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Mi amigo el cardenal Osoro
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Mi amigo el cardenal Osoro

Actualizado 28/11/2016
Ferenando Segovia

Hasta ahora podía "presumir" de que algunos cardenales de la Santa Madre Iglesia eran amigos míos, aunque fuese en algún caso una amistad agridulce, como me recuerda casi siempre el cardenal Fernando Sebastián: "¡Mira que me hiciste sufrir!", trayendo a la memoria la gran crisis de la Universidad Pontificia que se produjo desde el 6 de diciembre de 1969 hasta marzo de 1970 y que culminó en la gran reforma de la Universidad, la más avanzada y democrática de España años antes del advenimiento de la democracia política, de la que fue un anticipo quizá exagerado por lo radical. Mi respuesta ha sido casi siempre la misma: "Gracias a aquel sufrimiento y a aquellos problemas que le causamos unos cuantos rebeldes alumnos de Teología, fue Vd. nuestro Rector y se pudo cambiar aquella Universidad preconciliar".

Yo cursaba por entonces Primero de Teología y, los setenta alumnos del grupo -¡Tiempos aquellos!- fuimos la carne de cañón de la revolución estudiantil que reclamó algo que nos parecía evidente: que la Universidad Pontificia debía seguir las directrices del Concilio Vaticano II, recién clausurado apenas cuatro años antes, y abandonar una línea teológica anticuada, "preconciliar" se decía entonces.

Aquel movimiento estudiantil tenía unos líderes claros y conocidos por todos, incluida la Brigada Político-Social de la Policía, los delegados y subdelegados de curso: Carlos Osoro Sierra, hoy cardenal arzobispo de Madrid y Segundo Pérez López, Deán de la catedral de Santiago de Compostela, Adolfo González Montes, a la sazón seminarista salmantino y hoy obispo de Almería, una de las cabezas teológicas más brillantes, si no la que más, del episcopado español, el peruano Juan Gabriel Cano de la Fuente y el gallego Antón Lama Pereira.

Pues bien, a lo que iba, que era de presumir de amigos: ahora tengo un amigo que ha sido nombrado cardenal de la Iglesia; cronológicamente: primero amigo, segundo obispo, tercero, cardenal. Pero mi amistad con el cardenal Osoro tiene raíces más profundas: la convivencia en el Colegio-Mayor Seminario del Salvador; allí coincidí con él a partir de septiembre de 1967 y hasta junio de 1973, si no me falla la memoria. Seis cursos muy importantes en la formación de un futuro sacerdote.

El Colegio Mayor del Salvador y su filial de Santa María, situados en mi época en las Calles Alfonso de Castro, en el edificio que luego ocupó la Delegación de Agricultura, y en unos pisos unidos entre sí en María Auxiliadora, merecerían una buena serie de artículos para comprender su importancia. Creado en los años cuarenta para acoger a vocaciones tardías al sacerdocio, procedentes de toda España, muchos de ellos militantes muy activos de la Acción Católica, con experiencia laboral en muchos casos, jóvenes universitarios en otros, obreros industriales, pastores o agricultores una buena proporción de ellos, el Colegio del Salvador, en la mentalidad de sus fundadores, Mons. Vicente Puchol, obispo de Santander tempranamente fallecido en accidente de tráfico y Mons. Maximino Romero de Lema, pretendía formar un clero diocesano que destacara por su profunda vida espiritual, su esmerada preparación teológica y su vivo compromiso apostólico. Y todo ello trufado por un profundo amor a la Iglesia. Está todavía por aclarar el porqué de su éxito en la formación de buenos sacerdotes, así como de su fracaso como institución que no ha podido tener continuidad.

Siguiendo el estilo de la Acción Católica, el Colegio del Salvador se organizaba en equipos de Revisión de Vida que, en muchos casos, terminaban la etapa de formación viviendo en distintos barrios de la ciudad, en pisos o casitas de planta baja, en estrecha conexión con la parroquia correspondiente y sin perder la relación con el Colegio y sus superiores, que visitaban esos equipos con mucha frecuencia.

La parroquia más cercana al Colegio del Salvador era, en mi época, la entonces recién creada Santo Tomás de Villanueva, donde los sacerdotes hermanos de sangre Luís y Ezequiel Barbero habían puesto en funcionamiento un Centro de Educación de Adultos, pues era mucha la necesidad de alfabetización y progreso cultural en la gente de los barrios de Salamanca, ciudad culta y contradictoria. Allí, en el Centro de Adultos pudo matar su gusanillo pedagógico el futuro Cardenal Osoro haciendo lo que mejor sabía, porque había sido su profesión hasta entonces: dar clase de Matemáticas con asistencia masiva de alumnos que esperaban, como agua en mayo, disfrutar de ese rato de aprendizaje. Las relaciones humanas que allí estableció con la gente sencilla de Garrido le duran hasta ahora, pues dejó huella imborrable de cercanía, esfuerzo alegre y humanidad siempre desbordante.

Espero que estos breves retazos biográficos ayuden a adivinar algunas de las razones salmantinas de por qué el papa Francisco ha nombrado cardenal de la Iglesia a D. Carlos Osoro Sierra.

(en la foto: antigua sede de Agricultura, que antes lo fue del Colegio Mayor-Seminario del Salvador, en la calle Alfonso de Castro, de Salamanca)

Mi amigo el cardenal Osoro | Imagen 1

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