Hay un paisaje clínico interior personal, intransferible, que para desgracia de muchos, tiene relieves y excrecencias nefastas (y hasta feísimas estéticamente). Y hay otro paisaje externo que corresponde a los habitáculos físicos donde nos meten a los pacientes y acompañantes. Y aún otro más externo, que supone el lugar donde se ubican esos pabellones. El lugar nuestro, ese que tan bien conocemos, ya sabemos que está en una oquedad cerca del río, adonde las altas torres catedralicias (emblema externo de la ciudad) no se ven. El edificio, un inmueble funcional, años setenta, de techos bajos y no demasiado amplias estancias, algo descuidado ya y lleno casi siempre. A él voy.
Nuestro paisaje clínico en la oquedad del río, siempre tiene atascos ante la puerta. Y gentes que fuman allí. Más o menos disimuladamente, pero lo hacen. Un trasiego sin final. Gente que sale por la puerta de entrada y al revés. Salas de espera llenas. Y demasiado ruidosas. Muchísimo. Están los que no dejan el móvil apagado y hablan y hablan alto. El que discute. El que se queja en voz alta. La familia que monta el pollo porque considera no ser atendida debidamente. Todo eso en voz alta. Altísima a veces. Y carteles con imagen de gentil enfermera pidiendo silencio, por algunos sitios. Y desesperación de otros que sí guardan silencio y se sienten molestos. Y a los que algo le duele y maldita la gracia que hace encontrarse ahí entre voces. Somos un país muy ruidoso estadísticamente (el segundo del mundo creo). Y hacemos gala de ese galardón sobradamente. No sé dónde ni cuándo se puede aprender eso (a callarse, a respetar el silencio, a pensar en los otros), pero deberíamos aprender de una buena vez. Por cierto, que hace algo de tiempo en un velatorio público en el que me encontraba presente, se pidió reiteradamente por los altavoces también silencio. Y las gentes allí, hicieron caso omiso también. Siguió el barullo y el locutor volviendo a pedirlo. Ni caso. Eso que nos sigue retratando tan fenomenalmente. Pero ese lugar pertenece a otro tipo de paisaje del que ahora aquí no hablo. Como del paisaje clínico interior. Eso para otro día.
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