Está claro que la enésima reforma educativa de nuestros políticos partidistas y partidarios tiene los días contados. Y así seguiremos hasta que alguien que gobierne se tome en serio lo de enseñar a nuestros hijos. Más que nada para aprendan lo que debiera haber sido fundamental para sus abuelos y lo que será exactamente igual de básico para sus futuros nietos. Parece que todos están de acuerdo en la necesidad del pacto. Pero lo primero son los votos, el partido, el poder. Luego ya veremos.
Ahora la Religión sigue siendo optativa, como antes. Pero ahora contabiliza en la nota media. A los que eligen Ética, que es la otra alternativa, lo mismo.
A mí, qué queréis que os diga, la Religión me parece una asignatura esencial para el desarrollo integral de las personas. Porque nos ayuda a entender el mundo que nos rodea y, sobre todo, porque sin el desarrollo de la dimensión espiritual no estamos completos. Así de claro.
Yo veo dos problemas en todo este rollo que algunos partidos remueven sistemáticamente antes de las elecciones.
El primero es que vivimos en un país profundamente analfabeto en cuestiones espirituales, trascendentes y religiosas. Un lugar en el que se confunde la historia de las religiones y la fenomenología del hecho religioso con la catequesis y la enseñanza de la doctrina católica. Un país, insisto en esto, donde la inmensa mayoría identifica religión con curas. Así de triste, pobre y pueril es la formación religiosa que nos gastamos.
El segundo de los problemas es que la Iglesia Católica ha colaborado activamente en alimentar el primero de los problemas. Y pondré un ejemplo que me atañe en primera persona para explicarlo.
En mi casa tengo enmarcado un título que dice que soy "Licenciado en Ciencias Eclesiásticas". Esta es la nomenclatura que reconoce civilmente los cinco años que estuve en la universidad estudiando Teología con una calificación sobresaliente. Pues bien, a pesar de esto yo no puedo ser profesor de Religión (ni siquiera en un colegio público) sin la Declaración Eclesiástica de Competencia Académica (DECA) que concede la Conferencia Episcopal.
Y quiero terminar citando a Carlos García de Andoin, Director del Instituto Diocesano de Teología y Pastoral de Bilbao. El que fuera Coordinador Federal de Cristianos Socialistas en el PSOE hasta 2014, reflexiona sobre este asunto de la Religión en la escuela y dice: "¿Mirar a Francia? Mejor a Finlandia". Pues bien, yo hago mías sus conclusiones y os invito a leer su artículo completo en la web de "EntreParéntesis":
Hay cuatro vectores sobre los que habrá de configurarse una nueva propuesta: 1) la base en la competencia espiritual y ética; 2) una orientación más cultural y menos doctrinaria; 3) un mayor protagonismo de las autoridades educativas en la definición del currículo, sin excluir la colaboración de las instancias religiosas; 4) la homologación de los profesores de religión con el resto del claustro; y 5) un fundamento constitucional, el art. 27.2, que dice que el fin de la educación es "el pleno desarrollo de la personalidad".
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