En la quinta estación realizó un retrato autobiográfico de su familia, por medio del cual selló su autoría en esta obra
Los responsables de los Encuentros Fe y Arte de la Diócesis de Salamanca al estudiar la obra del escultor salmantino José Luis Núñez Solé, autor entre otros del Vía Crucis que se encuentra en la iglesia de Nuestra Señora de Fátima de Salamanca, han hallado en la quinta estación de este Vía Crucis un retrato autobiográfico de la familia de Núñez Solé, por medio del cual el artista firmó esta obra, prefiriendo en vez de poner su nombre, apellidos y fecha, como solía hacer en toda
Así lo explica Tomás Gil Rodrigo, uno de los responsables de Fe y Arte de la Diócesis de Salamanca
Al estudiar de manera pormenorizada cada una de las catorce estaciones del Via Crucis de la Parroquia de Fátima en Salamanca, realizadas en hormigón por José Luis Núñez Solé en 1959, nos damos cuenta que la número cinco, la de el Cirineo ayudando a Jesús a llevar la cruz, presenta unas particularidades que la convierten en original y única. Sin duda la composición principal de esta escena es la típica donde se suele representar a Simón de Cirene ayudando a llevar por detrás la cruz. Núñez Solé retoma aquí la costumbre de poner al Cirineo como un discípulo de Jesús, que mira fijamente su rostro y sigue su mismo paso al caminar.
Tras esta primera contemplación, en la que nada resulta extraño, pronto advertimos en la esquina superior derecha, sobre el Cirineo y tras los travesaños de la cruz, una escena que nos atrae debido a su gran ternura y belleza, se trata de una madre abrazando a sus dos niños pequeños.
Como bien aprecia la historiadora de arte Montserrat González, la imagen de esta madre plegada y reconcentrada sobre su bebé, recuerda a una de las figuras maternales de Picasso de su etapa azul (cf. "Pasión en Salamanca", nº 16, pp.37 y 38, Salamanca 2009). Puede parecernos que nos hemos adelantado a la octava estación, donde Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén, rodeadas por sus hijos, sin embargo, nuestro escultor desarrolla otro tema, una rareza iconográfica de algunos Via Crucis historicistas de finales del siglo XIX o principios del XX, tomada del relato del Evangelio según San Marcos: "Pasaba uno que volvía del campo, Simón de Cirene, el padre de Alejandro y de Rufo; y lo obligan a llevar la cruz" (Mc. 15, 21).
Es decir, en principio esta estación se inspira en este pasaje evangélico al incluir a los dos hijos de Simón de Cirene, llamados Alejandro y Rufo, cuyos nombres se mantienen en el Evangelio de Marcos debido a la importancia posterior de estos personajes dentro de las comunidades cristianas de Roma (cf. "El Evangelio según San Marcos", Gnilka, J. vol. II, pp. 369-370, Salamanca 1986). Sin embargo, Núñez Solé se atreve a más, incorporando a la madre de Alejandro y Rufo y, por lo tanto, la esposa de Simón de Cirene. De esta forma, quiso convertir la quinta estación en una sugerente y viva imagen de una familia que sigue a Cristo en el camino hacia la cruz.
Todo tiene sentido hasta que descubrimos sorprendentemente un detalle que nos descoloca y nos hace dudar, el hijo mayor del Cirineo es una niña, pues aparece con la cabeza cubierta por un velo, prenda propia de las mujeres. Esta libertad del artista no es fortuita, tiene la intencionalidad de dejar su huella personal en este Via Crucis.
Entre 1958 y 1959, período en que realizó las catorce estaciones de Fátima, Núñez Solé estaba felizmente casado con Pepita López desde 1955. Fruto de este matrimonio tuvo dos hijas llamadas Amparo y Elena, nacidas respectivamente en diciembre de 1956 y enero de 1958.
Quiere decir que la mayor tenía casi tres años y la pequeña era un bebé, que no había cumplido uno, edades coincidentes con las de las dos niñas representadas en la quinta estación. Asimismo tenemos la posibilidad de confirmar que estamos ante su misma familia, incluida también su mujer, gracias a la afición de Núñez Solé por la fotografía.
Los numerosos retratos sacados por el artista de sus viajes familiares, conservados actualmente por su viuda, de los que hemos podido disponer, nos han permitido comparar e identificar a cada persona desde sus rasgos faciales. Conversando de este tema con Pepita, la viuda de Núñez Solé, asegura definitivamente este descubrimiento, desde sus recuerdos reavivados cuenta que un ayudante del taller le comentó a su marido, mientras realizaba en barro las figuras de Fátima, que se parecía esta familia a la suya, ante lo cual guardó un silencio pudoroso al verse descubierto.
No hay duda de que nos encontramos ante el hallazgo de un retrato autobiográfico de la familia de Núñez Solé, por medio del cual firmó el Via Crucis de Fátima, prefiriendo en vez de poner su nombre, apellidos y fecha, como solía grabar en casi todas sus obras, la imagen de su mujer e hijas. Un detalle precioso que demuestra que fue una persona extraordinaria y un gran artista, del que todavía nos queda mucho por reconocer e investigar.