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Morir por la libertad. 40 años de los asesinatos de Atocha
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Por Ángel Hernández (CC.OO.)

Morir por la libertad. 40 años de los asesinatos de Atocha

Actualizado 24/01/2017
Redacción

Me pregunto si realmente los sindicalistas del siglo XXI estamos a la altura del precio tan alto que ellos pagaron para sacar al país del ostracismo, de la precariedad, luchando por y para la conquista de derechos y libertades, en definitiva, de la Demo

Hoy se cumplen 40 años de aquel incalificable acto terrorista cometido por la fascista ultra derecha española. 40 años en los que familiares, amigos, compañeros, militantes, no hemos dejado de acordarnos y recordaros.

Morir por la libertad. 40 años de los asesinatos de Atocha | Imagen 140 años que han pasado muy deprisa - supongo que para personas como el compañero Alejandro Ruiz-Huerta no habrá sido tan rápido - aunque pareciese que fue ayer. Cierro los ojos y veo un sillón lleno de papeles ensangrentados, un teléfono, un cartel de CCOO, las luces de las lecheras y ambulancias... Y una manifestación de dolor por las calles de Madrid que me desgarra las entrañas.

La semana venía jodida desde el principio. Las muertes de Arturo Ruiz y Mari Luz Nájera, el secuestro de Villaescusa, una huelga del Transporte que traía de cabeza al poder franquista. Un sindicalista en el punto de mira podría considerarse el fin de un injustificable y vil hecho que marcó los designios de la transición a la democracia. Aunque, en las cloacas del fascismo, se cocía algo más gordo. Aquello pretendía ser un golpe de estado no declarado. Había que terminar con quienes daban cobertura y asesoramiento a los trabajadores y organizaciones clandestinas, desde pequeñas estructuras denominadas despachos laboralistas. Abogados a los que no les temblaban las piernas cuando se sentaban frente con frente ante jueces corruptos y comprados por el poder, como el juez Rafael Gómez Chaparro, máximo responsable del nefasto proceso judicial, si es que puede tener el rango de proceso, que dejó en libertad a uno de los asesinos y al resto... El resto de los "camisas azules" se fugaron a la primera de cambio.

Abogados, jóvenes abogados, militantes del PCE y de las CCOO que, si se me permite la expresión, ejercían desde el rigor y la profesionalidad que la ley exige y a la vez con el corazón encima de los despachos, conocedores de los abusos, de las tropelías que cada día cometía una patronal apoyada y dirigida por el sindicalismo vertical.

Y entre ellos, entre quienes dieron su vida por la libertad, por la democracia, por la justicia social, por la defensa de los derechos y reivindicaciones de los trabajadores y trabajadoras, un estudiante salmantino de apenas 27 años, hijo de ferroviario, incorporado al despacho de Atocha 55 para hacer sus prácticas y arrimar el hombro como uno más, como entonces hacían los militantes de clase, los de verdad.

Cada año, próximos a este inolvidable 24 de enero, los compañeros y compañeras de CCOO, del PCE, de otros partidos e instituciones, recorremos ese frío camino entre cipreses que nos lleva hasta su sepultura, donde descansan sus restos. Cierto y justo es reconocer, que gracias a la gestión y colaboración de gente de bien, hoy Serafín Holgado tiene un monolito en el barrio de Pizarrales en homenaje a su persona, que se complementa con el nombre de la calle Abogados de Atocha, calle donde se ubica la sede de nuestro sindicato.

Y hoy, en este 40 Aniversario del asesinato de Enrique Valdevira Ibáñez, Luis Javier Benavides Orgaz y Javier Sauquillo (hermano de Francisca), de Serafín Holgado y del administrativo Ángel Rodríguez Leal, no puedo por menos que preguntarme si lo estamos haciendo bien. Si realmente los sindicalistas del siglo XXI estamos a la altura del precio tan alto que ellos pagaron para sacar al país del ostracismo, de la precariedad, luchando por y para la conquista de derechos y libertades, en definitiva, de la Democracia para España.

La respuesta es fácil: más de cuatro millones de parados; una tasa de temporalidad del 24%; la caja de la Seguridad Social con telarañas; las pensiones cuasi congeladas al igual que los salarios; las convenios colectivos secuestrados por la patronal y la Administración; la sanidad y la enseñanza, agonizando; la lacra de la violencia machista y del acoso laboral y escolar creciendo cada día...

Definitivamente, Enrique, Luis, Javier, Ángel y Serafín, algo no estamos haciendo y lo que hacemos, no lo hacemos bien.

Ángel Hernández Torres

Secretario Gral. del Sector Ferroviario de CCOO

Salamanca

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