VALVERDÓN | Escenificación del guión de Denis Rafter, que pone de manifiesto toda la singladura humana, intelectual y espiritual de la carmelita del XVI
Según la etimología del término, probablemente el significado original de Valverdón haga referencia a un "valle de verdor". Resulta curioso si tenemos en cuenta su ubicación en plena comarca de La Armuña, donde las amplias planicies de cultivos de cereales parecen abarcar toda la extensión de la zona hasta donde el horizonte se puede alcanzar con nuestras miradas. Sin embargo este pueblo tan cercano a la capital salmantina, probablemente se situara en medio de una amplia mancha de verde que propició otro tipo de labranza como el pasto para animales o las vides.
En cualquier caso, evocando sus paisajes y sus productos, los ciclos de la vida que la Naturaleza conforma en estos parajes, nos recuerdan elementos tan básicos para la existencia, como la luz del sol, la riqueza de los frutos de la tierra, la vitalidad que proporcionan las aguas de un Tormes que riega sus campos, y que impulsó el trabajo de un molino, cuyas ruinas a sus orillas dejan constancia de su pretérita existencia. Las raíces de una larga Historia que enmarca este pueblo, están afianzadas desde los albores de la Edad Media. Su pequeña iglesia parroquial de san Juan Bautista, patrón del lugar, en esta tarde de sábado del 11 de febrero, tuvo el honor de abrir sus puertas para que, de nuevo, "Teresa, la jardinera de la luz", aportara con otros tantos dones un bonito broche a un día de fiesta compartido en este pueblo.
Una mujer excepcional
Han ido pasando los rigurosos días de este invierno, que después de algunos años de bonancible climatología en estas duras jornadas en la meseta castellana, han vuelto ha recuperar sus gélidas temperaturas, que ya casi habíamos olvidado. Seguramente Teresa de Jesús conoció en toda su crudeza inviernos terribles en los que sus viajes por esos caminos supondrían un suplicio inacabable. Sin embargo, esta gran mujer de salud frágil, estaba dotada de una voluntad férrea que la ayudó a superar las mas duras pruebas en el mundo que le tocó habitar.
Para las mujeres en particular, el siglo XVI, supuso en la mayoría de los casos un desapacible paisaje en el que desarrollar sus vidas. En una sociedad dominada por los varones poderosos de cualquier ámbito, político, religioso, militar o económico, el resto de la población era vista desde arriba; y en este contexto, la mujer fuera cual fuese su procedencia social, un elemento de segundo orden. Pero apareció una, que a pesar de su acomodada vida, sintió en su interior un inefable amor por un Dios hecho hombre, un Jesús de Nazaret, a cuya altura se puso y de cuya mano caminó para llevar un mensaje que por sencillo, no se adecuaba a la vida de la mayoría de sus congéneres. Y empezó por su propio mundo, el de la mujer. Y enseñó a sus compañeras de fatiga la posibilidad de elegir libremente el más grande de los amores, que permitiera llenar sus vidas, y ayudar a hacer lo propio con los demás. Y se inició con ella la profunda reforma del Carmelo, que puso en jaque a toda una bien acomodada sociedad.
El teatro al servicio de la historia
Es una historia grande, pero sencilla; llena de un esfuerzo que logra conducir al descanso a todo aquél que entiende la tarea; una lucha que genera la más profunda de las paces. Y su gran adalid fue tan sólo una mujer que caminaba con la luz, porque estaba segura del amor que sentía en su corazón. "Teresa, la jardinera de la luz" es una obra de teatro, que resume en su título todo lo que es capaz de desarrollar en poco más de una hora en escena. Escena que se limita a un altar de la iglesia de cualquier población, porque es el lugar más apropiado para la simbiosis que se produce entre actores y espectadores, cuando gracias a este montaje todos se hallan inmersos en el barco capitaneado por una Teresa que por tantos caminos de nuestra geografía "navegó", dejando una huella que como la estela de un barco en el mar, siempre que vuelve a ser recorrida, vuelve a aparecer.
De esto han sido conscientes los actores integrantes del grupo de teatro Lazarillo de Tormes, que después de representar en tantas ocasiones su magnífico trabajo (ya 139 a lo largo de los dos últimos años), pueden constatar que cada una de las representaciones llevadas a cabo, ha sido única e inmejorable, porque cada público que las ha presenciado ha sido también el mejor y siempre diferente. Y en esta ocasión, Valverdón, ha sido un anfitrión de altura.
