Primera entrega de la obra que SALAMANCArtv AL DÍA publicará cada semana en las secciones de Opinión y Cultura (Introducción y primer capítulo)
INTRODUCCIÓN
También sean ganas de confundir Vuestras Mercedes haberme traído aqueste reluciente y empedrado Palacio de Congresos por la evocación y memoria de mi libro primero en esta jornada de glorias con la que su ciudad de Salamanca, y la mía que fue por nascimiento en la vida real, me honra con estos fastos y disertaciones organizados en el "2002, Ciudad europea de la cultura" sobre "Personajes salmantinos en la Literatura Universal", para luego afligirme la cabeza con nonadas de si el autor de mis letras fuese D. Alfonso de Valdés o D. Diego Hurtado de Mendoza, o quizás D. Sebastián de Orozco. U otros varios que a ustedes parézcanles para sus conveniencias. Y más y más digan a su antojo, sin consideración a mis cansancios de persona mayor, sobre unas u otras fechas de mi nascimiento como si asunto de vida fuera y de ello hubieran de comer.
Pues hagan guerras Sus Señorías como otros hiciéronlas en Flandes arrojando partes de mí contra el su enemigo para salir triunfadores a mayor honor, más déjenme tranquilo, y a mí no me pregunten, que memoria no tengo de mi alumbramiento literario, pues a todos nácennos sin pedir permiso y yo de repente vime escrito de completo y terminado, con las vocales todas crecidas y en su sitio y rodando de mano en mano por sacristías y palacios, entre burlas y dimes y diretes de soportales y plazuelas. Todo ello con grande enfado de algunos de la Inquisición y contento dotros, entre los cuales nunca supiera conoscer la cara de mi padre o autor, que debió ser muy guardada por miedo a perder posición de noble, que ni en el Limbo de las Letras donde agora habito haya rostro dél, ni ocupe el su sillón, que hállase vacío. De cuanto salgo en ganancia pues que no he de compartir honores con mi paternidad, como ocúrreles a otros, tal que mi señora Celestina, de quien murmuran también Sus Señorías en sus discursos de estos fastos culturales, que, en queriendo lucir sus glorias, el su señor D. Fernado de Rojas mándala callar y todos a él escuchan con más atención, que padre fue de la criatura.
Y si yo nada pueda decilles sobre el autor de mi alumbramiento con ser parte interesada, déjenla en paz la tal cuestión pues más a mi gusto me encuentro yo así, que quien a muchos padres pertenesce, de ninguno sea, y de todos los que me vean y lean he de ser. Así que mejor de anónimo padre siga y a todos sirva mi lectura y conoscimiento, tanto a los que busquen superficial deleyte como a quienes ahondar quisieren en profundidades y aprender dello. Mala cosa fuese que a mis años padre me descubrieran, D. Fulano de Tal y Tal, y pleitesía y reverencias obligáranme a hacerle, que esas sean cosas a aprender de mozuelos, que de mayores sea dura como la de los templos griegos la columna para se doblar y reverenciar. Déjenlo en su sitio y a otra cosa de más substancia dediquen las sus fatigas.
Mas ya veo que en nada convencíles y que otro toma turno del anterior y habla y porfía sobre cúal fecha fuera de mi escritura y edición en letras de molde y niega unas y otras defiende según legajos que sobre la mesa saca acerca de Cortes que su Magestad hiciera en Toledo. Y otro hay que dice en contrario con cajas destempladas y cítame en página y pasaje pertinente "a la de los Gelves", y enfádase como si allí hubiera él estado, el sapientísimo. Y vuelta la burra al trigo el primero con los legajos, razonamientos y citas.
Mejor arregláranlo con duelo de espadas para lavar su honor que no con voces descompuestas que malsonantes sean en tan adornado recinto de piedras nuevas. Dígoles que yo ya dije cuanto hube de decir y en los papeles escrito esté, y de lo no escrito qué interés se les tiene si ni el autor tuviéralo, que si él lo tuviera, bien claro lo dejara. Pues cuanto quiso, hambres y servidumbres por mí sofridas, dejáralo escrito en mi piel, así que léanlo una y mil veces, y dello aprendan. Y dénselo a leer a personas importantes como Vuestras Mercedes, tanto de juglaría como de clerecía, y no sólo a bachilleres que hartos estén de mí por cuanto mis adversidades y desventuras tiénenlas por suyas propias en tantos exámenes como les hacen; y así, pobres mandados, en vez de leerme para se distraer y holgar y aprender a no pasar cuanto yo pasara, ándanse enredando en poder repetir y repetir a pie de letra las peripecias que ocurriéronme con clérigos bribones y cegadas personas por la avaricia y crueldad.
