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De la peregrinación a la corrupción
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De la peregrinación a la corrupción

Actualizado 27/11/2016

De la peregrinación a la corrupción | Imagen 1
La convocatoria de un año jubilar sobre la misericordia ha sido un regalo de Dios. La intuición ?o la inspiración- del papa Francisco ha sido un acierto. Muchas personas han redescubierto "el don" de la misericordia de Dios, han invocado su perdón y han iniciado un camino de conversión.
Muchas otras personas han descubierto también "la tarea" de la misericordia. Han recordado que las obras de misericordia son el anticipo de las modernas iniciativas de voluntariado. Y han aprendido a compaginar la exigencia de la misericordia con el derecho a la justicia.
Ha sido interesante ver y oír a las personas que se preguntaban cómo llevar a cabo las obras de misericordia en su ambiente concreto. Y ha sido muy importante ver cómo muchos reflexionaban sobre el paso necesario y urgente de los pecados estructurales a las necesarias estructuras de misericordia.
También ha sido importante volver la mirada hacia la puerta santa. Ya la misma apertura de la primera puerta santa en la catedral de Bangui, República Centroafricana, fue una auténtica novedad. Con un gesto tan impensable como aquel, el papa Francisco no sólo apuntaba a lo esencial del rito, sino que abría nuestros ojos a otros horizontes.
Y después, no podremos olvidar la nota sobre la peregrinación. En la bula Misericordiae vultus, decía el papa Francisco: "En los años santos siempre ha sido habitual la peregrinación a algún santuario. En este caso, la meta de la peregrinación no sólo estará en Roma, sino también en la catedral de cada iglesia local y en otros santuarios" (MV 14).
El Papa hacía de la peregrinación un signo cuasi-sacramental de la conversión personal: "El signo característico de la peregrinación jubilar no ha de ser el lugar, sino la decisión personal de no juzgar y no condenar a los demás, y por el propósito de perdonar y darles lo mejor de nosotros mismos" (MV 14).
Esas cuatro actitudes sustituyen y orientan la
peregrinación local. Dos de ellas son aparentemente negativas: no juzgar a los demás y no condenarlos. Las otras dos son decididamente positivas: perdonar las injurias recibidas y compartir con los demás lo que tenemos y lo que somos.
Esas cuatro actitudes no nacían de la proverbial creatividad del papa Francisco. Estaban inspiradas por las mismas palabras de Jesús (Lc 6,37-38). No era ociosa esa referencia al evangelio. Con ella se nos indicaba que la peregrinación jubilar de la misericordia no puede tener fecha de caducidad.
Tampoco puede ser olvidada la llamada papal a superar la corrupción: "esta llaga putrefacta de la sociedad es un grave pecado que grita hacia el cielo, pues mina desde sus fundamentos la vida personal y social" (MV 19). Sería deseable que al menos esta llamada quedara como el mejor fruto de este Año Jubilar de la Misericordia.
José-Román Flecha Andrés
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VELAR Y CAMINAR
="estilo_texto"> "Caminemos a la luz del Señor". Así concluye la primera lectura de este primer domingo de Adviento (Is 2,5). El profeta Isaías anuncia que, al final de los tiempos, el monte sobre el que se levanta el Templo de Jerusalén se convertirá en la meta de una peregrinación universal, Todos los pueblos acudirán a escuchar la palabra del Señor.
Una palabra de justicia y de paz para todos los pueblos. "De las espadas forjarán arados y de las lanzas podaderas". ¡Con qué fuerza recordó Pablo VI aquella profecía en su visita a la sede de las Naciones Unidas en la ciudad de Nueva York! Es un sueño, pero es también una tarea para toda la humanidad.
El salmo responsorial nos invita a iniciar esa peregrinación de paz: "¡Qué alegría cuando me dijeron: Vamos a la casa del Señor!" (Sal 121,1). Es la hora de despertar para caminar por las sendas de la luz. Que el cuidado de nuestro cuerpo no fomente los malos deseos. Así lo escribía san Pablo a los cristianos de Roma (Rom 13,14).
EL DILUVIO
Nos cuesta reconocer que nuestra vida está marcada por el signo de la espera y la esperanza. Durante el tiempo del Adviento nos preparamos para la celebración de la fiesta del Nacimiento de Jesús. Es un tiempo que nos invita a recobrar y afianzar la esperanza. Y, además, nos educa para vivir el tiempo de la espera.
La fe nos lleva a caminar con generosidad mientras nos mantenemos a la espera de la venida del Señor. Por cinco veces se repite en el evangelio de este domingo el verbo "venir". Y otras dos veces se insiste en afirmar que "no sabemos" el momento de su venida.
? En primer lugar, el texto evoca el pasado y nos recuerda la imagen bíblica del diluvio. Las gentes vivían dedicadas a sus tareas habituales, pero también a sus placeres. El diluvio los sorprendió a todos.
? En segundo lugar, el texto mira también al futuro y nos anuncia que la venida del Hijo del hombre revelará las actitudes más secretas. Con su venida llega el discernimiento definitivo. A unos los llevará y a otros los dejará.
LOS ADIVINOS
Hay otra imagen que ilustra la exhortación. La del hombre que no sabe a qué hora puede un ladrón a asaltar su casa. El tema de la venida imprevisible del Señor suscita la invitación a mentenerse vigilantes. "Estad en vela, porque no sabéis que día vendrá vuestro Señor".
? Para mantenerse en vela es preciso practicar la sobriedad. No podemos caer en la tentación de confundir la satisfacción con la felicidad. No es de sabios dejarse embotar por los deseos que nos adormecen.
? Además, se nos dice que no sabemos el día ni la hora. Son muchos los que tratan de adivinarla. Demasiados adivinos siembran ese temor del futuro que nos distrae de las tareas del presente. Hay que superar la tentación de tratar de adivinar el tiempo futuro.
? Y, finalmente, el evangelio nos advierte que no esperamos algo, por importante o fantástico que parezca. Nosotros vivimos esperando a Alguien. Nos mantenemos en vela, aguardando la manifestación del único Salvador, que es nuestro Señor.
- Señor Jesús, tu venida no es para nosotros un motivo de temor, sino de esperanza. No saber el tiempo de tu llegada nos ayuda a mantener la caridad. ¡Ven, Señor Jesús!
José-Román Flecha Andrés

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