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Elefantes en cacharrería
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Elefantes en cacharrería

Actualizado 11/02/2017
Julio Fernández

Profesor de Derecho Penal de la Usal

Los primeros días en el cargo del presidente norteamericano Donald Trump (recordemos que lleva tres semanas gobernando) no han podido ser más xenófobos y dictatoriales. El Decreto por el que suspende temporalmente las concesiones de status de refugiado y prohíbe la entrada de ciudadanos de 7 países, en su mayoría musulmanes, por considerarlos "potenciales terroristas", es un claro ejemplo de lo que no debe hacer el gobierno de un país tolerante, solidario y democrático.

Afortunadamente y, de momento, la separación de poderes es aún una garantía en USA, porque un juez de Seattle bloqueó el Decreto de Trump. Resolución judicial que ha sido mantenida por el Tribunal de Apelaciones, aunque Trump, -que no sólo es el presidente de la primera potencia del mundo sino que considera a Estados Unidos como un cortijo más de su propiedad-, ya ha amenazado veladamente a estos jueces manifestado públicamente que se atengan a las consecuencias porque llevará el caso ante el Tribunal Supremo.

Estas decisiones de Trump, -que colisionan con los establecido en la Declaración Universal de Derechos Humanos y los tratados y acuerdos internacionales sobre la materia-, ya han sido duramente criticadas por numerosos grupos de ciudadanos y cámaras legislativas de algunos de los países más avanzados del mundo. Pero no sólo ha sido este Decreto el caldo de cultivo de la discordia, sino también las declaraciones sobre la construcción del muro en la frontera mejicana (que, por cierto, tendrá un coste de unos 21 mil millones de dólares, según el Departamento de Seguridad Nacional al que ha tenido acceso la agencia Reuters y no 12 mil millones como manifestó Trump). Pero no se quedan sólo ahí las perlas del presidente, sino que también ha manifestado su apoyo a la tortura en los interrogatorios policiales y judiciales. Y todo ello en tan sólo tres semanas de gobierno. ¿Qué pasará si sigue en esta línea cuando lleve 4 años de gestión?

Ante esta patética situación, es necesario que países y organizaciones internacionales reaccionen con dureza contra estas políticas y no con tibieza como lo hicieron los Jefes de Estado y de Gobierno de la UE en la cumbre que celebraron en Malta hace tan sólo unos días.

Pero si lamentable y patética es la actuación de Trump, no menos vergonzosas han sido las declaraciones de nuestro presidente Rajoy cuando declaró, en rueda de prensa, que en la conversación telefónica mantenida con el magnate norteamericano se ofreció a ser su interlocutor en Europa, América Latina, Norte de África y Oriente Medio. ¡Casi nada! Ya le han contestado algunos líderes políticos latinoamericanos que: "América no requiere de interlocutores". Estas "Rajoyadas" no tienen desperdicio. No es capaz de encauzar el problema catalán, de aprobar los presupuestos del Estado y de limpiar la corrupción en su partido (de la que nada sabía, cuando resulta que es el máximo responsable del mismo) y se atreve a ser interlocutor del presidente más cuestionado del planeta.

Sería conveniente que Rajoy no hiciera el ridículo como su compañero de partido (José María Aznar) lo ha hecho en el continente americano. Aznar se creía, junto a algunos ex presidentes latinoamericanos como Alejandro Toledo (de Perú), Álvaro Uribe (de Colombia) o Pérez Molina (de Guatemala), el adalid de la libertad y de la democracia. Aznar y estos amigos se han dedicado a proclamar en América Latina que tiene que haber "más mercado y menos Estado" y que éste debe actuar en defensa de aquél, cuando el Estado tiene que trabajar siempre por la defensa de los derechos de todos los ciudadanos y no sólo de los más poderosos. Curiosamente, estos líderes han proclamado hasta la sociedad en conferencias y convenciones, que han sido ejemplo en la lucha contra la corrupción en sus respectivos países. ¡Qué curioso!, los tres colegas de Aznar están señalados por la comisión de presuntos delitos relacionados con la corrupción y dos de ellos (Toledo y Pérez Molina) se encuentran actualmente en prisión preventiva, aunque Alejandro Toledo está evadido y en paradero desconocido, con una orden de búsqueda y captura internacional. Por cierto, al de Guatemala, antes de ser detenido, le concedió Ana Botella (siendo alcaldesa) la llave de oro de Madrid.

Por tanto, sería mejor que Rajoy fuera prudente y se mantuviera calladito, no sea que dentro de unos años pase a la historia por ser el bufón del más infame presidente del país más poderoso de la tierra.

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