Aprovechando las últimas fiestas invernales en torno a la matanza, este pródigo pueblo en tradiciones y celebraciones, ha iniciado el camino de la nueva luminosidad creciente con la acogida a una mujer que regó lo sembrado por ella con la fuerza de la luz que como el agua a los campos, también le llegó del Cielo. Supo compartir con todos, no sólo la cotidianeidad de las tareas mundanas, sino también cualquier sentimiento o miseria nacidos del corazón. Fue por ello una gran abanderada de la Misericordia, porque comprendió todo lo que en el alma y en el cuerpo nos es necesario. Las obras de misericordia es la forma más bella que el ser humano tiene de poner en común su humanidad. En una jornada festiva en la que se comparten las viandas que "dan de comer al hambriento", otro tipo de alimento, el que puede aportar una representación teatral, llegó de la mano del grupo Lazarillo de Tormes, con su maravillosa "jardinera de luz". Pone ante nosotros como si de un espejo se tratara, nuestras mismas necesidades o superaciones, a través de otras historias que no dejan de ser la nuestra propia.
Un texto preciso, el de un guión elaborado por el dramaturgo irlandés Denis Rafter, que pone de manifiesto toda la singladura humana, intelectual y espiritual de la carmelita del XVI, a través de sus palabras, escritos de cualquier índole (pedagógicos, religiosos, epistolares) o literarios, o la narración de sus muchos viajes fundando conventos, trazan un perfil cercano de lo que esta mujer supuso y ha supuesto a lo largo de los tiempos. A esto hay que añadir la brillante elección de las iglesias como escenario perfecto para la comunión entre las energías de todos los presentes en la representación.
Esta idea del productor Javier de Prado ha supuesto un indiscutible éxito para la ubicación adecuada en la atmósfera del convento de Alba de Tormes donde la madre pasa sus últimos momentos. A él llegan un grupo de sus hermanas, vestidas con unos espectaculares hábitos de paño de estameña de la época, que consiguen hacer que olvidemos, amén de la interpretación, que nos encontramos ante las actrices que las representan. La figura del padre dominico, que subido en su púlpito de autoridad, les enfrenta para acusar a la madre de comportamientos inadmisibles para la Inquisición que le envía, acaba de rematar una escenografía sobrecogedora por lo sencilla, elegante y adecuada. La música que nace de un órgano, réplica del que perteneció al maestro Salinas, tocado por otro de los actores de la compañía, hace que no quede ningún resquicio a la duda de que nos encontramos ante una puesta en escena de alta profesionalidad, a pesar de ser llevada a cabo por actores aficionados.
Hace tan sólo una semana que Valverdón, al igual que muchas otras localidades de nuestro país, y siguiendo una antiquísima tradición, celebró su fiesta de "Las Águedas". En este día, y a lo largo de muchos siglos, se pone de relevancia el papel de la mujer, y de manera simbólica se cede el mando a las féminas en cualquier tipo de actividad. Aunque pueda parecer ridículo que se siga recordando la importancia del papel femenino en nuestra sociedad, conformada desde siempre por personas con sus particularidades y capacidades y no por "dos equipos" de seres enfrentados, no está mal darnos cuenta de que a veces las situaciones injustas, se pueden ir resolviendo dándolas a conocer, con paciencia, marcando pasos en un camino de resoluciones y soluciones.
Cuando vemos a las monjas de la obra que esta tarde del 11 de febrero, el grupo teatral Lazarillo de Tormes, nos ha permitido disfrutar en Valverdón, se puede volver la mirada hacia nuestro propio interior, valorando la fuerza que como un milagro cada uno de nosotros posee, al margen de nuestra condición. Teresa de Jesús fue un milagro vivo en su tiempo, que ha llegado hasta el nuestro, totalmente viva. Sus admirables dones son los nuestros. Tomar conciencia de su universalidad nos hace a todos universales. Así pues en esta tarde en que además se conmemora la festividad de Nuestra Señora de Lourdes, cuya historia también nos habla de confianza y fortaleza, Valverdón ha tenido la satisfacción, junto al recuerdo de esta singular monja, de ver lo humanos que son los milagros, cuando se comparte lo que todos poseemos. La tierra que nos procura alimento, como el maravilloso pan, por el que esta localidad salmantina es famosa; o el agua que de ella brota y que un día hizo que una niña de Lourdes colaborara en descubrir la que después curaría tantos enfermos, Da constancia de que la luz que nos transmiten las historias de algunos seres humanos, es la misma que cada uno de nosotros lleva dentro. Una vez más, "Teresa, la jardinera de la luz", ha vuelto a dejar huella en su camino.