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Estar pendiente de mil cosas
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Estar pendiente de mil cosas

Actualizado 12/11/2016

"Toma un cuenco, llénalo de leche hasta el borde y paséate con él por la ciudad. Luego vuelve aquí sin haber derramado una gota".

El discípulo hizo lo que se le había ordenado.

"¿Cuántas veces te has acordado de mí mientras paseabas por la ciudad?", le preguntó el Señor.

"Ni una sola vez. ¿Cómo podría hacerlo si tenía que estar pendiente del cuenco de leche?", respondió el discípulo.

Las cosas nos absorben y nos embotan la mente. No tenemos tiempo y paciencia para orar, pues el trabajo es mucho y el interés por lo espiritual es poco.

¿Cómo orar? ¿Dónde orar?

"Cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, habla con tu Padre que está en lo secreto" (Mt 6,6).

Se puede orar en cualquier parte. "en cualquier rincón", en público y en privado, pero la oración de amistad prefiere el lugar solitario, el silencio, el estar "a solas con Dios". Esta oración brota de la fe y de la experiencia de saber el Él está ahí, cerca, muy dentro de cada uno.

Este estilo de oración era el de Jesús. El se retiraba a orar, solo y a un lugar retirado, en la noche, normalmente, y alguna vez en la madrugada.

En este encuentro con Jesús, de tú a tú, se le va conociendo más y la opción y seguimiento se va haciendo más cercano y fuerte cada vez.

Mirar a Jesús, clavar los ojos en Él, para irradiar luz, amor, vida, es un método muy sencillo. Quien comparte con Jesús, como con un amigo, tratará una y mil veces de tener los mismos sentimientos del Maestro.

La oración, como todas las cosas importantes de la vida, necesita que se le dedique tiempo. Cuando se abandona la oración, poco a poco va desapareciendo el deseo de encontrarse con Dios y, es entonces cuando Él se va poco a poco alejando de nuestros intereses, de nuestra vida. El ya no cuenta en nuestros proyectos. Él sigue estando ahí, cerca, pero no se le ve con los ojos de la fe, y, por lo tanto, se camina a oscuras.

Para llevar una vida de oración, necesitamos también echar mano de la paciencia. Mucha paciencia se necesita para mantenerse en este camino, pues los resultados y el cambio son lentos. Dejar atrás el hombre viejo, no es cuestión de minutos, sino de años. Por supuesto que la paciencia es hija de la esperanza. "Tanto se alcanza cuanto se espera" (San Juan de la Cruz). Y Santiago nos pone un ejemplo de paciencia y de esperanza: el agricultor. La misma naturaleza es ejemplo para nosotros: de espera, de paciencia, para aguantar los fríos, calores, agua, sequía, para esperar el fruto.

Orar con Dios, a solas, es cuestión de tiempo, de paciencia, pero sobre todo de interés, pues nos absorben las cosas, estamos muy "pendientes del cuenco de leche", de mil cosas más y, así, no podemos orar.

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