Demasiado serias estas Señorías sean con su sierva la literatura y oblíganla a justarse a muchas normas como si persona vieja y enlutada fuera, cuando en verdad sea mozuela joven, y juegos quiera, y diversión, como en mis páginas haya, pues sin humor sécanse las palabras y abrasan las lenguas al decillas. Por ello he querido venir a esta mi resurrección a la que me invitara ese dómine gordo del Consorcio Salamanca 2002 vestido desta guisa que contemplan, que ya veo que no sea moda, y aun mucha risa cause a quienes al volverse venme, y con aquesta misma habla que mi autor hízome tener, aunque con más imperfecciones y grosero estilo, pues justo sea, como dicen los Santos Evangelios, que no fuese más el discípulo que su maestro. Y muchas palabras olvidáronseme en este largo camino. Y otras aprendílas de mí en este viaje y de mí las digo, pues que justo también sea, como modernos autores aconsejan, que los hijos crezcan, y aunque parescerse deben a sus progenitores, su propia vida han de vivir y contar a otros si les pluguiera. Y en ello espero ocuparme agora aunque nadie me haya pedido.
Así dense priesa Vuestras Mercedes y abrevien este parlamento a mí dedicado que voyme cansando ya de escuchalles cosas de mi vida que fue, y cuanto quiero, y por lo que vine, fuera por conoscer lugar donde yo naciera en mi vida real e imaginada de mi autor, en la aldea de Tejares, en aquesta ciudad de Salamanca, cabe la ribera del río Tormes; y mirar si hermanos míos hubiese hoy.
Dense priesa de llegar cuanto antes al vino de honor, que más que leerlo en programa, huelo ya las esencias del queso y las hebras del pernil, amén de esos efluvios de buen vino que por algún resquicio de aqueste sólido edeficio se filtran. Mucha sea la añoranza de tales viandas, pues que en vida apenas las catare y en la República de las Letras no las dejan entrar por no enviciar Sus Señorías de contentos carnales. Bien se ve por las insensateces que escucho, questos no cumplan la antigua sentencia que predica sea primero tener lleno el estómago para que la cabeza bien discurra. Allá ellos, que privaciones no haya, mas bien en contrario, pues nótase a la legua por lujos deste Palacio questos fastos organízanse con dineros de Diputación y Ayuntamiento y largas pecunias europeas, a lo que abajo del programa leo, y estos mandamases más ricos sean que mis antiguos amos, pues que no malgastasen agora los maravedís contra turcos y sarracenos, sino que de lo que a todos cogen con haciendas varias, denlo empleo en glorias y donaires por los que salir en papeles y a las gentes decir cuánto trabajan para que no menéenles sus asientos.
Síguenle buscando tres pies al gato de mi libro, y hácenlo agora en lengua de enemigos del Imperio, que no entienda yo el tal romance; y si yo no lo entiendo, que aunque pobre y en la calle crecido, en compañía de muchos cultos hombres siglos llevo, cuánto menos otros de mi condición que hoy sigan en la calle atención prestarán a cosas tan sotiles. Y por ello a otras malas artes dedicarán su tiempo y esfuerzo. O quedarán prendidos de tontunas con bodas de princesas, cacerías y fatuidades reales, o diatribas de auctoridades sobre culpas de las hambres ?que si tú, que si yo, y tú más-, o de vidas y amoríos de Amadises, o de lances de espadas en constantes torneos de pelotas, o en masivos embelasamientos con el Sálvame diario, para huir de sus zozobras propias y buscar lugar en el reino de las glorias vanas y de las musarañas do yo mismo habito en este instante y mi vista reposo por paredes y guirnaldas del Palacio para pasar esta tormenta.
Cánsome ya en demasía y este viento frío que por bajo las piernas siento bien veo que acabará trayéndome toses, pues que las oigo caminar por mi duro pecho de bronce, como recuerdo para poder seguir contando desventuras incluso de resucitado, ya que vestido no trájeme de prestado sino esta raída y faldicorta estameña con la que anduviera en real vida y que el gordo del Consorcio, Su Merced Cavero, hiciérame traer si más maravedís quisiera yo cobrar en el contrato. Mas como estas ínfulas culturales de la mi ciudad de Salamanca raras sean y tan de ciento en viento prodúcense, aprovechar debo, que en glorias culturales no sea yo menos que la Caballé o el Sabina. Y si ellos, y tantos como en los papeles vea, del bote chupan, por qué yo no que de aquí soy y más derechos tenga.
