En una anterior columna conté alguna de mis peripecias por el caribe colombiano, concretamente en Isla Fuerte, un auténtico paraíso terrenal. Acababa hablando sobre el "Tun-tún", un árbol del género Sterculia, al que acuden los isleños en peregrinación para abrazarse a él y sentir el latido del planeta, de nuestra Tierra. Un acto que, en principio, puede parecer primitivo, ancestral, antediluviano, antiguo, arcaico, atávico, centenario, inmemorial, remoto, secular, vetusto, viejo, ponedle el adjetivo que prefiráis, resulta que ha demostrado ser uno de los conocimientos de nuestros antepasados que, una vez más, habíamos dejado de lado por considerarlo leyendas para niños. De hecho, a los ambientalistas no es raro que nos traten de "abraza árboles", para mostrar el menosprecio de quien lanza diatribas contra los que consideramos que nuestro planeta debe ser cuidado y respetado como fuente de todo lo que tuvimos, tenemos y tendremos.
Quedó claro, hace ya tiempo, que los árboles son uno de los grandes aliados del hombre, desde el momento en que nos proveen de gran parte del oxígeno que necesitamos para respirar. Incluso, tal y cómo ha demostrado el Servicio Forestal de Estados Unidos, son capaces de salvar vidas: 850 cada año, además de prevenir los síntomas respiratorios agudos de 670.000 personas más. No está mal, pues hablamos únicamente del territorio estadounidense. Sus hojas, aparte de absorber CO2, convirtiéndolo en oxígeno, tal y como nos enseñaron en el colegio, interceptan las partículas nocivas, gracias a los estomas, los poros que ponen en comunicación la atmósfera con su interior. Según el estudio mencionado, los bosques de Norteamérica, fueron responsables de eliminar 17,4 millones de toneladas de contaminantes atmosféricos en el año 2010. La investigación únicamente tuvo en cuenta cuatro contaminantes: dióxido de nitrógeno, ozono, dióxido de azufre y partículas de polvo menores de 2,5 micras. Está claro que, a mayor cantidad de bosques, y más densos sean estos, mayor será la cantidad de contaminantes eliminados y, por tanto, mayores los beneficios para la salud planetaria.
Un paso más se ha dado, retomando el tema de los abrazos a los árboles, al demostrase que, este simple gesto, puede ayudar a aumentar los niveles de concentración, disminuyendo el estrés y los dolores de cabeza, a la vez que palia los síntomas del Trastorno de Hiperactividad por Déficit de Atención, de la depresión y algunas formas de enfermedades mentales, gracias a las propiedades vibracionales de estos, diferentes de las nuestras. Ahora comprobado científicamente, somos muchos los que, ante determinadas situaciones del mundo actual, nos sentimos mucho mejor si nos hayamos en un bosque.
Otra ventaja que tiene abrazar árboles, además de hacer que nos sintamos mejor, es que es gratis. Y si, por vergüenza o sentido del ridículo, no nos atrevemos a hacerlo, también es posible pasear por el parque o caminar por el campo durante 30 minutos semanales, pues es un tiempo más que suficiente para bajar la presión arterial y disminuir los riesgos de depresión. Disfrutad del solsticio de invierno, salid al campo algún que otro día para airearos y olvidar esta época de consumismo desaforado, que vuestra salud a la larga lo agradecerá? ¡Feliz año nuevo arbóreo!
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