Palabras de la periodista Ana Pedrero tras recibir el prestigioso galardón taurino en el Meliá Horus
Claudio Rodríguez, el más universal de los poetas zamoranos, decía que todos tenemos una ciudad del alma que nos habita, pero yo tengo la suerte de tener tres, Zamora, Salamanca y Cádiz, tierras de bravo, de vocación atlántica y unidas por un hilo de plata de atraviesa España de norte a sur.
Entre el Duero y el Tormes, entre Zamora y Salamanca, late una patria ficticia, Salamora, donde hace muchos años elegí quedarme a vivir por las querencias, por los afectos, por esa piel del toro que nos une y esas amistades que con el paso del tiempo se han convertido en un añadido de mi propia sangre, de mi propia familia.
El premio Timbalero que otorga el Hotel Horus viene a reconocer la manera de cantar y de contar lo que cada año acontece en La Glorieta, mi plaza del alma, esta plaza donde viven para siempre los maestros Viti, Capea, Pallarés y Robles en bronce. Esta plaza que cada mes de septiembre abre sus puertas y sus brazos para que sus tendidos cobren viva y sigamos reforzando vínculos que tomaron vuelo hace muchos años.
Siempre digo que para mí, que estoy condenada a vivir con el corazón entre dos tierras, todo lo que venga de Salamanca es como un Óscar. Son "óscares" sus noches de piedra dorada, los paseos por sus calles, tantas confidencias, tantas emociones, tantos amigos. Aquí me partieron el corazón y me lo recompusieron para volvérmelo a partir, porque los que no somos capaces de conciliar razón y latidos somos presa fácil para la sutura, para dejárnoslo romper una y otra vez.
Poder contar lo que ocurre cada tarde en La Glorieta es un privilegio. Porque la tauromaquia no es solo arte, ni cultura. La tauromaquia es un misterio, un milagro. Y cada tarde de toros una incógnita, una pantalla en blanco donde volcar emociones y sensaciones, no solo palabras. Una crónica no puede ser una redacción sin alma de algo que es alma pura como es el toreo, de algo tan bello, tan profundo y tan íntimo, aunque se desarrolle ante miles de espectadores, ante miles de corazones.
Contar lo que ocurre en la plaza, abrir el misterio del toro a taurinos y no taurinos, defender desde la sensibilidad y la palabra nuestra pasión es una de las asignaturas pendientes que tenemos los periodistas en este siglo XXI de ataques sistemáticos y desconocimiento total de este mundo del toro. Un mundo que en Salamanca es epicentro y motor económico, seña de identidad y razón de ser de todos los que tienen en el campo charro su cuna y su sábana, su religión, su ciencia y su filosofía.
Hoy no vengo a los tendidos de la plaza. Hoy no es septiembre. Hoy recojo un premio que casi no me creo porque no me lo esperaba y que son muchos premios, porque en esta estatuilla van grabados los nombres de los que me han querido y acompañado, de los que me ayudáis y en los que me miro para seguir creciendo y aprendiendo cada día.
Yo tuve la suerte de pisar este barro desde muy joven con el debido respeto de quien se acerca a un santuario, a esa Salamanca mágica y de leyenda que pervive en la dehesa. Tuve la suerte de ver salir humo de la máquina de escribir, de la cabeza prodigiosa y de los cigarros de Alfonso Navalón, veneno y terciopelo, el más grande, timbalero eterno de los secretos del toro que nadie conocía como él, que nadie supo contar como él. Para él, para el bicho, el maestro, el amigo, siempre mi amor y mi memoria.
Memoria también la de tantos compañeros con los que he enlazado días y madrugadas en el periódico ya desaparecido que un día fue también mi casa y mi escuela. Memoria de los profesionales del toro, que siempre me habéis hecho todo más fácil y de los ganaderos que me habéis abierto las puertas de vuestras casas.
Memoria , amor y luz de las amigas que me abrieron sus brazos y sus casas y que con el tiempo son mi segunda familia, las de antes y las de ahora: Arancha, Anita, Luzma, María ?mi media greca rubia-, Mónica, Paula, Pury, Ángela, Verónica, Emma, Elena, mis niñas?
Memoria y alegría de los amigos con los que compartimos afición, y soles y lunas, y merienda en las tardes de San Mateo, la de los caballitos, y tertulias a deshoras en los reductos que nos permite el whasapp. Perico, Juan, Rafael, mis Menachos, Víctor, Nacho, Cascón, Javier, Pablo, Berna, Gonzalo, Rubén, Rafa, José Luis, Tony?
Memoria de los que siempre estáis a mi lado aunque no podáis estar aquí. De Javier Hernández, mi amigo, mi hermano, que es una parte importante de este premio porque de cuando en vez me anima a salir de la pereza y a volver al toro y a salir de ese exilio que vivo en el salón de casa. Porque él hace que me crea a veces que soy buena.
Memoria de quienes alimentan a la afición de mi tierra, de ese Foro Taurino de Zamora que despierta a la ciudad y la saca de su letargo taurino ahora que no es políticamente correcto y proclama con orgullo que somos taurinos. Sin complejos. Miguel Ángel, Paco.
Memoria y profundo agradecimiento a Juan Carlos, que apostó por mí y me dio sitio en su casa, que ya es mi casa, en SALAMANCArtv AL DÍA, cuyo despliegue taurino en la feria es un esfuerzo de titanes. Contar lo que aquí ocurre en esa ventana abierta al mundo es recordarme cada día que nací, que soy periodista.
Profundo agradecimiento también al Hotel Horus por incentivar la cultura, la crítica y la fotografía taurina y a los miembros del jurado que se acordaron de poner en la mesa mi nombre con las crónicas y las emociones de las tarde de septiembre, que son más que toros, que son mi propia vida, nuestra vida, lo que compartimos.
Y para no extenderme, memoria y deuda sin límites con mis padres, Antonio y Luisa, aficionados taurinos, que me inculcaron desde niña la música, y la poesía, y la pintura, y la belleza, y también el respeto por el bravo. Porque ellos son el punto eterno de retorno cuando todo lo demás falla, cuando me rompen el corazón y las alas.
Termino con un brindis a dos "toreros" que nunca se han vestido de luces pero que han toreado ante mis ojos el toro más duro, el de la vida, y me han hecho crecer y ser más justa y más sabia. Este premio es también de Marga, mi comadre, que no ha podido venir pero que tantas tardes me ha acompañado por las plazas de primera y por plazas de mala muerte, en lo bueno y en lo malo, y está ahora lidiando a puerta cerrada, del sofá a la quimio y de la quimio a la cama, una alimaña que no va a poder con nosotras. Y es de César, que tantas veces se quedaba ensimismado viéndome escribir, que siempre viene conmigo, que vive siempre en mí.
Vosotros, todos, sois el mejor premio que me ha dado Salamanca, que me ha dado la vida. Todo lo demás, incluso este bronce, es efímero.
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