Aquestas posaderas quéjanse ya de tantas horas arrecostadas contra el asiento, por muy que de terciopelo sea, que en vida nunca probáralo ni acontumbréme. Y dígoles, Vuestras Mercedes, que no aguantan más, pues los espíritus literarios, por muy espíritus que fueren, posadoras tienen prestadas para la evocación y sean posaderas harto quebradizas y frágiles, que por el paso de los siglos ya no sean como cuando jóvenes teníanlas aunque mal alimentadas.
Y pues he de volverme a mi lugar de procedencia a las primeras luces del día que venga tal y como en cláusula de contracto me escrituraran, si no acaban Vuestras Mercedes con sus disquisiciones y nonadas, acabo yo, quel día ya se avanza y réstanme tan sólo breves horas de asueto terrenal, pues que avaros han sido estos doctos letrados no dedicando a mi persona sino una jornada. Así que con su venia yo me ausento, aun cuando haya de dispensalles con harta pena el vino de honor, que el hambre que agora siento es vicio comparada con la que fue. Agradézcoles la invitación y donaires, mas diríjome a cumplir mis propios fines y llevar a buen puerto el viejo sueño que en vida nunca lograra realizar por falta de posibles, de volver a mis antiguos lugares donde me hicieran nascer y diera los primeros pasos por aquesta ciudad de Salamanca. Recorrer quiero hacia atrás la memoria de mis primeras penalidades y sofrimientos y buscar otras gentes que las pasaren hoy y aún contallo por si alguno dello aprendiera.
Salíme del edeficio y presto varios alguaciles que en su derredor holgaban entre chanzas y contentos acercáronseme para servirme y agasajarse como a persona principal, y eso aunque yo nunca dijérales quién era, mas como del salón de nobleza viéranme salir, coligieron se tratara de algún docto estudioso vestido de estameña para la representación, o ser de algún lugar extraño cuyos hombres así vistieran. Uno de los alguaciles que paresciera el oficial preguntóme:
-¿Qué se le ofrece, señor?
-Reconoscer la ciudad quisiera, pues que mía fue -díjele-, y sus gentes, y saludar la aldea de Tejares donde todo comenzara- contéstele, abrumado por tanta caballerosidad.
Conciliábulo hicieron entre varios de los alguaciles, todos muy de fiesta y endomingados con las libreas de su condición abrillantadas, y notaba yo sus miradas a hurtadillas y comentarios retirados, sin duda sobre alguna de mis rarezas, por la forma burlona que tuvieron de mirarme. Luego desto, un apuesto mozo, crecido ya, no más de cuarenta años sobre su cuerpo, tez morena de laborar lentejas por la planicie de La Armuña, como más tarde supe, acercóse y díjome:
-Para lo que guste, señor, a su disposición- e inclinóse reverente, mientras señalábame un lujoso carruaje negro y reluciente, aunque escaso de alturas, como yo en mis días no viera. Invitóme a entrar en él.
Subíme en tan fausto carruaje y hundiéranse mis costillas en el mullido y aterciopelado asiento hasta producirme cosquillas en el estómago por el contento y la comodidad. Nunca en mi vida, cuando condenado estuviere a servir a amos de baja estofa y de precarias fortunas, habíanme subido a galeras reales como aquella, por lo que confuso estaba y como sin habla quedéme allí prisionero. Pasados unos instantes, vuélvese el auriga de su pescante delantero y preguntóme respetuoso:
-¿Por dónde quiere usted comenzar el recorrido?
-Por do Vuestra Merced más le plazca, gentilhombre -contestéle-, que ha muchos años que viera en mi infancia esta ciudad, y muy de paso, pues mi señor raudo ausentóse por no ser ciudad de ganancia suficiente para su avaricia. Y desconózcola a pesar de que en cuántas ocasiones soñéla y quise vella y aún recorrella en vida, mas no me fue dado sino esta resurrección. A fe que no recuerdo más que las orillas del río porque en ellas me parieron, el agua turbia de su cauce por los continuos restregones que con ella mi madre me diera en la infancia primera para liberarme de la roña, y una puente de guijos, áspera para los pies descalzos, que decíanle de los romanos y en cuyo final hallábase una forma de toro de piedra que mejor no mentalla.
-Perdone mi curiosidad, señor, por su habla y vestido dudo si es usted extranjero o de alguna otra autonomía histórica con derecho a lengua propia.
-Quiá, mozo. Del siglo XVI -contestéle.
-Ah ?dijo-, y quedóse confuso entre sí.
