Víctor Morla, Libro de Job. Recóndita Armonía, Comentarios teológicos y literarios del Antiguo Testamento, Verbo Divino, Estella 2017, 1550 págs. Un libro imprescindible para los que quieran conocer de verdad y con reposo la palabra de Biblia, y decir que la saben (=saborean), en un tiempo donde todo tiende a resbalar y los libros no duran en general más que diez minutos.
Un mojón duradero en la cultura: Eso es el libro de Job, obra maestra del pensamiento y de la vida, "un canto a la dignidad del ser humano, que trata de superar el mero «estar» en el mundo para llegar a «saber(se)» y conocer su destino, incluso contraviniendo convencionalismos sociales e ideologías religiosas. Solo quien se atreve a formular inusuales e incómodos porqués estará en el camino adecuado para encontrar respuestas". Así lo sabe y dice el autor (autores) del libro de Job.
Un monumento enorme a Job (al ser humano), un libro ejemplar en la historia de la exégesis bíblica: Eso es este comentario de Víctor Morla (1943), traductor de la Biblia, pensador y exegeta de la Universidad de Deusto (Bilbao), autor de más de una docena de libros clásicos sobre el texto y pensamiento de la Biblia (cf. http://www.verbodivino.es/libro/4647/libro-de-job-recondita-armonia), desde su trabajo pionero sobre El fuego en el Antiguo Testamento. Estudio de semántica lingüística, San Jerónimo, Valencia-Bilbao, 1988).
Había ya en castellano otro buen libro de Job, un comentario de cierta envergadura, ideado por L. Alonso Schökel y y concretado por J. L. Sicre, Job, Cristiandad, Madrid 1983 (634 págs.), que aún sigue realizando su servicio. Pero éste de Morla es por su amplitud, su análisis filológico y su reflexión cultural y antropológica (religiosa) el mejor que yo conozco, entre nosotros.
V. Morla es también de los "discípulos" de L. A. Schökel, aprendió a su lado y culminó, con su paciencia y destreza, el gran Diccionario Bíblico hebreo-español (Trotta, Madrid 1994), aunque aparece sólo como segundo en la lista (y no como co-autor, como habría sido de justicia).
V. Morla, ha vuelto con autoridad y maestría al libro de Job, haciendo un trabajo fuerte para que nosotros podamos entender mejor el libro y penetrar así en la inmensa sabiduría bíblica. Ciertamente había comentarios y estudios de gran envergadura sobre el libro, como los de K. Budde. P. Dhorme y J. Lévèque, por citar algunos de los más conocidos.
Entre ellos (y en parte sobre ellos) viene a situarse y sobresale ahora éste, como obra de lectura y estudio,de investigación y referencia, para los próximos decenios. Quizá no se ha escrito en castellano otro comentario de esta talla sobre un libro de la Biblia.
Felicidades, Víctor, por esta obra maestra. Ella me dice lo que has trabajado, en un plano histórico, filológico y de pensamiento religioso. Con ella has ofrecido tu mejor servicio a la cultura universal, y a la misma "iglesia" cristiana, que sigue fundada sobre este libro de Job, pues, en un sentido estricto, sin Job no podría entenderse el cristianismo. Felicidades, y descansa después de tanto trabajo.
Creo que soy de los pocos que te lo puedo decir, con algo de experiencia, tras haber publicado en tu misma editorial, la nuestra (Verbo Divino), un comentario a Marcos de 1200 págs (año 2012) y otro a Mateo (1056 págs), que saldrá publicado estos mismos días (año 2017). Sé lo que se sufre, sé lo que se goza al hacerlo. Felicidades por haberlo hecho.
Quiero dar también gracias a la Editorial Verbo Divino, por atreverse a publicar esta obra maestra, inmensa por su longitud, con un aparato crítico muy preciso, perfectamente editado. Me gustaría compartir con vosotros la presentación de la obra en la Universidad de Deusto (Aula I. Ellacuría, 8 del 6 del 2017). No podrá ser, estoy en San Morales, pero en espíritu estaré con vosotros, contigo, Víctor, y con los amigos de Verbo Divino.
Un comentario, un diálogo con la exégesis.
«Elaborar un comentario al libro de Job implica un riesgo y, al propio tiempo, un deber. El riesgo de intentar re-producir la voz de un cantor sublime y el deber de dar voz a los intérpretes que hasta ahora se han comprometido con tan ardua tarea. Y eso exige un diálogo que empieza con los primeros traductores y comentaristas (griegos, latinos, sirios y arameos) y termina con los contemporáneos, pasando por los grandes nombres que, ya desde la Edad Moderna, empezaron a jalonar el camino que conduce a las entrañas de este incomparable libro».
