Nos está tocando vivir en la época de las redes sociales y, sin quererlo, recibimos el bombardeo diario de toda clase de mensajes; muchos de ellos nacidos con la clara intención de difundir, de manera rápida y gratuita, alguna noticia que pueda favorecer los intereses o la ideología de quien los lanza. En ocasiones, la cadena se interrumpe al llegar a un destinatario poco interesado en el asunto; pero, dada la universalidad de estas redes, siempre se consigue una difusión importante.
Llegados aquí, me gustaría tener los conocimientos necesarios de oftalmología para conocer el origen de alguna enfermedad. En concreto, quisiera saber la razón por la que una persona sana puede perder la visión normal de las cosas por el mero hecho de oponerse a una idea contraria. No obstante, pido perdón por anticipado a los especialistas en la materia, y me limitaré a desempeñar el papel del paciente que, ante unos síntomas determinados, y antes de acudir a la consulta médica, se apoya en su propio instinto para aventurar cuál podría ser la causa.
El tema que hoy está de plena actualidad es ese movimiento de rechazo que determinado colectivo opone a la donación que anuncia un conocido empresario. Se trata de una considerable cantidad de dinero -320 millones de euros- destinada a la renovación de equipos de diagnóstico y tratamiento del cáncer en hospitales públicos. Curiosamente, ese mismo empresario, antes de hacer pública esta donación, ya ha sufrido continuas críticas a su forma de dirigir la empresa. Ha llegado a ser calificado como "rico terrorista". Tal vez, si hubiera colocado en su primera tienda gallega ese cartel que vemos en tantos escaparates, SE TRASPASA, nadie se acordaría de él. Al parecer, montar una empresa de esa categoría, partiendo de cero y a base de trabajo, no es de recibo. Tampoco lo es que pague puntualmente sus impuestos en España y no tenga cuentas ocultas en el extranjero. Dar empleo a más de 150.000 personas -a las que anualmente hace partícipes de sus ganancias-, haber hecho anteriormente donativos millonarios a Cáritas y a otros hospitales, o las cantidades concedidas en becas por su Fundación, todo esto puede haber estado generando un trastorno neurológico larvado en algunas personas, que ha hecho crisis con el anuncio de la última donación millonaria, hasta el extremo de producirles eso que yo he llamado ceguera mental. Algo así como si un episodio de enfado irascible fuera tan intenso que dejara sin riego sanguíneo alguna zona del cerebro responsable de la visión. De otra forma no puede explicarse que personal sanitario llegue a alterar la verdad en tal grado como para afirmar que los aparatos que se pretende regalar a los hospitales van a ser responsables de nuevas enfermedades. Con ese sesgado criterio, estarían condenados a desaparecer todos los aparatos de radiología. Quien dice algo que no se ajusta a la verdad está cometiendo un error, pero el que lo hace a sabiendas es porque quiere engañar a alguien y, por lo tanto, miente.
El mecanismo de rechazo no ha cambiado. Se siguen empleando los mismos argumentos de siempre. Poco importan la verdad ni la opinión de los demás, aquí se trata de repetir una idea, tantas veces y en tantos medios como sea preciso, hasta conseguir que cale el mensaje. Se ha tocado la trompeta y toca organizar verdaderos equipos de agitación, capaces de dar la vuelta a la realidad hasta convertir lo beneficioso en claramente perjudicial. Para que la operación llegue a buen puerto es imprescindible rebatir la opinión de quien se permita el lujo de pensar distinto. La verdad es algo accesorio y no hay que dejar ningún cabo suelto.
La "Plataforma" de quienes opinamos que esa donación, en este momento, es tremendamente oportuna, ¿no puede ser tenida en cuenta? La "Plataforma" de especialistas destinados en aquellos hospitales que esperan con los brazos abiertos ese material ¿no tiene derecho a opinar? Y lo más importante, la "Plataforma" de los enfermos de cáncer, que viven con la ilusión de ver llegar un día su posible curación, ¿qué pensarán de las personas que les niegan esa ayuda?
Es muy frecuente ver por las calles una pintada con este texto: "No les votes, porque no te representan". Desde este momento yo también me declaro completamente partidario de la Sanidad Pública -entre otras razones porque tengo motivos para estar muy agradecido a ella- y, a la vez, creo que quienes rechazan una posible mejora de esa Sanidad Pública, alegando "sólo" razones socio-políticas, tienen una manera un tanto particular de defenderla. Tal vez se están atribuyendo una representación que no se corresponde con la realidad. ¿Preguntamos a todos los españoles si son partidarios de rechazar esa donación?. En esa "ceguera mental" se esconde un viejo odio al sistema. Su pretendido progresismo está reñido con el capital ?ese que siempre ha sido responsable de crear empleo y bienestar-. Quienes siempre se consideran oposición ?hasta cuando gobiernan-, nunca han sido capaces de aportar soluciones viables. Las consecuencias de su gestión siempre han supuesto una hipoteca para sus sucesores. La fórmula que propone ese colectivo airado, ya la conocemos: menos recortes, pero más impuestos. Así, hasta conseguir la máxima aspiración de la izquierda: lograr la igualdad para todos, pero por abajo.
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