Las palabras con las que bordan Macu Vicente y Santi Ochoa el traje charro desde la mirada particular, legendaria, de la tierra de Villavieja
Majestuosa, Inés Luna Terrero me mira desde la fotografía antigua, sepia de plata, charra de la tierra de Vitigudino. Por ella, por su historia, me aprendí los nombres, el léxico magnífico de la tradición, las palabras con las que bordan Macu Vicente y Santi Ochoa el traje charro desde la mirada particular, legendaria, de la tierra de Villavieja. Y el manteo resultante, riquísimo, es un libro publicado con mimo por la Diputación de Salamanca a través del Instituto de las Identidades. Una joya en la recuperación de nuestra memoria como la sonrisa abierta, generosa de esta mujer, un regalo que me hizo Inés Luna, porque gracias a ella descubrí a Macu Vicente y la gesta de sus antepasados en Centenares. Memoria exquisita la suya de filigrana charra.
-Charo Alonso ¿Crees que llegará un momento en el que se pierdan todos estos trabajos que tan bien describes y que conservan los magníficos trajes de charra que ha fotografiado Santi?
-Macu Vicente: A pesar de haber desaparecido el mundo charro que se recoge en el libro, las gentes de Villavieja conservan el sentimiento charro, pertenecen a Asociaciones, cuidan con esmero sus trajes y siguen realizándose trabajos a pesar de que apenas se encuentren los mismos materiales con los que se elaboraban. Muchas veces de piezas estropeadas recuperan hasta el mínimo trozo de canutillo de oro o cuentas de mostacilla para poder reutilizarlas. De una capa de astracán no utilizada, conocí cómo se sacaba la chaquetilla para un charro.
-Ch.A.: ¿Por qué crees que nos resulta tan difícil hablar, estudiar nuestro pasado? A mí de niña no me gustaban los botones charros de mis pendientes y ahora los compro y los regalo, eso sí ¡Carmen Borrego se ha vestido de charra y sabe bailar!
-M.V.: Creo, o al menos es mi caso, como el tuyo, que es en la madurez cuando empezamos a interesarnos por nuestros orígenes. De jóvenes anhelamos volar, crecer solos y alejarnos lo más posible de lo nuestro. De pronto, quizás al ver que los que nos preceden empiezan a desaparecer, nos asaltan las preguntas a las que muchas veces ya no encontraremos respuesta, por lo que tenemos que esforzarnos en hacer indagaciones con vueltas y revueltas para averiguar algo que de jóvenes tuvimos delante, de primera mano.
-Ch.A.: ¿La ciudad le da la espalda a las zonas rurales, esas donde se guardaba la tradición o piensas que hay ahora un interés por volver a ellas?
-M.V.: El mundo que se refleja en el libro se desmoronó en parte, debido a la emigración, la despoblación del mundo rural que comenzó a finales de los años 60 del siglo pasado. Por otra parte, había mejorado el nivel de vida de las gentes del campo y, con mucho esfuerzo, optaron por dar a sus hijos una educación superior a la que ellos tuvieron. Al darnos esa educación propiciaron que nuestro futuro estuviera en las ciudades; de esa formación no se ha beneficiado el mundo rural, porque no regresamos a reintegrar lo que el mundo rural nos había dado. Tras 50 años de despoblación, quizá con el avance de las nuevas tecnologías a las que nos hemos acostumbrado, nos anime a volver a nuestros orígenes.
-Ch.A.: ¿Qué formación tienes para trabajar tan magníficamente la etnografía, Macu?
-M.V.: Soy historiadora pero esta no ha sido una investigación de archivo como tal. La documentación sobre el mundo charro es casi inexistente y para la indagación sobre el mundo charro Villavieja, partí de dos libros que se conservaban en mi casa Villavieja. Geografía Médica de 1909 de Dionisio García Alonso y Charras de 1915 de Saturnino Galache, pero la base fundamental ha sido la recogida de información directa con las personas implicadas, las que conocen a fondo el traje charro, las que saben vestir o las que han aportado documentos e información sobre sus familias y el mundo charro. Han sido muchas horas de conversaciones, de revisar carpetas y cajas de fotos y cómo no mencionar el tiempo infinito que utilizamos en fotografiar todas las piezas de los trajes y el proceso de vestir a la charra. Encuentro apasionante el trato con las personas, la recuperación de memorias familiares que aparentemente solo conciernen al ámbito familiar y acaban transformadas en colectivas.
