"Alencart se pasea por la palabra amor y la destaca. La hace semblanza y vibración: poesía en la que no falta lo más íntimo", resalta el escritor Alberto Hernández
1.-
Un largo recorrido por el cuerpo de la mujer. De una mujer. Un largo recorrido por el alma de una mujer. Un viaje largo por el espíritu de una mujer. La mujer extendida como las hojas de un árbol, hecha una sola expresión, un solo tacto, una sola carne en los sentidos de Alfredo Pérez Alencart.
Alencart se pasea por la palabra amor y la destaca. La hace semblanza y vibración: poesía en la que no falta lo más íntimo, lo más ligado a la soledad amorosa, al placer de decir que existe al lado de una mujer, su desposada, la amada de toda la vida, la que es capaz de insuflar aliento a la poesía de este autor radicado en Salamanca y amante también de sus calles, de sus pájaros, de su clima y de su oficio: labrador de palabras.
Me inclina ante un hilo conductor que hace posible la lectura de una antología elaborada por la rumana Carmen Bulzan, quien además hará correr el libro en Bucarest/ Rumania para regocijo de quienes tienen en el autor peruano-español una referencia de nuestra poesía, la hablada en castellano.
Y digo de un hilo conductor porque favorezco los textos cortos que me asombran, los que me suscitan una aproximación a lo que podría calificar como impronta. El amor es un tema delicado. La poesía a veces lo confronta, lo convierte en tabú y hasta lo deja de lado en procura de otros temas donde el amor es una sensación oculta. Pero en este caso ese hilo conductor le añade creación, metaforización, deslumbramiento, que es lo que me atrae.
La antología recoge poemas de varias de las publicaciones de Pérez Alencart, pero también muchísimos inéditos que Bulzan publica para entregarnos un libro nuevo. Ella divide el libro en cuatro partes: "Amoris causa", "Justamente así", "Mujer de la mañana" y "Esquirlas".
2.-
Cada una de estas partes está precedida por epígrafes del mismo autor y por textos bíblicos, lo que da a entender la cercanía del poeta salmantino a la cuestión cristiana referida al amor, a la fidelidad, al origen de la fiesta amorosa, al compartir la vida en armonía: cuerpo y espíritu en una sola conjunción.
Me recojo en estas imágenes:
"Ninguna costilla salía de mi barro",
en alusión clara al Génesis. No es que contradiga el texto sagrado, sino que crea una nueva imagen: hombre y mujer nacen juntos. Son una sola carne, un solo invento de Dios o de la naturaleza, que a fin de cuentas es lo mismo. El ojo de Dios es igual a un remolino, a las ondas marinas, a los frutales de un prado.
Y así, para completar la anterior:
"Te ensalivo, / mujer, // te amaso a mí",
entonces la mano del amante es la creadora de la criatura. En poesía: el acto amoroso, el erótico, frecuenta el momento de la caricia, el momento del barro creador. Saliva y carne unen, se dan forma con sus humores, olores y sabores corporales.
Aparece el nombre ya intuido:
"EVA:
Tú, a ti te hablo, / hembra del hombre".
Y cierra la imagen del primer libro bíblico con un juego cacofónico en el que los géneros se emparentan en el parecido de su inflexión: "hembra del hombre".
3.-
La poesía, en este caso los rasgos tomados por este cronista para su lectura, se abre, se expande, pero también se recoge, como debe ser en un sorbo que eleva su contenido. Poemas largos advierten cortos espacios para respirar. El aliento del verso alimenta la imagen, la enriquece:
"Déjala ser / a corazón abierto/ sin metáforas".
Desnuda, libre, en carne para ser.
Una digresión destaca en este seguimiento. Pareciera que quien mira se deja seducir por un cuerpo/ alma imaginado. Y afirma:
"Lo más oscuro / es el ojo blanco / del ciego".
En el extenso trabajo de Pérez Alencart habita la intimidad, la casa, la esposa, la inquebrantable relación con la amada, pero quien esto escribe prefiere seguir el curso de las sorpresas verbales, hasta aforísticas. Tomo el camino que me revela como usuario de una poética en la que el asombro es parte de la existencia amatoria:
"Cada instante, tú, exacta criatura".
O: "Aprisiono tu nombre para sentir mi vida".
3.-
Dios no deja de estar presente. La mujer carne de su carne es carne del hombre, del que la procura y la ama, de allí que sea "el álgebra de Dios", el que interviene en su invención, en la creación de ambos en una sola carne, desnuda, mortal pero a la vez duradera durante la mortalidad de la existencia.
Quedan muchos senderos que recorrer en esta larga travesía.
Cierro con estos:
"Bello sacrificio el tuyo, alojándome en los ojos cerrados".
("Una sola carne"/ Antología amorosa 1996-2016, seleccionada por Carmen Bulzan, ha sido ilustrada por Miguel Elías en homenaje a Alberto Durero. Editada por la Diputación de Salamanca, 2017)
SOBRE ALBERTO HERNÁNDEZ
Alberto Hernández (Calabozo, Venezuela 1952), poeta, narrador y periodista. Egresado del Pedagógico de Maracay, realizó estudios de postgrado en la Universidad Simón Bolívar (Caracas) en Literatura Latinoamericana. Fundador de la revista literaria Umbra, es colaborador de revistas y periódicos nacionales y extranjeros. Su obra literaria ha sido reconocida en importantes concursos nacionales. En el año 2000 recibió el Premio "Juan Beroes" por toda su obra literaria. Ha representado a su país en diferentes eventos literarios: Universidad de San Diego, California, Estados Unidos, y Universidad de Pamplona, Colombia. Encuentro para la presentación de una antología de su poesía, publicada en México, Cancún, por la Editorial Presagios. Miembro del consejo editorial de la revista Poesía de la Universidad de Carabobo, Venezuela. Se desempeña como secretario de redacción del diario "El Periodiquito" de la ciudad de Maracay, estado Aragua, Venezuela. Parte de su obra ha sido traducida al inglés, al italiano y al árabe.