Saciada que hubo su curiosidad con no sé qué aprovechamiento, más bien escaso a lo que me paresció, silencióse el auriga, azuzó los caballos y partimos.
Balanceábase el carruaje con inusitada suavidad como si nos deslizáramos por entre nubes o mundos de fantasía. Mucho contento era para mis posaderas, maltrechas por duras horas pasadas en el Palacio escuchando nonadas. Y mucho contento para mis ojos poder mirar por defuera del carruaje y contemplar el ir y venir de gentes por calles sin ser atropelladas por el millar largo de carruajes que con su rapidez amenazábanles. Y oír mozuelos, muchos mozuelos divirtiéndose en altas voces sin ciego a quien servir ni hambres que pelar, a juzgar por sus mofletes y sonrosados colores. Víanse también dulces ancianos, solitarios, a quienes nadie robaba a pesar de su soledad y que parescieran todos gentes de buena posición. Y vía dignas señoras de cuerpo enjuto, por demás delgadas que cuantas damas en mi tiempo fueran, como si sólo a ellas negáraseles la longaniza y los torreznos.
Llamáranme a la vista viejos edeficios en estado de ruina con tantos años como mi humilde persona, y cómo carruajes cruzábanse en desorden por laberintos de calles sin rozarse, que parescíame milagro; y hasta pude alegrar mis deslumbrados ojos con las serranas figuras de algunas damas que en postura provocativa, con las sayas en exceso cortas y de colores harto relucientes ante la mirada pegajosa de mirones, andaban cuatro pasos por delante de sus casas para desandarlos luego en un trajín de idas y venidas como si el tiempo entre sus piernas se entretuviera.
Entre sus piernas desnudas y pechugas sobresalientes andaba yo metido con mi vista cuando con su voz sacóme de mi embobamiento el buen mozo y guía de mi viaje. Y díjome:
-Estamos subiendo, señor, por La Vaguada de la Palma. Al fondo, sobre los edeficios bajos, puede contemplar la gran cúpula de la iglesia de La Purísima, que toma su nombre del lienzo de La Inmaculada del pintor José de Ribera, una de las obras maestras de la pintura mariana del siglo XVII. Restaurada en los últimos años... A nuestra derecha, por entre las casa viejas, vemos la parte de atrás de la Universidad Pontificia, gigantesco edificio de veinte mil metros cuadrados para cuya construcción hubo de expropiarse viviendas ocupadas por quinientas familias. Ha sido fábrica de estudiantes e insignes teólogos a lo largo de los siglos. De los siglos de antes, porque hoy sus aulas, donde tuvieron continuación las famosas discusiones entre dominicos y jesuitas, sus patios y pabellones, están casi vacíos de teólogos... ... A sus pies el Barrio Chino, o barrio de putas para mayor claridad, si usted me lo permite, señor, que siempre han vivido muy juntos clero y putas en esta ciudad, por eso ahora que desaparecen los estudiantes clérigos de su Universidad están desapareciendo también las rameras de esta zona... ... A izquierda y derecha casas antiguas en estado de abandono y descomposición, como salta a la vista, pues no acaban los señores políticos de derechas o izquierdas de encontrar la forma de rematar sus propios planes. Seguramente están esperando a que envejezca el nuevo Plan de Rehabilitación del Casco Antiguo, que lleva veinte años, para que no choque tanto con los antiguos edificios.
Hízose silencio tras destas sabias palabras del alguacil que parecióme mozo avispado y gran conoscedor de la su ciudad. Giró el carruaje por la Cuesta de San Blas, como leer pude en una pared, que aunque sin letras me pasé en vida como a la condición de servidumbre correspondía, harto he sido luego dellas en el Limbo donde habito con tan letradas compañas.
-A la izquierda -volvióme a hablar el guía-, el Auditorio de San Blas, antigua Iglesia reconvertida en Conservatorio Municipal de Música. Restaurada en 1982... De frente, Colegio del Arzobispo Fonseca (Irlandeses), del siglo XVI, aunque con elementos ornamentales posteriores. Apréciese el contraste entre las piedras grises de granito y las doradas de Villamayor. Están a punto los señores políticos de reconvertirlo en Parador Nacional para turistas ricos, ya me entiende, viajeros con dinero. ¿Quiere usted que lo visitemos?
-No, buen hombre, que no he hambre de piedras, que dellas muchas tuve, aunque no como propias, sino como ajenas, en moradas, puentes y caminos.
