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Alencart, poeta espiritual
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POESÍA Y CRISTIANISMO

Alencart, poeta espiritual

Actualizado 15/04/2017

La profesora Stefania Di Leo, también poeta y traductora, reflexiona desde Nápoles sobre la poesía de anclaje cristiano que viene escribiendo el peruano-salmantino Alfredo Pérez Alencart

El misterio del corazón humano puede amar tanto a la vida, a las tinieblas y, sobre todo, a la luz. Nuestro poeta Giacomo Leopardi amaba mucho las palabras misteriosas del evangelio de san Juan, con las que Jesús, ante las grandes aberraciones de su tiempo, exclamó: "Vino la luz al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz" (Jn 3, 19). Leopardi quiso situar estas palabras al inicio de su conocido poema "La Retama", la flor solitaria que veía brotar de la lava exterminadora del Vesubio de nuestra ciudad preciosa, Nápoles.

También Alfredo Perez Alencart habla de luz, en este caso de luz divina, a través de un diálogo interior con Dios y con la naturaleza, con la poesía misma, con lo poético que se da en el mundo, con el lenguaje y sus significaciones, ése estar a medio camino entre la naturaleza y el espíritu. Empecemos este breve repaso con una confesión de parte, su poema titulado "Con Dios":

¡Abierto estoy, Jesús, a tu relámpago eterno,

plegado al suelo donde oigo a un ruiseñor

que trina cuando me expando bajo tu Cruz!

¡Ni al crepúsculo se me rompe la esperanza,

tributaria de huesos que crujieron allá lejos,

amparándonos con su nobilísima ternura!

¡Así, Tú, yo, bienaventurados del milagro

en clave profética, espejos de una alianza

experta en redenciones bajo soles oscuros!

¡Libertad de repente para volver al punto

de partida! ¡Libertad para desordenarme

entre la luz donde seguro es exacta tu Voz!

¡Rasga la noche, Señor, y múdame de esfera!

En esta Semana Santa, ya celebrada la Pascua de Resurrección, y glorificando el poder del Cristo que movió la gran piedra del sepulcro, quiero celebrar a Alfredo Pérez Alencart, poeta y hombre espiritual. Su Poesía es un impulso humano trascendente, en su naturaleza y en su esencialidad. En estos tiempos, afligidos por una violencia deshumanizadora, sentimos preocupación por las manifestaciones externas de depravación del espíritu, el mismo que puede encontrar su consuelo en el misterio de la poesía. El poeta Alencart describe así nuestro tiempo y la religación con el Cristo de antes y después del Gólgota, en su memorable poema 'El sol de los ciegos':

(...)

Soplan vientos arteros y los ojos se adoban

para defunciones de la misericordia.

Se alientan tránsitos inútiles

donde el grotesco proceder busca ser fortalecido.

Se cumplen profecías y la multitud se acicala en los albañales,

mirando sin ver las llagas que ciegan sus ojos,

ahítos de vanidad, dispuestos para inciensos y manjares...

(...)

Estás gimiendo en nuestros huesos creyentes,

haciendo hueco a la esperanza

y al mucho dolor que nos sitia por todas partes.

Aconteces, Cristo, como dádiva o reino

que todavía sigue siendo herida,

como sol de los ciegos de espíritu,

como sentido de continuidad al rojo vivo,

sobreviviente, siempre sobreviviente bajo la piel

de los hombres que asimilan tiernamente la Palabra.

Había que dar estos pasos

dentro de la almendra del misterio

y del pliegue de las revelaciones.

Había que tener los ojos abiertos ante las tablas de la ley.

Había que retirar la lanza del cuerpo del Hombre

que perdona y que a cada hora novena clama

esa angustia que alguna vez a todos nos embarga:

"Elí, Elí, ¿lama sabactani?

"De profundis clamavi ad te, Domine; Domine, exaudi vocem meam", la voz y el grito de Alfredo al Señor es un grito humilde y culto, desde las calles de Lima, o las calles polvorientas de Puerto Maldonado, o un rincón precioso de nuestra querida y entrañable Salamanca. Su poesía tiene un carácter celebratorio, nacida esencialmente del corazón, en elevación y contacto con la Gracia divina. Esta es la esperanza que nos fortalece incluso en las pruebas más duras de nuestra peregrinación terrena. En efecto, sobre nosotros vela siempre la Providencia de Dios, del Dios que, como escribía nuestro gran Alessandro Manzoni: "Nunca turba la alegría de sus hijos, si no es para prepararles una más cierta y más grande".

El mensaje de Alencart se hace más claro porque es de esperanza, y su poesía empuja a que todo corazón debe ser conmovido: su poesía sobrepone, a una fugaz iluminación, esa luz inalcanzable que, además, hace parte de "otro reino", pues se ha hecho canción de un destino, canción y canto en notas del silencio interior. Así anota el poeta:

Era ya antigua la esperanza

cuando yo nací,

pero sus ramas

quedaron a mi altura

y pude subir

hasta el universo del asombro

sin que ningún calendario

me mordiese.

Así estoy,

hasta que Él vuelva.

Alencart nos dona una lectura del mundo con su historia o en su sola presencia: "¿Qué savias vas donando? / ¿Qué otras luciérnagas te rondan?". Aquí el visionario que lee en lo futuro aquello que ha pasado, para interpretarlo; un antes y un después en medio de los cuales se abriría la incógnita del "abismo?". ¿Y no es Dios el abismo colmado? Dios es entonces la luz, el puerto seguro, la resurrección de los abismos. En tal sentido, conmueve leer su confesión de creyente, hecha en otro poema suyo, 'Dios tengo', de antología:

(...)

