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 La contrarreforma
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 La contrarreforma

Actualizado 12/12/2016
Redacción

Hay que reconocer que algunos españoles pretenden justificar lo que ganan machacando al resto con muletillas prefabricadas, con independencia de su veracidad o, en ocasiones, de su necesidad; pero que, como el tonto de la linde, no cejan en su cantinela, un día sí y otro también.

Después de casi un año con un país al ralentí, cuando acabamos de superar ese impasse, ahora resulta que lo que mola es reformar la Constitución, lo que no admite demora es meterle mano a la Carta Magna. Vamos, que nos ha servido 38 años pero, ni uno más. El pulso separatista catalán ?mañana vendrá el vasco- , la amenaza terrorista yihadista, nuestra elevada tasa de desempleo, la angustia económica de no pocas familias españolas, la cada vez más extendida moda de pasarse por el arco de triunfo algunas sentencias judiciales, todo eso puede esperar porque lo verdaderamente urgente es reformar esa Constitución que no nos deja dormir.

El primer remedio que se me ocurre para tratar de disminuir el número de partidarios de la reforma es recomendar la lectura reposada de esa Constitución. Pero no a los que ?por si cuela-, están demandándola; no, se supone que esos sí que la conocen y, porque la conocen, pretenden encontrar un atajo que compense la debilidad de su pretensión. Me refiero a quienes, por desconocimiento, por falta de criterio propio o por esnobismo, acaban por facilitar las cosas a quienes, conseguido su propósito, nunca van a consultar su opinión a la hora de tomar decisiones.

La misma Constitución, de forma bien precisa, establece los procedimientos para llevar a cabo aquellas reformas que se consideren necesarias. Naturalmente, después de 38 años de vigencia, es lógico que sea necesaria alguna modificación, más de forma que de fondo. Así por ejemplo, si después de 15 años de ser suprimido, el artº 30.2 de la CE sigue hablando del servicio militar obligatorio, es lógico que se subsane esa anomalía. Es decir, habrá que corregir todo lo que haya quedado desfasado con el paso del tiempo. Pero, desengañémonos, eso no es lo que desean los obsesionados con la reforma constitucional. Esa no es su meta. Como tantas otras veces, lo que verdaderamente pretenden es derribar las barreras tan estratégicamente colocadas en 1987 para evitar ataques malintencionados a la unidad e igualdad de los españoles, e introducir el Caballo de Troya que les permita acceder a los propósitos que, con la redacción actual, son inalcanzables. En artículos del Título Preliminar, del II, del VIII y X, entre otros, figuran esas barreras que tienen maniatados a independentistas, no pocos populistas y algún socialista desnortado

Es precisamente ahora cuando podemos valorar en sus justos términos la visión política que demostraron los llamados padres de nuestra Constitución y la grandeza de su disposición para el consenso en pro del bien común. Aquellas jornadas de acercamiento de posturas dieron lugar a un texto constitucional que tiene el honor de ser el más duradero de cuantos hemos tenido los españoles. Un texto que comenzó por alumbrar una transición pacífica, y en orden, por medio de la concordia y reconciliación del pueblo español. Quien trate de tildar como negativa a esta Constitución no viene con buenas intenciones.

Ha llegado el momento de que los partidos constitucionalistas unan sus fuerzas para oponerse a quienes pretenden terminar con la Ley que ha permitido estos 38 años de paz. El Partido Popular, C´s y aquel PSOE que renació con esta democracia, tienen muy claro lo que el español bienintencionado espera de ellos, aunque es cierto que en la familia socialista hay algún verso suelto que convenía reconvertir ?o extirpar de una vez-. Con el texto constitucional actual, y esos partidos decididos a su continuidad, se podrán abordar las reformas que tengan que ver con aspectos desbordados por el paso de los años, pero nunca deberá modificarse ni un ápice la meta que pretendían quienes lo redactaron. Habrá que tender la mano y escuchar a las minorías que lo deseen pero, a la vez, mantenerse firmes en todo aquello que protege a esa otra mayoría que detenta la soberanía nacional.

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