-Ch.A.: ¿Cómo afrontó Santi Ochoa su trabajo fotografiando lo que tan bien describes? En este hermoso libro, las imágenes son impresionantes.
-M.V.: Santi es coautor del libro porque no habría existido sin su intervención; ajeno a este mundo, ha tomado miles de imágenes para seleccionar las mejores en cada caso. Llevamos muchos años compartiendo trabajos y suele ser más exigente que yo a la hora de hacer fotos, nunca le parecen suficientes. Ha empleado tantas hora o más que yo en el libro, seleccionando, arreglando y finalmente diseñando el contenido y diseño página a página. Por esto pienso que es un libro colectivo, tanto por el trabajo de Santi como por las aportaciones de las gentes de Villavieja que con entusiasmo me apoyaron y llevaron de la mano en este proyecto.
-Ch.A.: A mí nunca me vistieron de charra aunque mi madre bailaba muy bien y la oíamos constantemente cantar canciones populares. Ahora yo escucho en el coche a mi querido Gabriel Calvo. Macu, a la charra la visten ¿No es un suplicio ser vestida y cargar tanto peso?
-M.V.: Las personas que se visten llevan con orgullo hacerlo y eso reduce la carga, pero sí, sobre todo las charras que llevan trajes antiguos, los paños son muy pesados, el oro con el que están bordados, las lentejuelas o las cuentas de cristal de mostacilla hace que el traje tenga mucho peso. Sujetar esas piezas a base de atados llegan a oprimir bastante, sin contar la cabeza que lleva el peinado absolutamente tenso, con los rodetes y el picaporte sujetados con horquillas de tal forma que parece que forman parte de la cabeza. La cabeza de una charra es fundamental. Y hay que tener en cuenta que ahora solo se visten para las fiestas de Agosto, con máximo calor, comienzan a vestirse a las cuatro de la tarde y se quitan el traje a las diez de la noche. Tremendo.
-Ch.A.: ¿Y el hombre?
-M.V.: El hombre, mira, el charro va absolutamente encorsetado, tieso, sobre todo si utiliza la 'media vaca'; por eso alguien dijo que "el traje de charro era tan viril que permitía arrodillarse ante Dios pero no inclinarse ante los hombres".
-Ch.A.: Me encanta esa frase. Has publicado este libro en el 2017 ¿Cómo lo relacionas con esa maravilla que fue Centenares, publicado en el 2006 por Caja Duero y por el que yo te conocí?
-M.V.: Centenares fue un trabajo muy particular al que me empujó Basilio Martín Patino al conocer que mi familia había tenido relación laboral y, alguno de ellos amoríos, con la Bebé. Era un asunto, el de la Bebé, que le rondaba la cabeza hacía años. Recuperé la historia desde mis tatarabuelos, la familia Velasco-Santos. El libro fue una satisfacción para todos los descendientes y personas allegadas porque se hizo con la colaboración muy personal de cada una de las familias. Curiosamente, tampoco aquí hice labor de archivo que realizó, de manera entusiasta, el tataraprimo Alfredo García.
-Ch.A.: Anda, que no hemos hablado tu primo Alfredo García, el profesor de electrotecnia Eladio Sanz y yo de Inés Luna. Un investigador incansable, Alfredo. La historia de tu familia me ayudó mucho para escribir sobre Inés Luna, Macu, yo nunca la llamo "La Bebé".
