Llevamos unas semanas políticamente apasionantes. No sólo porque los diferentes partidos están celebrando sus congresos, sino porque están emergiendo debates ideológicos que se ocultaron en los programas electorales del año pasado. No me estoy refiriendo a los procedimientos que utilizan los partidos para ratificar los viejos o nuevos liderazgos, hecho que merecería un análisis sobre los discutibles modelos de democracia interna que están en juego. Me refiero al protagonismo que está cobrando el liberalismo en la opinión pública.
Por un lado, un partido ya importante como Ciudadanos ha decidido abandonar las fuentes socialdemócratas e igualitaristas de muchos de sus cuadros para decantarse por el liberalismo. En las agrupaciones provinciales, el debate no ha hecho más que empezar y algunos líderes ocasionales ya están haciendo las maletas. Por si esta profesión de fe liberal no estuviera clara, Rivera se remitía a «los liberales de 1812», como si aquel grupo de líderes hubiera sido homogéneo y disciplinado. No será fácil mantener la disciplina porque en cada agrupación local parecen entender la libertad de una manera diferente. No todos han leído a John Rawls, Robert Nozick o Friedrich Hayeck y por eso más que liberales son anarco-liberales o 'libertarios'.
Por otro lado, el partido de Rajoy ha hecho filigranas platerescas para salirse por la tangente en las cuestiones ideológicas más importantes que afectan al tipo de liberalismo. Lo hemos visto cuando líderes importantes se han pronunciado sobre cuestiones conflictivas de la ponencia social como la familia y la maternidad subrogada. El hecho de que el término 'humanismo cristiano' haya estado ninguneado en los borradores de la ponencia dice mucho de lo poco que se cuenta o discute entre los cuadros intermedios sobre valores, tradiciones o principios. La maternidad subrogada es una de las cuestiones clave que pone a prueba lo poco (o mucho) liberales que son los redactores de las ponencias. De hecho, cuando surgen estas cuestiones bioéticas los cuadros intermedios apenas saben si tienen que defender el liberalismo, el conservadurismo o el libertarismo. Aunque no les guste el término, muchos líderes populares recién llegados son firmes defensores de posiciones libertarias y podrían ser catalogados como anarco-capitalistas.
¡Quién les iba a decir a los militantes de base y votantes del PP que son unos libertarios! Y para colmo 'Anarco-capitalistas'. Resulta que, los que se creían defensores de la ley y el orden ahora promueven posiciones libertarias y abanderan el anarco-capitalismo. Los congresos locales y regionales volverán a poner sobre la mesa la relación entre liberales y libertarios, un tema espinoso para el que, además de leer a Tocqueville u Ortega conviene leer a Daniel Bell y ponerse al día en las contradicciones culturales del capitalismo.
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