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Enseñar al que no sabe: La Catedral de Ciudad Rodrigo abre sus puertas a la luz 
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OPINIÓN

Enseñar al que no sabe: La Catedral de Ciudad Rodrigo abre sus puertas a la luz 

Actualizado 27/11/2016

La Catedral de Santa María acogió en la tarde del sábado la representación del espectáculo 'Teresa, la Jardinera de la Luz'

Cuando apenas hace una semana que el Papa Francisco cerró la puerta Santa de este año de la Misericordia que él propusiera, la catedral de Ciudad Rodrigo abrió las suyas para recibir una puesta en escena donde la Misericordia, escrita en mayúsculas, se nos entrega a manos llenas. "Teresa, la jardinera de la luz", vuelve a esta localidad salmantina, que tanto interés ha manifestado por ella, ya que es la tercera ocasión en que la tan conocida obra escrita por el magistral Denis Rafter y producida por Javier de Prado, visita un escenario mirobrigense. De todos es conocida la gran afición al teatro que hay en Ciudad Rodrigo, sede de la tan prestigiosa Feria que en su honor tiene lugar allí cada mes de agosto, desde los casi 20 últimos años. Dado que esta ciudad ha tenido oportunidad de disfrutar de la obra que el grupo teatral Lazarillo de Tormes tan profesionalmente nos ofrece a pesar de su condición de grupo "amateur", es de entender que ha sabido valorar en su justa medida la calidad indiscutible de que este montaje hace gala, a sabiendas de las ya 135 representaciones cumplidas en esta fría tarde de sábado.

Pero el frío se quedó en la calle junto con algunos disgustados espectadores que no pudieron tener acceso a la Basílica. El espacio catedralicio para ver la obra, tuvo que reducirse en aras de conseguir una mejor calidad en la actuación (no olvidemos que los actores trabajan sin ningún tipo de microfonía) y comodidad para los espectadores a la hora de poder ver en su totalidad y sin ningún tipo de contrariedad espacial este montaje. Sus bellos cuadros escénicos creados por Rafter, son un ingrediente de primer orden en una escenografía que también sobrecoge por lo inédito de su idea original: tener acogida en iglesias, catedrales o claustros. El envoltorio de todo esto ha sido sin duda excepcional. La magnífica catedral de Ciudad Rodrigo, bien de interés nacional desde fines del XIX, ofrece en sí misma toda la belleza y marco cultural y secular que la puesta en escena de esta obra merece. Su arquitectura románico-tardía, de entre los siglos XII y XIV, así como las innumerables obras de arte que ha coleccionado a lo largo de todo este tiempo hasta nuestros días, son un canto al conocimiento y buen hacer de hombres que nos precedieron, y que ahora contemplamos como auténticos maestros. Arquitectos de la talla de Gil de Hontañón, escultores como Mena o Rodrigo Alemán, pintores como Fernando Gallego, y tantos y tantos personajes que allí dejaron su huella o permanecen enterrados por su vinculación a lo que esta Basílica supone, manifiestan con sus obras una enseñanza silenciosa que toda sensibilidad humana percibe en el alma cuando ésta está en disposición de recibir la luz del conocimiento en cualquier nivel de la vida. "Teresa, la jardinera de la luz" aportó la suya propia, pues el arte dramático pone en movimiento todos los conocimientos que el hombre sabe manifestar mediante no importa qué materia prima que caiga en sus manos, y que siempre habla de sí mismo.

En la concepción y puesta en marcha de "Teresa, la jardinera de la luz", su productor Javier de Prado, tiene toda la responsabilidad. Y porque tuvo claro siempre a qué meta quería llegar con esta obra, no escatimó ni un solo elemento sorpresivo en su montaje. Y bien se puede decir ahora que todos ellos han contribuido al gran éxito y difusión que este trabajo ha conseguido. Desde la ya mencionada elección de los altares de las iglesias como escenarios de primer orden para su realización; o los trajes que las actrices lucen, que no son más que los auténticos hábitos de paño de estameña, confeccionado con lana de oveja de forma manual en los telares de las hermanas carmelitas de Mancera. Sin olvidar el negro e imponente hábito de dominico que luce el padre inquisidor, remata el acabado, la música del XVI que acompaña las canciones de las monjas, que pertenecen a la época también, y que procede de un órgano réplica de aquel que tocara por entonces el maestro Salinas. Todo ello hace posible que cualquiera de los asistentes al espectáculo, pues se merece esta denominación, queden hipnotizados y paseen sus incrédulas miradas, desde el púlpito, lugar privilegiado del dominico, al altar desde donde las carmelitas le miran tan asombradas como el público, en una atmósfera lejana a la de nuestro tiempo, y que sin embargo nos obliga a reflexionar sobre el mismo, pues somos conscientes de la universalidad de algunas personas que elevaron también a esta categoría determinados valores, que a pesar de los contratiempos del progreso humano, perviven por su autenticidad.

