Que Dios nos coja confesados
Aunque el proceso había comenzado ya con ocasión de su victoria como competidor republicano de la demócrata Hillary Clinton, y se mantuvo moderado durante la campaña electoral porque las encuestas daban como ganadora a Clinton, la cosa se complicó cuando luego obtuvo la victoria como presidente de los Estados Unidos el sorprendente e impredecible Donald Trump.
Nos sorprendieron siempre sus extemporáneas expresiones y propuestas, pero la cosa ha ido subiendo de tono con las primeras decisiones, tanto decretos como nombramientos. Ya había habido en los Estados Unidos manifestaciones contra Trump, saltándose las tradiciones que llevaban a los ciudadanos a aceptar cerradamente al presidente electo y más todavía al presidente efectivo, al que siempre se le solía respetar los primeros cien días de gobierno.
Aquí las cosas han llegado al colmo de la decepción y la protesta con la determinación de Trump de prohibir a inmigrantes de algunos países musulmanes entrar en los Estados Unidos. Eso ha llevado a grandes concentraciones de protesta, no sólo en el propio país, sino también en Gran Bretaña. Incluso las redes sociales se han manifestado en contra sobre todo en los Países Bajos y en Grecia, curiosamente.
Hasta el mismo presidente saliente, Barack Obama, lejos de toda práctica anterior en los Estados Unidos, se ha pronunciado en contra de los procedimientos y modos del presidente Trump, alabando las manifestaciones de los ciudadanos estadounidenses y animándolos a seguir tomando partido por los derechos y tradiciones del país, que él mismo considera que están siendo amenazados por el nuevo presidente.
Junto con los decretos de exclusión de los extranjeros, lo que ha exasperado a muchos es la fanfarronada de propuesta de construir un muro entre Estados Unidos y Méjico, y amenazando con que sea este país el que lo pague voluntaria o forzosamente, mediante impuestos especiales a los productos mejicanos que se pretendan vender en los Estados Unidos. Y hasta ha forzado a las empresas americanas a cerrar sus plantas en Méjico y retornar a Norteamérica.
Otras expresiones de desprecio hacia Europa, China y otros, contribuyen a aumentar las críticas de todos los países afectados, que son la mayoría, como manifiesta la expresión proferida por el presidente en su primer discurso de América sólo, todo para América, en que se podía resumir el discurso.
Las reacciones y protestas de los ciudadanos de diversos países están siendo abundantes, pero también hay protestas de las autoridades políticas de diversos países que se consideran despreciados o afectados.
Hasta los obispos de Méjico y de los mismos Estados Unidos han elevado sus protestas por las exclusiones promovidas por Donald Trump, y le animan a que construya puentes y no muros, trabajando por la unión entre los países y los pueblos y no por los enfrentamientos y exclusiones. En concreto, los obispos americanos invitaron a Trump "a hacer una reflexión más profunda acerca de los modos como puede procurarse la seguridad, el desarrollo, la activación del empleo y otras medidas, necesarias y justas, sin provocar más daños de los que ya sufren los más pobres y vulnerables".
Hasta el Papa Francisco, con la discreción y el buen hacer que le caracteriza y ateniéndose a lo políticamente correcto, ha hablado lo suficientemente claro advirtiendo al presidente de la gran nación estadounidense de la conveniencia de buscar formas de unión y no de separación y distanciamiento. En concreto, el Papa Francisco se ha pronunciado a favor de "construir puentes entre personas, que nos permitan romper los muros de la exclusión y de la explotación".
Y lo más grave es que todas esas actitudes de Trump pueden animar a movimientos xenófobos de gobiernos, partidos y movimientos, tanto en el interior de los Estados Unidos como en otros países del mundo, incluidos los europeos, donde amenazan con hacerse con el poder político partidos radicales y extremistas, con tendencias separatistas y de encerramiento en sí mismos de grupos y países.
El mundo está revolucionado y hay peligro de enfrentamientos políticos y aun militares, amenazando con complicar las tensiones y conflictos que dan la impresión de que estamos ya en una tercera guerra mundial por etapas. Y no parece que Donald Trump ni sus colaboradores elegidos vayan a contribuir a suavizar las tensiones, sino más bien a agravarlas. Que Dios nos coja confesados.
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