Si queréis saberlo, Dios tengo

en mi sangre religiosa que electriza el cambio de postura

y las anticipaciones soberanas

para la ardiente hora de la visitación.

Unos toman el sol

mientras mi espíritu se orilla a palabras

que alimentaron a tantos;

mientras mi boca burbujea salmos que no se han ido,

reposados como una hazaña esperando a que despierten

con su tonada antigua.

Pesan en la balanza las dulces premoniciones

y los días urgidos de mansedumbre.

Y yo no me endomingo porque nazco a cada instante,

convertido

bajo la mirada de Dios, sintiéndome

una porción de aire que no se separa de su aliento.

Impalpable criatura tengo

para guiarme, desde la osamenta de la noche,

hasta el cielorraso de las libélulas.

Dios tengo.

Alencart es un poeta que, ebrio de lo humano, va hacia lo divino, lo invoca para compartir la realidad y el sueño, éxodos y exilios que lo serán de varios cielos. Para Alencart, la poesía es algo sagrado en lo cotidiano, lo es de por sí, pero también por el impulso íntimo humano de unirse a un Sentido que le alcance por Gracia y por Verdad eternas; es su idea de la comunidad humana al lado de la de la constelación del Verbo encarnado en el Amor. El poeta va sumando las mitades de Su Amor, sin hipocresías, es cierto, pero sin vergüenza al admitir ser un leal seguidor de Cristo:

(...)

Nada

sino este Cristo al que no dejo

que lo vuelvan a clavar en su forma de estar aquí,

a gusto dentro de mí, pero también de ti

y de aquel otro que limpia su sangre

por cariño al Espíritu,

siendo siervo no por desesperación ni saciedad,

ni tampoco por la estatua de María.

Hombre de Dios, criatura, hijo o hermano

soy de Él:¡qué más da!, pero lo soy

sumando

lo que me sostiene de la noche a la mañana:

las mitades de mi Amor

no levantado con hipócritas palabras;

mis geológicas y unánimes voces en primer plano

aunque ocultas por el deslumbramiento;

mis poderosas razones

para seguir dándole la mano a la esperanza?

Ahora bien, hay que conocer a fondo el cristianismo de Alencart, quien alerta: "Ser cristiano no es estar nombrando a Dios en vano, ni estimarse superior a otros congéneres, máxime si tal cristianismo es cultural, acomodaticio y/o epidérmico". La poesía de Alencart es una meditación sobre la experiencia humana misma. A menudo, entre sus versos, aparece el sustantivo "Parábola", una llama que desde lo espiritual alumbra la senda hacia todo cuanto de sacro hay, impulsa a lo eterno, nos remanda a los Salmos. Sus "parábolas", nos llevan a una profunda reflexión interior, una llama espiritual que alumbra la ruta a lo divino.

Parábolas,

salmos de la vigilia,

sin desmayo

en la honda sangre,

sin calendarios

adversos

en la llama espiritual

que alumbra

la ruta a lo divino.

Desde luego, su confianza en Dios no le exime de su compromiso personal de trabajar para alejar los males que afligen a nuestra sociedad. Habla Alencart de lo hondo de la vida que es una historia contada por los hombres del campo, pastores, como un testimonio entre angustias. El tiempo, el encuentro, los parajes, la comunicación humana y la unión a lo santo y trascendente, en una fe concreta que con el gozo es sacrificio y denuncia.

Terminemos con otra muestra de su excelente poesía de temática cristiana. Se trata del poema '¿Locura?' y trata sobre el estigma que entre los incrédulos pesa sobre los seguidores del "Amado galileo", como suele nombrarlo Alencart. Ya Jesús alertaba a sus primeros discípulos que serían perseguidos o considerados locos. Es un poema de gran temperatura, tanto en el lenguaje como en el significado que contienen sus versos:

¡Probar tu carme me transforma en un loco

que solícito se encadena o pide crucificarse

a tu costado! ¡Libar tu vino es justificación

para saberte manantial que saciará mi sed!

¡Un soplo al oído sin manoseo en la herida

al par de épocas jeroglíficas! ¡Tantas veces

esta locura sagrada y telúrica! ¡Sempiterno

lo ardiente adorable de aquello numinoso!

¡Cuánta locura de limpio aliento meciendo

extremidades, vibrando sin obviar caireles!

¡Cuánta locura crepuscular e intraducible!

¡Cuánta locura lo de clavar y desenclavar!

¡Cuánta locura por esperar renacimientos!

¿Seguirte se considera misión o privilegio?

¿Estar contigo es cantar todos los cantares?

¿Acaso podré ungirte las selectas esencias?

¡Probar tu carne, masticarla en el más acá!

¡Libar tu vino, embriagándome con calma

hasta que engendremos el azul de la dicha!

¡Ser el loco al que sólo se asigne tal tarea!

¿Incapaz el loco para amar de esta manera?

La poesía del peruano-salmantino está centrada en los contornos de lo espacial, para que lo esencial profundo salga a luz, esa luz divina que resulta necesaria para hacer más habitable la tierra.

Stefania Di Leo

Nápoles, Semana Santa de 2017

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