El precio de la seguridad

En contra de todas las encuestas, tendremos a Donald Trump como 45º Presidente de los EE.UU. A juzgar por las manifestaciones de la mayoría de españoles encuestados, el desenlace de las elecciones ha sido el menos deseado. Todo el mundo opinaba que la solución menos mala era la victoria de Hillary Clinton. Si nos atenemos a lo que el vencedor pregonó durante la campaña electoral, la verdad es que existen razones para que demasiada gente esté ahora preocupada. No obstante, después de escuchar sus primeras declaraciones, hay que deducir que, o ha tenido en cuenta ese viejo proverbio que sostiene la diferencia entre predicar y dar trigo, o, por el contrario, sigue haciendo honor a su fama y, volverá a sorprender a todo el mundo.

Resulta muy difícil predecir el futuro, entre otras razones porque se supone que el Presidente USA, por mucho poder que acumule, estará rodeado de personas con la preparación y experiencia necesarias para aconsejarle en los temas de verdadero calado, nacional e internacional. Los analistas repiten una y otra vez que Trump no tiene experiencia política, como si todos los presidentes que le han precedido se hubieran forjado en el Congreso. Los que no somos jóvenes nos acordamos de presidentes procedentes del Ejército e incluso otro Ronald salido de los estudios de la Metro Goldwyn Mayer. Es cierto que, en muchas ocasiones, estaría mejor con la boca cerrada, pero nadie puede discutirle que, en su profesión de empresario, los hay menos preparados que él.

Dos son los pilares en los que se apoya la política de las naciones: la economía y la seguridad. De la primera tengo mi propia opinión pero prefiero que lo haga quien sea más especialista que yo. Me limitaré, por tanto, a comentar los aspectos relacionados con la seguridad. Terminada la GM II, el mundo entero tomó conciencia de la necesidad de establecer alianzas, consecuencia directa del desgaste económico y humano sufrido por las naciones directa o indirectamente afectadas. El primer paso se dio en Europa con la creación de la Alanza Atlántica en 1948 ?Reino Unido, Francia, Bélgica, Luxemburgo y Países Bajos- .Al año siguiente, con el Tratado Washington, se unen a esta lianza Canadá y EE.UU creando la OTAN como organización militar en defensa de las libertades democráticas y, a la vez, como freno a la política expansionista de la URSS. Actualmente cuenta con 28 miembros. Por aquello de la Guerra Fría, la consecuencia inmediata fue la aparición en escena del Pacto de Varsovia en 1955, capitaneado por la URSS e integrado por los países del Bloque de Este, y la República popular de China en calidad de observador.

Excepción hecha del conflicto local de los Balcanes, Europa lleva 80 años sin enfrentamientos armados entre bloques antagónicos, pero no es ningún secreto que, en este periodo, todo el mundo ha procurado reforzar su poderío militar, según la particular forma de entender la política de defensa. El cáncer del terrorismo ha venido a introducir un nuevo elemento en la seguridad de las naciones. Hasta hace poco tiempo, el mundo estaba dividido en dos grandes bloques, el occidental y el soviético, con USA y Rusia como gendarmes armados en auxilio de sus aliados. Hoy debemos añadir el potencial nuclear de naciones como China, India, Pakistán o Corea del Norte para comprobar la necesidad de potentes alianzas que sirvan de freno a la ambición y el abuso de algún loco.

Esta seguridad, por supuesto, no resulta gratis. El apoyo mutuo entre miembros de una misma alianza hace posible que naciones con medios económicos muy justos puedan solucionar sus conflictos. La Carta de la Naciones Unidas y el espíritu de solidaridad deberían garantizar la concordia entre las naciones. La historia nos demuestra que estos deseos se convierten en utopía. En la mente de todos están las actuales masacres en África y Oriente Medio, denunciadas por todos pero combatidas por muy pocos.

Como decíamos al principio, Donald Trump ha proclamado en la campaña electoral el deseo de potenciar sus ejércitos, pero, a continuación, ha advertido a los demás países ?con alusión directa a la OTAN- que deben "pagar más" y no confiar siempre el esfuerzo de la defensa al US Army. Nadie puede poner en duda el aporte de los norteamericanos en medios, y sobre todo en vidas humanas, a la hora de restablecer situaciones injustas ?y los europeos hemos sido los más socorridos-. Por lo tanto a nadie le deben extrañar las declaraciones de Trump. Ahora bien, analizando su pretensión de proteccionismo a su industria y comercio, no sería de extrañar una política de comportamientos dispares, según las simpatías particulares del nuevo presidente. El verdadero peligro para las naciones no muy boyantes ?y no miro a nadie- sería que pretendieran intercambiarnos seguridad por deterioro de la propia industria o menoscabo de la soberanía. Pronto saldremos de dudas.