El impresionante bagaje cultural de Amalia Iglesias nace de una niña de campo habitante de una casa sin libros que se recuerda siempre leyendo
Al otro lado de la cristalera de la librería Letras Corsarias, vuelan bajo las palomas, juegan los niños y todo tiene la alegría calurosa de una tarde de casi verano, terraza de cerveza y cielo despejado. Pero es en el interior de una de las librerías más activas y ricas en fondo y propuesta de Salamanca, donde suenan dos voces de notable envergadura, también cálidas y de altura: Amalia Iglesias y Ángeles Pérez López. Y es la segunda, con ese conocimiento profundo de todo aquello que emprende y esa voz, dulce y segura, quien nos adentra, poco a poco, con sus observaciones y sus preguntas, en el mundo de la poeta palentina que, tras un periplo por Bilbao y Madrid, ahora vive en Salamanca, este espacio, según Pérez López, poroso a la palabra y a la presencia de quien vive y escribe en ella.
Periodista cultural, filóloga y poeta de amplia y premiada trayectoria. Amalia Iglesias se reconoce en esa niña de campo que Ángeles Pérez López evoca en un intento de recorrer los primeros tiempos de una trayectoria larga y personal. Un recorrido que terminará en Manolita Café Bar, porque ha sido el empeño de Rafael Arias y de Enrique Clavero el que ha juntado a estas dos autoras de voces fuertes y reconocidas. La de Iglesias, una niña de campo que considera la poesía como uno de los paraísos perdidos donde volver a coger aire porque la poesía es capaz de detener el tiempo y traer al presente otros tiempos. Beber en los primeros manantiales, sonríe la poeta antes de leer, con una voz profunda increíblemente sugerente, sus propios poemas, a instancias de su interlocutora, para ilustrar su relato biográfico a través de los libros. Porque este es un recorrido por su vida y su obra, poemas que el lector hace suyos y que se caracterizan por una enorme elaboración del lenguaje, una gran originalidad y una voz propia que se inició con un Premio Adonais y que continuó, demorada, mientras la autora trabajaba como periodista cultural y tenía la fortuna de tratar a la filósofa María Zambrano, quien le enseñó la relación entre poesía y filosofía.
El impresionante bagaje cultural de Amalia Iglesias nace de una niña de campo habitante de una casa sin libros que se recuerda siempre leyendo y que participó, ya en Bilbao, de una fuerte presión social que impregnó su poesía de carga social y de trabajo solidario. Sin prisa para publicar, habitante de un tiempo oscuro de enfermedad y sobre todo, dueña de un portentoso talento para experimentar con el lenguaje y convertir lo leído en homenaje y reescritura, Amalia Iglesias desgrana con cada verso no su vida, sino su trayectoria en la que el poema es, extrañamente, adivinación anticipada de lo que sería la vida de esta inmensa periodista cultural, de esta poeta de voz profunda que ahora vive en nuestra Salamanca de piedras porosas. Porosas, según Ángeles Pérez López, poeta también de enorme fuerza y originalidad que no duda en entregarse a la obra de aquel a quien presenta, capaces de acoger a todo aquel que quiera vivir y escribir entre sus piedras. Tenemos la fortuna de Amelia Iglesias, Premio Ciudad de Salamanca de poesía 2016, y eso que apenas, apenas nos hemos dado cuenta? fuera, en la Plaza de San Boal, se cruzan, bajas, las palomas, los niños y aquellos que regresan a sus casas? y sigue la poesía.
Charo Alonso.
Fotografías: Carmen Borrego.