Hace ya seis años que Siria se convirtió en un infierno terrenal. El 15 de marzo de 2011, unos estudiantes sirios decidieron cometer el terrible pecado, la terrible osadía, de rebelarse contra las injusticias de su gobierno.
Autor: David García, activista por los Derechos Humanos
Resultaron detenidos y torturados, lo que derivó en la lógica protesta de sus seres queridos y compatriotas. El gobierno respondió tiñendo las calles con sangre inocente. El tiempo no hizo sino empeorar la situación: la oposición tomó las armas y dio comienzo una cruenta guerra civil. Ya no hay "buenos" en esta guerra. No hay bando al que justificar y mucho menos apoyar. TODOS, gobierno sirio, oposición y aliados, han cometido graves violaciones del derecho internacional humanitario.
Las cifras hablan por sí solas: entre 400.000 y 500.000 personas fallecidas (muchos de ellos civiles), más de 8 millones de personas desplazadas, cerca de 5 millones de personas refugiadas y alrededor de 75.000 víctimas de desapariciones forzosas. Tampoco podemos olvidarnos de decenas de miles de personas que han sido ejecutadas extrajudicialmente, torturadas, privadas de alimentos y de atención sanitaria, mientras se encontraban bajo la tutela del gobierno sirio. Y, por último, la cifra más aterradora: cero, el número de perpetradores de estos crímenes que han rendido cuentas.
Amnistía Internacional pide que se rindan cuentas sobre estas atrocidades. Aunque pueda parecerlo, esto no es una cuestión utópica, no es una entelequia política: existen mecanismos de rendición de cuentas. Es cierto que unos son más factibles que otros, pero todos son igualmente válidos, complementarios y, sobre todo, necesarios. Las vías de rendición de cuentas abiertas en este momento son:
Es posible, por tanto, que a largo plazo se produzca justicia si la comunidad internacional se compromete y coopera con las vías existentes para la rendición de cuentas en Siria. No debemos olvidar que lograr que se haga justicia y se rindan cuentas en Siria no es sólo una cuestión interna en la medida de que enviaría un mensaje a los líderes mundiales de que los tiempos de la impunidad de los crímenes de guerra ya han pasado.
Como sociedad, no debemos de perder nunca de vista la idea de que todos somos seres humanos. La cultura y la sociedad siria se nos antojan lejanas e incluso crípticas, pero esta barrera se rompe cuando nos damos cuenta de que, en el fondo, somos iguales. En Siria no están matando, torturando y rompiendo las vidas de los sirios. Están matando, torturando y rompiendo las vidas de nuestras hermanas y de nuestros hermanos. Están pisoteando, despojando de su dignidad, al ser humano. ¿Qué clase de sociedad somos si no reaccionamos ante esto?
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