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Platero y yo
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Platero y yo

Actualizado 02/04/2017

25/marzo/sábado

Leo que se cumplen cien años de "Platero y yo", la gran obra del Premio Nobel de Literatura de 1956 Juan Ramón Jiménez. En realidad se cumplió en 2014, porque fue en 1914 cuando se publicó por primera vez. Pero Juan Ramón trabajó más la obra y la edición completa salió en 1917. De esta forma se entienden los homenajes que se hicieron hace tres años y los de ahora.

Cualquier momento es bueno para recodar "este breve libro, en donde la alegría y la pena son gemelas, cual las orejas de Platero?", según escribió en su prólogo el propio poeta onubense. Un libro para niños y para mayores, para mayores y para niños, siempre para toda la persona que tenga sensibilidad para descubrir en la literatura de Juan Ramón Jiménez algo más: un mundo donde la emoción alcanza lo sublime.

El inicio del primer capítulo todos lo hemos recitado de memoria más de una vez: "Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro".

"Platero y yo" lo he leído varias veces. Es de esos libros de cabecera al que uno siempre recurre cuando tiene la cabeza a pájaros. Por eso tengo una curiosa colección de ediciones del libro que cuido con mimo. Y siempre que encuentro en alguna librería de viejo algún ejemplar distinto lo compro. Una de las ediciones lo heredé de mi suegro, Francisco Olías, gran lector, amante del arte y los libros. Es de 1955, de Aguilar, y cuenta con 50 ilustraciones preciosas de Rafael Álvarez Ortega. Otra edición es del Círculo de Lectores, de 1963, y también cuenta con ilustraciones que le dan cuerpo al libro. Son de Armand, mientras la cubierta es de Julitxu. Otra de las ediciones que guardo como el mejor paño es de 2003, la que sacó la Diputación de Zamora tras un trabajo exquisito de José Luis Puerto y Tomás Sánchez Santiago. Las ilustraciones son del gran artista zamorano Baltasar Lobo. Esta edición es impresionante en todo: por lo cuidado de la obra y porque el escultor de Cerecinos de Campos, como todos los artistas excelsos, demuestra una capacidad única para el dibujo. En 1953 Baltasar Lobo ilustró el libro en París.

Los autores de la edición añaden a la obra apéndices y estudios, y en ellos, entre otras cosas, dicen que una de las muchas claves del trabajo conjunto de Juan Ramón Jiménez y Baltasar Lobo es "la atención a lo desvalido y la vida popular, ejes comunes de texto e ilustraciones de esta edición". Esta comunión del escritor y el artista se desarrolló en muchas ediciones más publicadas en diversos países.

En el libro no hay ni una línea desaprovechable, incluso la dedicatoria sobrecoge: "A la memoria de Aguedilla, la pobre loca de la calle del Sol que me mandaba moras y claveles". No me extraña que "Platero y yo" sea el tercer libro más traducido de la historia, después de la Biblia y El Quijote.

28/marzo/martes

Voy a la sala municipal de Valladolid a ver la exposición "Obra gráfica y múltiple contemporánea. De Picasso a Anish Kapoor". Con cierta frecuencia visito esta sala que suele acoger obras extraordinarias. En esta ocasión pude ver obras de Miró, Dalí, Tapies, Valdés, Chillida, Arroyo, Canogar, Gordillo o Barceló, entre otros pintores españoles. También extranjeros: Vasarely, Warhol, Alechinsky o Rainer.

Me entusiasma la pintura. Y me sorprenden los pintores. ¡ Qué capacidad para el dibujo!, ¡Qué facilidad para encontrar la perfección cromática! Me siento inútil al contemplar tanta belleza, tanta intuición, tanta capacidad para la creación. El arte del último siglo, y el actual, no siempre es fácil para la comprensión de nuestro cerebro. Es más, con frecuencia, en un primer momento, lo rechaza. Pero si insistimos, si le buscamos las vueltas, lo bueno siempre se nos termina por aparecer. La evolución de los pintores hacia lo abstracto, como concepto general, es sorprendente. Piccasso fue un genio, claro, y por eso cualquier cosa que tocaba lo convertía en una obra de arte. Porque el arte lo es cuando es algo original, nuevo, exclusivo. Esa es para mi la diferencia entre unos artistas y otros: cuando los genios consiguen obra propia única, diferente, distinta a todos los demás. En esta exposición había muchos ejemplos.

No soy entendido, me dejo guiar por el gusto y el instinto, pero me emociona cuando descubro obras que me tocan el alma. Y siento envidia de no ser uno de ellos. Los plumillas tenemos que conformarnos con juntar cuatro letras. La inspiración divina sólo les toca a los artistas. Suerte que han tenido y tienen algunos.

30/marzo/jueves

Hoy los medios de comunicación recuerdan que se cumplen treinta años del comienzo de lo que se calificó como el primer macrojuicio celebrado en España. El que llevó al banquillo a 41 acusados por el envenenamiento masivo con aceite de colza para uso industrial. El caso, que tuvo acogotado a la sociedad española hasta que se conoció la causa de la enfermedad, afectó a más 25.000 personas, ocasionando 600 muertos sólo en 1981, año en el que se inició el drama. Fue el 1 de mayo cuando falleció en Torrejón de Ardoz el niño Jaime Vaquero. Las autoridades sanitarias confirmaron a mediados de junio que la colza desnaturalizada causaba neumonía. Un mes más tarde se descubre una red fraudulenta de aceite de colza tóxico, siendo la empresa Raelca una de las mayores responsables.

Ocho años después de la primera muerte, en la Casa de Campo de Madrid, se inició el juicio cuyo sumario alcanzó los 250.000 folios. Se llegaron a pedir penas de 100.000 años de cárcel a los 38 procesados, en el juicio trabajaron 70 abogados, colaboraron 50 peritos y hubo 2500 testigos. La sentenciapor el Síndrome del Aceite Tóxico se conoció dos años después de terminado el juicio y sólo se condenó a trece de los acusados a penas entre 6 meses y veinte años. Sólo dos ingresaron en prisión.

Madrid fue el núcleo central de la intoxicación masiva, pero las garrafas de aceite venenoso se extendieron por quince provincias más, entre ellas Ávila, Salamanca, Segovia, Soria, Burgos, Palencia, León, Valladolid y Zamora. Incluso llegaron a mi pueblo, Cañizo. Mi madre estuvo a punto de comprar una de esas garrafas, pero finalmente no lo hizo. No le encajaba el bajo precio con un aceite de calidad. En aquella época se vendía el aceite a granel en las tiendas y los controles sanitarios no tienen nada que ver con los de los tiempos actuales. Entonces se llevaba a la tienda una vasija y se llenaba mediante un sistema parecido a la cerveza de barril.

La intuición de mi madre nos evitó a toda la familia terribles dolores musculares y paralización paulatina del sistema nervioso hasta llegar a la incapacidad total. Eso es lo que les sucedió a tantas y tantas personas. Fallecieron 5000 personas, y otros 20000 nunca más volvieron a la normalidad. Algunos, muchos, aún hoy padecen graves secuelas por aquella canallada. La España tramposa en aquel caso superó todos los límites. Robar es grave. Pero robar y matar no tiene nombre.

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