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La intrepida flor del almendro
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La intrepida flor del almendro

Actualizado 07/02/2017

Soy la Tierra "vuestra madre", con todo el cariño quiero dirigirme a vosotros queridos hijos, me consideráis muy viejita ? la abuelita- que por sus muchos años no sabe bien lo que dice y hace ¡ No queridos! soy sabia, los años me han dado el titulo "del saber" Desde siempre os llevé en mi regazo y entre mis brazos, la vida es dura, por ley, sería yo quien os diera la despedida final, en mi caso no va ser así, viviré más años que vosotros, por lo cual volveré a meceros y abrigaros en mi seno? ¡no tengáis miedo!. El daño que me hacéis, la mayor parte de las veces, no es por maldad, son descuidos, prisas, y porque pensáis que nunca voy a desaparecer.

Os invito a qué me escribáis una carta, mojando la pluma de insabores en tínta de lluvia; ¡cuéntame hijo tus inquietudes y tus miedos!, también todo aquello que has logrado, entonces la alegría que sienta será infinita. La misiva tiene solo una finalidad agitar vuestros recuerdos y haceros pensar.

El mundo moderno parece haber olvidado el valor y respeto que tiene "la madre", y lo que aporta: seguridad y fuerza cuando los problemas te acucian, ven, espero solamente unas letras, observa como después de un sueño de meses, retorno y vuelvo a ofrecerte mi corazón. Solo he dormido un rato ? comienzo a despertar.

CUENTO

EL VIEJO TRONCO DEL ALMENDRO

Había una vez un anciano de larga barba blanca, ojos verdes y soñadores que con los años se había convertido en sabio. Leía el misterioso lenguaje de las constelaciones, sabía la lingüística de las piedras y conocía las propiedades curativas de las plantas.

Un día de cielo azul y sin motivo aparente se convierte en un bello y retorcido almendro, era noche de luna llena, el arbol buscó en su interior, allí donde latía pausadmente el corazón, lo coge entre sus brazos temblorosos, y lo parte en cuatro pedazos.

Construyó con el agua caída de las montañas en invierno, cuatro caminos, de cuatro colores: rojo, verde, blanco y negro, con fuerza y cariño, lanzó sus trozos de corazón a los puntos cardinales.

El camino rojo se dirigió al trópico, donde no se dio cuenta de que otoro corazón rojo lo esperaba desde hacía muchos siglos. El verde, salió en busca de la primavera, y quedó atrapado en un magnífico emparrado de pérgolas violeta. El camino blanco ¡soñaba! ¡Soñaba con llegar a tierras desconocidas!, en la ensoñación se cruzó con una hermosa paloma que se adueño de él.

El camino negro, pasó desapercibido para todos, olvidaban que era el más veloz , llegó a una ciudad bulliciosa, observa atento cada movimiento de sus habitantes y decide cruzarla; el barrio de comerciantes llama de forma especial su atención... se detiene ante la tienda de un mercader de joyas, habla largo rato con él, parece bueno y honrado , no duda en regalarle un trocito del corazón.

Un estremecimiento recorre en ese mismo momento, el nervoso tronco, es en el mismo instante que el mercader de "apariencia buena" guardaba el trozo de corazón regalado, en una urna de cristal y la cerraba con una llave de oro.

El almendro habitaba muy lejos del suceso,pero la mágia de la naturaleza hace que tome forma humana, y con su barba blanca y túnica verde campo, comienza a peregrinar. Caminos polvorientos y llenos de peligros le esperan.

Los caminantes que se cruzaban con él, y los pastores que lo veían pasar mientras guardaban sus rebaños en las verdes praderas, sentían que un hechizo emanaba de tan extraño personaje.Dejaba paz y ternura a su paso.

Finalmente, el anciano llegó a una ciudad perdida del mundo, se dirigió sin dudarlo ni un segundo a la tienda del mercader, dispuesto a recuperar el trozo de su corazón sin importar el precio que por él tuviera que pagar.

-¿Cuánto quieres por él? -preguntó señalando la urna.

-No está a la venta -respondió el mercader-, sorprendido ante la extraña apariencia del forastero.

-Te ofrezco lo que quieras: las perlas más grandes y hermosas, esmeraldas verdes y relucientes, amuletos poderosos...

-¡Ni hablar! -interrumpió el mercader-. Te contaré mis planes: voy a cambiar este pedazo de corazón extraño por la joven más bella del mundo. ¡Jajaaaaa! ¡Jaaaa!

Pasó un año entero, y un buen día el mercader regresó del país de las nieves y las noches perpetuas. En la grupa de su caballo iba sentada una bellísima joven.

-Pronto habremos llegado -le dece el viejo hombre sonriendo-. Verás qué magnífica es tu nueva casa.

La había comprado a una familia muy pobre y con muchos hijos.

Te aseguro que no escatimaré nada para hacerte feliz, joyas, sedas, todo lo que se te antoje lo vas a tener, y seguro que olvidas al pelagatos joven que deseaba fueras su mujer ¡un miserable igual a tu familia!

El azul del cielo y la suave caricia del sol de primavera no hacían presagiar que estaba a punto de desencadenarse una terrible tormenta. De repente, el cielo quedó cubierto de negras nubes, y los rayos y los truenos se sucedían sin cesar. Un viento huracanado empezó a soplar con fuerza.

El caballo, preso del pánico se encabritó, y el mercader salió despedido con tan mala fortuna que chocó de cabeza contra un árbol y murió al instante.

Milagrosamente, la bella joven y los sirvientes que le daban escolta, quedaron indemnes, prosiguieron su viaje hasta la casa del mercader, donde la joven se quedó a vivir.

Pasaron los meses, y un día el almendro mágico, después de tomar de nuevo forma humana, se acercó a la ciudad lejana, detuvo sus pasos frente a la puerta de la casa del viejo mercader.

Una hermosa joven le franquea la puerta, al cruzar sus miradas, fue como si se conocieran desde siempre. La muchacha iba a pedirle que tomara asiento,se le veía agotado, pero un griterío en la calle acalló su voz.

-¡Apresarlos!¡matarlos! ? decían los vecinos entre fuertes gritos -. ¡El anciano es un mago! y ¡ella una bruja!

Así fue como los guardias los encerraron en la cárcel acusados de brujería, por lo que fueron condenados a morir en la hoguera.

-No quiero que mueras -dijo el anciano la víspera de la ejecución-. Dame tu brazo.

Entonces, tatuó una pequeña barca en el blanco brazo de la muchacha.

-Gracias a esta barca, conseguirás hacerte invisible y obtendrás la libertad. Dibuja una barca parecida en el aire, cierra los ojos, embarca en ella y saldrás de aquí con rumbo a donde desees.

La joven siguió las instrucciones del anciano y cuando, al día siguiente, los guardias entraron en la celda, solo encontraron un tronco de almendro viejo, seco, del que salía una rama joven y tierna, luciendo flores rosadas y blancas.

El almendro jamás llega a morir sin dejarnos un obsequio cada primera...sus hermosas flores.

Isaura Díaz de FigueiredoLa intrepida flor del almendro  | Imagen 1La intrepida flor del almendro  | Imagen 2

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