Personalmente, he sentido desde antiguo un inmenso respeto (y desconfianza) literaria y religiosa por el texto de Job, desde las lecciones Ugarítico y de Hebreo que nos impartía en los años sesenta del siglo pasado el Prof. M. Dahood, conocedor extraordinario de este libro, cuando nos decía que un tercio de su letra sigue siendo difícil de traducir y de entender, a no ser que lo situemos y lo recreemos desde el fondo de la literatura semita de su tiempo, empezando por el Ugarítico, siguiendo por el Árabe y terminando por el Arameo. V. Morla me ha devuelto en gran parte la confianza, haciéndome ver que el texto puede entenderse algo mejor, partiendo de un análisis filológico ceñido y exigente de su obra.
He venido sintiendo, al mismo tiempo, un respeto aún mayor por el influjo "moral" (antropológico) que el libro de Job ha ejercido en la historia cristiana, como texto básico de moral, desde los primeros Padres de la Iglesia, hasta la Edad Moderna, pasando en especial por Gregorio Magno (540-604), educador de Occidente. Su Comentario a Job, llamado normalmente el libro de Los Temas Morales (Moralia) ha definido la espiritualidad y la vida cristiana de millones de personas hasta el siglo XVII. Se trata de un libro de "educación cristiana" en el sentido más extenso de la palabra y toma como ejemplo a Job, a quien entiende como prototipo de hombre que sabe aceptar con paciencia resignada el orden de una realidad durísima, en la que se puede descubrir la mano de Dios.
Esa visión moralista y monástica de Job había guiado hasta ayer la conciencia cristiana, dentro de una Iglesia entendida como "educadora de occidente" en una línea de realismo antropológico, tejido de paciencia, sumisión ante el destino y aceptación sobriamente creadora de la vida, dentro de un orden marcado por la providencia inexorable, aunque bondadosa de Dios, en línea de salvación. Ese moralismo ha sido bueno, ha permitido que hayamos sido lo que somos, dentro de un régimen de cristiandad.
Pero Job no pertenece al "orden de la cristiandad" sino a la historia de "la armonía recóndita" de un hombre que ha sido arrojado fuera del orden establecido, para morar a la intemperie de la vida, como nosotros, hombres del siglo XXI, que venimos de un equilibrio total (socio-religioso y político-cultural) ya superado. De esa manera, en una situación semejante, "Job, tras verse expulsado del (falso) orden que se había fabricado, se percibe a sí mismo y a la comunidad humana inmersos en la disarmonía y concibe el «cosmos» como una entidad amoral, y su funcionamiento como una traición a la dignidad humana. Sin embargo, a través del sufrimiento y de la «visión» parece que Job llega a encontrar sentido a la coexistencia (¿necesaria?) de orden y caos, que tendrá que aceptar también en su propia existencia. Y esto parece ser la vida: la búsqueda de un equilibrio inestable asumido con libertad, la presencia de una tensión no resuelta que servirá de tema predilecto a todos los cantores de la historia".
Así entiende Morla este libro, como "un canto a la dignidad del ser humano, que trata de superar el mero «estar» para llegar a «saber(se)» a cualquier precio, incluso contraviniendo convencionalismos sociales e ideologías religiosas. Solo quien se atreve a formular inusuales e incómodos porqués estará en el camino adecuado para encontrar respuestas. Y eso es lo que hicieron los poetas responsables de esta insuperable obra literaria que tenemos entre manos".
Visión de conjunto del libro.
El libro de Job "cuenta" la historia de un justo probado por Dios, que responde de un modo paciente y que al final es rehabilitado (Job 1-2. 42), y de un conjunto de fuertes poemas donde se recogen las discusiones de Job con Dios y con unos «amigos» que quieren ofrecerle su enseñanza sobre el sufrimiento (Job 3-41). La tradición, fijándose en la parte narrativa, le ha hecho símbolo de paciencia piadosa (¡Dios me lo ha dado, Dios me lo ha quitado!: 1, 21). Pero el conjunto del poema ofrece uno de los discursos más fuertes de la historia humana sobre el valor de la vida y el sentido del sufrimiento.