-M.V.: Es verdad, pero te sigo contando. Un año después de publicarlo, alcanzó un nivel superior al utilizar Basilio Martín Patino, para su audiovisual "Espejos en la Niebla", esta historia de expulsión de renteros como ejemplo de lo que era el mundo campesino de la Salamanca de 1900, contrastándolo con el mundo terrateniente y que documentó magistralmente Ignacio Francia. El libro del Traje Charro en Villavieja, tiene cierto paralelismo con esta historia, lo inicié tras una conversación con el librero Jesús Sánchez Ruiperez quien se interesó por unas postales del despiece de los trajes que había hecho Santi por su cuenta y que Basilio aprovechó para hacer un breve traveling sobre una de ellas en "Espejos en la Niebla".
-Ch.A.: Gracias a esa película conocimos a Martín Patino en persona y a Ignacio Francia, que cuidó la edición de Centenares. Para quien no lo sepa, es el nombre de finca adonde llegaron, con una mano adelante y otra detrás, tus familiares después de ser expulsados de El Cuartón, por el padre de Inés Luna. Nuestra historia, la intrahistoria unamuniana ¿Cuál es el papel de las instituciones y de los particulares para no perder nuestra identidad?
-M.V.: Es esencial la implicación de los organismos públicos respaldando, haciendo suyos estos trabajos. Este apoyo y difusión estimulan la iniciativa de personas interesadas en recuperar la historia de su entorno que no tienen los medios de realizarlo ni el alcance para difundirlo.
-Ch.A.: Por eso necesario un trabajo como el tuyo o como el del Instituto de las Identidades para seguir insistiendo en lo que es nuestro inmediato pasado.
-M.V.: Necesitamos conocer nuestro pasado para saber quiénes somos; somos lo que nos rodea pero también lo que han sido nuestros antepasados. Quien olvida su pasado pierde su identidad, queramos o no, el pasado estará siempre con nosotros. El caso del Instituto de las Identidades, es un ejemplo a seguir. Realiza una labor impagable con su extensa trayectoria de implicación en la conservación de la identidad de los pueblos a través de sus ediciones y exposiciones para las que lleva a cabo una búsqueda exhaustiva de materiales y documentación en todos los ámbitos.
-Ch.A.: Naciste en Bañobárez, pasaste la infancia en Centenares, la juventud en Salamanca estudiando historia, trabajas en Madrid? ¿Por qué Villavieja de Yeltes?
-M.V.: ¡Yo fui a la escuela en Villavieja de Yeltes, ahí al lado de Centenares. Como cierre diría que a Villavieja se la consideró "el corazón de la charrería" porque durante un dilatado periodo tuvo una identidad propia y muy arraigada, basada en la existencia de una cultura étnica histórica que incluye la lengua con el vocabulario charruno, palabras específicas utilizadas en esa zona; el folklore y el valor de las costumbres del conjunto de personas nacidas dentro de esa cultura. Un hecho fundamental fortaleció esta identidad, el mantenimiento de la manera de vestir. En Villavieja en 1890, todos los hombres vestían de charro de forma habitual y fue decayendo a lo largo del siglo XX hasta desaparecer a final de los años '60. Decían de estos hombres que "nunca tuvieron un traje".
Ese traje que es algo más que un traje, que es identidad, que es historia, que es la riqueza de la tierra. Sonríe Macu en esta mañana de sol y feria en la Plaza de Salamanca, piedra de filigrana charra, chaqueta negra de cuero que recuerda el terciopelo negro del traje de la salmantina. Entre mapas, fotos, libros, memorias y libros en la caseta de la Diputación de Salamanca, la niña de Centenares que abre las puertas de las casas y sube a los sobraos de la memoria para reivindicar a los suyos, nos regala un destello de plata. Con ella está segura la luz de la memoria, y brilla mientras firma este libro necesario. Ya la describió Martín Patino en sus "Espejos en la niebla", Macu Vicente es "sincera, aguda, gozosa siempre", por ello, mientras Inés Luna sigue mirándonos desde el misterio y la fascinación del pasado, esta mujer luminosa desentraña la memoria, la suya, la de los suyos, las nuestra, la de todos. A su lado, Santi Ochoa dispara su cámara. Salamanca, la blanca, quién te mantiene? cuatro carboneritos, que van y vienen.
Charo Alonso.
Fotografías: Carmen Borrego.