustres, Miguel Albarrán, quien ha recibido emocionado el cariño de cuidadores, familiares e internos, durante una emotiva celebración en la que se le hacía entrega de una placa conmemorativa, a la que se añadían la música y la alegría propia de un cumpleaños tan señalado, al que nos hemos querido sumar.
Pero hasta llegar a estos lustrosos cien años Miguel ha recorrido un largo camino en una vida digna de novela, forjada dentro de una familia, procedente de Mancera de Abajo, que marchaban a Estados Unidos, lugar en el que nacía.
Sus padres emigraron a Honolulu para trabajar con una empresa californiana, después de ser reclutados junto a una multitud de trabajadores entre los que se encontraban vecinos de Macotera y Alaraz entre unos muchos otros. Juntos iniciaban un viaje que les tendría en alta mar durante más de 40 días y que se tornaba triste poco antes de tocar puerto ya que sufrían la pérdida de una de sus hijas, de corta edad, que fallecía trágicamente en aquella travesía.
Ya Durante la estancia en Nueva York Miguel sufría la pérdida a otra de sus hermanas, con tan solo dos años, y que hoy en día permanece enterrada en el gran cementerio histórico de la gran manzana, del que aún mantiene emocionado recuerdo.
Siendo un mozo, en 1922, regresaba junto a su familia a España para iniciar una nueva página en su vida aunque su aventura americana volvería a revivirse en 1949 con su vuelta.
Durante su estancia estadounidense, trabajo en numerosos lugares y se codeaba con gente de gran nivel de la sociedad de aquel entonces. Un buen hombre, que conocía el amor tardío, a los 42 años, cuando aparecía en su vida María, la que fue su esposa, una atractiva turista asturiana con la que contraería matrimonio en un casino tan solo 10 días después, con el fin de regularizar su situación en el país y dejar su estatus de turista.
Ya a principios de los años 60 volvieron a España, instalando su residencia en Oviedo, donde montaban una importante boutique de ropa especializada en moda para bodas y eventos, siendo los precursores de la introducción del vestido blanco para las novias en España, algo que suponía una gran revolución en la sociedad de la época, convirtiéndose en todo un referente nacional y uno de los lugares más visitados y buscados de la denominada 'jet set' de aquel momento.
Además de esto, en sus viajes desde Estados Unidos a nuestro país, fue uno de los introductores de los grandes coches americanos, siendo especialmente buscados ya que en cada vuelta Miguel lucía un nuevo modelo que revolucionaba las carreteras y se convertía en un objeto codiciado para multitud de ciudadanos.
Relaciones con embajadores, nobleza y multitud de gente de a pie le hicieron muy querido especialmente por su corrección y simpatía, algo que ha mantenido hasta su centenario, que ahora celebra en Peñaranda rodeado de sus sobrinos, ya que no tuvo descendencia, y a quienes hoy a dedicado todos sus sentimientos y las ganas de seguir cumpliendo años y sueños.