Callóse él y devanábame yo los sesos, hundido en las ballestas del asiento, con todas las restauraciones hechas y reconversiones que en esta ciudad mía están a punto de darse si Sus Mercedes políticas lo concluyesen algún día, y que todas las preocupaciones váseles hasta el momento en piedras y adornos y contentar a caros turistas; o dar cobijo más seguro y adornado a los fieles de Nuestro Señor. Mas nada de momento habíanme enseñado de modernos telares, o forjas de aceros o talleres donde ocupar a sus gentes, sino aulas sólo del saber e iglesias, que ya en mi tiempo hubiera muchas, y hasta en demasía, pues que recuerdo uno de los juegos de mozuelos fuera acertar a contar las torres de iglesias, capillas y monasterios de importancia de tantos que hubiera, que ya se sabe que clérigos mucho pedían para sí y poco era lo que a otros daban. Y tantas aulas e iglesias de nada le sirvieran al ciego mi señor, y a mí con él, y marcharnos hubimos sin aprender a leer a ciudad más industriosa donde mayores limosnas podríamos lograr.
Llamárame la atención que clérigos y putas se anden desaparesciendo de sus lugares, que en mis tiempos todos los llenaran, excepción sea de putas en Cuaresma, por cuanto un tal Padre del mismo nombre al otro lado del río lleváraselas para no pecar de la carne los fieles en días tan señalados, pues que abstinencia della era obligada.
-Los árboles que vemos de frente -recitaba de seguido el avisador- pertenecen al Parque San Francisco, un jardín para paseantes y parejas de enamorados en horas prudentes, pero lugar peligroso de drogadictos y maleantes por la noche.
-Pues de día es aún, mozo -díjele-, y si peligros no corremos, bajemos por dar un poco de trote a estas piernas que con las delicias del asiento hánseme dormido, seguramente malacostumbradas a tales comodidades, que mucho andar les tocó y por muy peores caminos de maleantes. Siéntolas con dolores de reúma, no sé si por nascer en río o por a su vera estar agora.
Y descendimos del carruaje. Por aquellos setos y alamedas de frescas fuentes paseamos, que más que los grandes edeficios recordábanme mis correrías hacia tierras de Toledo por descampados y dehesas buscando lugares salvajes y ariscos con los que vengar al ciego por las muchas tribulaciones y calamidades que hacíame pasar. Fijábanse en mí los pequeñuelos que holgaban por el jardín. Viles bien vestidos y lucidos en sus rostros de tener la endorga llena, y aseados y limpios eran, como es ley de buena familia, aunque algunos ese privilegio no tuvimos. Pensé para entre mí que trabajo no hiciesen a esa edad, si no sólo recrearse. Y envidiéles. Algunos atrevíanse a venirse hasta mí con ojos de susto como si un espíritu o fantasma les visitara, y curioseaban mis vestidos y este zurrón que para el viaje trájeme por si algunas viandas o caridades alguien me donara. Y como el buen guía y acompañante les dijera que se apartaran pues persona importante del siglo XVI era e invitado oficial desta ciudad, reíanse y hacían regocijos para entre sí y confundíanme con otros personajes dotras historias fabuladas que en imágenes ven, a lo que anunciárame el guía, y su mente infantil con ellas llenan en demasía.
Pues que mucha era su ignorancia de mí, túveles compasión y, como el Señor Jesucristo, díjeles a cuantos apartarles querían: dejad que los niños se acerquen a mí. Y paseando dellos acompañado, como otros maestros hicieran, ilustréles con mis antiguas letras sobre los pesares muchos que un tal Lázaro pasara en lo antiguo a la vera desta ciudad ha muchos siglos. Y prometiéronme quel susodicho libro leerían en vez de imágenes de tan poco alimento y tantas como sus progenitores delante poníanles para su entontamiento.
SALAMANCArtv AL DÍA publica la novela 'Viaje y resurrección de Lázaro de Tormes' de Quintín García
La empresa Diario de Salamanca S.L, No nos hacemos responsables de ninguna de las informaciones, opiniones y conceptos que se emitan o publiquen, por los columnistas que en su sección de opinión realizan su intervención, así como de la imagen que los mismos envían.
Serán única y exclusivamente responsable el columnista que haga uso de nuestros servicios y enlaces.
La publicación por SALAMANCARTVALDIA de los artículos de opinión no implica la existencia de relación alguna entre nuestra empresa y columnista, como tampoco la aceptación y aprobación por nuestra parte de los contenidos, siendo su el interviniente el único responsable de los mismos.
En este sentido, si tiene conocimiento efectivo de la ilicitud de las opiniones o imágenes utilizadas por alguno de ellos, agradeceremos que nos lo comunique inmediatamente para que procedamos a deshabilitar el enlace de acceso a la misma.