Lazarillo de Tormes nos traslada con su buen hacer y un magnífico guión al mundo que Teresa de Jesús viviera. Y ella nos enseña, sin duda nos enseña. Lo hace a través del reflejo que vemos en sus hermanas, de las enseñanzas sembradas en ellas. La defienden ante el dominico que quiere destruirla, con sus propias palabras, hechos, escritos y metas. Porque Teresa de Jesús fue una maestra excepcional que siempre buscó el sentido común, más que la inteligencia, pues el primero abona el campo donde la segunda puede llegar a florecer. Así recorriendo la vida de la carmelita en sus momentos clave, conocemos una mujer de carne y hueso que recorrió el camino de su vida en pos del amor al mundo porque de Dios le venía. Regaló lo que le fue regalado: La misericordia para con todos porque todos tenemos lo mismo en el corazón. Sin duda su altura intelectual nos lleva a pensar que hubiera sido la mejor de las docentes en cualquier cátedra. De hecho, la Iglesia la ha reconocido como doctora, y universidades, como la de Salamanca o Ávila, más recientemente, también la nombraron "honoris causa". Sin embargo ella supo transmitir lo mejor de la sabiduría a través de sus propias actuaciones. Se rebeló contra el injusto mundo que ponía al hombre en el centro de todo, despreciando a la mujer casi en su propia esencia de ser humano, procedente de la misma obra que viene del Dios al que tanto amaba. Su propia rebeldía la hizo humilde y valiente a la vez, y acató con obediencia a sus superiores y así escribió para sus hermanas una experiencia de vida que ha permanecido como ejemplo a través de los tiempos. Sus cartas, sus poemas, su trabajo fundador nos es contado en "Teresa, la jardinera de la luz" de forma tan cercana y accesible, que es toda una clase magistral de vida y valores emocionales e intelectuales que nos trascienden porque podemos reconocernos en ellos.

Enseñar al que no sabe, es una de las obras de misericordia llamadas espirituales. Quizá sean éstas más difíciles de llevar a la práctica que las llamadas "materiales". En un mundo tan impersonal como el nuestro, donde tantos pobres de toda índole vamos generando, cuesta menos compartir un plato de comida, un vestido o una atención física al necesitado, que ser capaz de perdonar a quien te ofende, corregir o tener paciencia con los que molestan, consolar con cariño, o implicarse con problemas ajenos. Y sin embargo el mejor de los maestros es el que enseña con su propia vida todo lo que se puede hacer por los demás. Dar cultura crea hombres libres, que lo son también actuando conforme a unos principios que están por encima de cualquier mal comportamiento ajeno. Con "Teresa, la jardinera de la luz", de nuevo aprendemos a sonreír con las cosas más simples, a emocionarnos ante la belleza de un poema de amor, a ver la satisfacción del deber cumplido, a poner al servicio de los demás nuestra mente y nuestras manos, y sobre todo que somos libres si aprendemos a hacer todo esto en libertad luchando porque los demás también tengan esta oportunidad.

El Seminario de Ciudad Rodrigo, con su rector, Juan Carlos Sánchez Gómez a la cabeza, han sido los impulsores para que este proyecto teatral que también se ha convertido a lo largo de tanto tiempo en escena, en algo didáctico, como en el fondo siempre lo es el teatro, llegue de nuevo a su ciudad. Han visto fructificar su empeño de que la Basílica Catedral de santa María abriera sus puertas para este propósito. ¿Qué mejor que una catedral, sede indiscutible de tantas enseñanzas a lo largo de muchos siglos, para recibir un acontecimiento que ante todo comunica lo más grande del ser humano? La "cátedra" es el asiento en el que se aposenta la mayor de las gracias, que es el saber. Y la mayor de las sabidurías es sabernos reconocer iguales en el corazón, donde guardamos también nuestras miserias. Dios y hombre se encerraban en el corazón de una mujer, Teresa, que enamorada de Aquel en el que se unían las dos esencias, Jesús de Nazaret, quiso mostrarlas sin pudor a los demás. Enseñar al que no sabe es regar de luz, como si de un alimento se tratara; es calmar la sed de cuerpo y alma y un bálsamo para el dolor en los desequilibrios e injusticias. Es conseguir que los pobres dejen de serlo y se hagan visibles. Por ello los seminaristas pueden estar satisfechos de la elección hecha con esta obra que nos recuerda también, como el Papa Francisco ha querido hacerlo en la clausura del Año Jubilar de la Misericordia, que todos los años lo son y que todos somos esos "pobres", que tienen cuerpo, alma y ganas de saber.

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