(1) Presentación. Un hombre paradigmático. Job sufre en plano externo (corporal), pero sobre todo le tortura la falta de justicia: le han colocado en el mundo sin permiso y quiere saber por qué lo han hecho y por qué le han condenado a una vida de dolores. Por eso grita, protesta. Quizá en otro tiempo a un buen israelita le bastaba el consuelo de su pueblo (de su familia y amigos). Pero Job no tiene pueblo o, mejor dicho, tiene el pueblo en contra, pues los sabios vienen y le acusan, en nombre del Dios del sistema. Está solo, arrojado en el basurero de la ciudad, condenado por los buenos que habitan dentro de ella. Esta soledad se hace pregunta. Le dijeron que hay un Dios que es la bondad, que protege al oprimi¬do, que es amigo de los pobres y les salva. Sin embargo, su experiencia le ha hecho ver las cosas de manera diferente: el poder que llaman Dios se vuelve adverso, como un destino que se ríe, se alegra en destruir a los hombres, sin contar con el o valores de aquellos que sufren, especialmente de los más pobres. Los sabios que argumentan sobre su dolor lo aumentan al afirmar que es resultado del pecado.
(2) Trama de fondo. Dios y Satán. El libro comienza en forma de parábola. Allá en oriente, en una tierra misteriosa, de sabios de leyenda, hubo un hombre ¬rico y justo. Dios mismo se gloriaba de tenerle por amigo ante sus siervos o sus hijos (los ángeles del cielo). «Un día, cuando los hijos de Dios venían a presentarse ante Yahvé, se presentó también con ellos el Satán? Y dios le preguntó: «¿De dónde vienes? De recorrer la tierra y pasearla?» (Job 1, 6-12). Dios celebra consejo de gobierno. Le rodea el misterio de los ángeles que el texto llama hijos de Dios. Uno de ellos es Satán, Tenta¬dor, que discurre por el mundo escudriñando sus rincones. No es aún el enemigo abierto de los buenos, no es el Diablo de la tradición posterior. Pero ya viene a mostrarse como acusador. Vive en la trama de la tierra y sabe que no es fácil ser agradecido en la desdicha. Por eso descon¬fía de aquellos que se dicen fieles de Dios: duda de Job y su virtud gratuita. Este Dios sorprende ya al principio ¿Por qué asiente a la propuesta de Satán, el Tentador? ¿Pueden convencerle sus dudas maliciosas? Por otra parte ¿es justo probar de esa manera a un hombre sólo porque el tentador no está conforme con su fama de justicia? Quizá podamos añadir: ¿Se hubiera comportado así el Señor del Éxodo, la Alianza y las promesas? Evidentemente no: Dios no probaba y tentaba a sus fieles de esa forma. La historia (parábola) de Job nos ha venido a colocar donde la vida parece más perversa, más sangrante. Pudiéramos decir que el libro de Job va «deconstruyendo» la figura de Dios, va deshaciendo hilo tras hilo la trama en que él ha venido a presentarse. Parece un Dios diabólico, un doble de Satán, dominado por un fuerte deseo destructor, alguien que goza en ver cómo sufrimos.
(3) Los sufrimientos de Job. El libro va trazando los diversos niveles del sufrimiento de Job: (a) Pobreza: Job pierde sus bienes y padece, despojado de su protección externa, sobre el suelo duro de la tierra, sin más ayuda o posesión que el sufrimiento. (b) Carencia afectiva: Job pierde el cariño y confianza de todos, de forma que queda a solas, a espaldas de la gente, como un condenado que espera la muerte en el estercolero de la ciudad, donde se pudren en vida las basu¬ras. (c) Enfrentamiento social: los responsables de la buena sociedad le destruyen moralmente, empeñados en acusarle y hacerle responsable de todos sus dolores. (4) Lucha con Dios. Pero el mayor sufrimiento de Job es su combate con Dios, ante quien presenta su protesta y sus razones: «Esta es mi firma; responda Dios omnipotente» (31, 35). Se ha defendido honestamente; honesta¬mente quiere que Dios hable y le presente sus razones. Job no niega la existencia de Dios. Tampoco le condena de antemano. Ciertamente, ha proferido acusaciones duras, pero Dios le ha tratado duramente. Job ha venido a ponerse ante Dios porque sabe que Dios no ha dicho aún su palabra más profunda, pues está manipulado por los falsos sabios del sistema. Job ha entrevisto un rostro satánico de Dios: el poder opresivo de su fuerza, su injusticia. Ha descubierto la violencia que está al fondo de un tipo de «misterio de Dios» y quiere superar esa violencia, ese tipo de misterio. Por eso sale en busca de un rostro nuevo de Dios: presiente que en el fondo de todo Dios tiene que ser diferente y por eso no se rinde en el camino de dureza y sufrimiento que amenaza con destruirle. Miles de hombres y mujeres, lectores de la Biblia, guiados por Job, representados en su mismo dolor y en sus preguntas, han querido entender su vida con las razones y protestas de ese libro fascinante, una de las cumbres de la literatura y pensamiento universal.
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