"En este sitio maldito donde reina la tristeza, no se condena el delito, se condena la pobreza" (En la pared de una celda) "Allí abajo, la cárcel, la fábrica del llanto, el telar de la lágrima que no ha de ser estéril, el casco de los odios y
Un cierto desasosiego se está apoderando de nuestra sociedad líquida y globalizada, formado el gobierno nuestro país, las elecciones americanas están llenando todos los espacios informativos. Más que nunca se habla del "espectáculo Trump", un personaje arrogante, mentiroso, xenófobo, machista, racista, hortera, ignorante y profundamente cutre, pero inesperadamente para muchos está en la recta final de las elecciones americanas con posibilidades de ganarlas. En el país de la democracia y la libertad se ha introducido un fenómeno global que ya han vivido otros países, tal vez versión más conocida es la del político italiano Silvio Berrusconi. Esperemos que la razón y la madurez del pueblo americano triunfen y se despejen incertidumbres y miedos.
El proceso globalizador han generado una vida errante y libre, pero también vivimos un momento en el que hay una mayor preocupación por la ley y el orden. En las sociedades con mayor libertad, el confinamiento y la cárcel han ha sido el principal método para tratar con los sectores no asimilables de la población, difíciles de controlar y propensos a provocar problemas. A lo largo de los siglos el confinamiento forzado ha sido una reacción casi instintiva y visceral ante todas las diferencias que no se alojaban en el trato social habitual. En la gran ciudad globalizada vivimos entre personas que no nos conocemos y desplegando un fuerte individualismo que nos aísla de todos. Con lo que se tiende cada vez más cada vez más a interpretar como crímenes aquellos actos que considera indeseables o "dudosos" y a "castigarlos con la cárcel".
Este fin de semana se han sido recibidos en Roma por el Papa Francisco, una serie de presos y funcionarios de prisiones, han comido juntos y han celebrado el "Jubileo de los Reclusos". Cerca de mil fieles entre detenidos, familiares, personal penitenciario y voluntarios del sector de prisiones, se han congregado en Roma. En la homilía de la misa Francisco les habló de las raíces de la esperanza, libertad, el perdón, el arrepentimiento, la rehabilitación y sobre todo de la misericordia. No existe lugar en nuestro corazón que no pueda ser alcanzado por el amor de Dios. Donde hay una persona que se ha equivocado, allí se hace presente con más fuerza la misericordia del Padre, para suscitar arrepentimiento, perdón, reconciliación. Francisco afirmó que todos somos prisioneros sin darnos cuenta en nuestras sociedades del descarte y la indiferencia, encerrados en prejuicios, en nuestro individualismo a cuestas, entre falsos bienestares y esquemas ideológicos que no favorecen el encuentro con el otro.
Francisco pone el dedo en la herida de nuestro individualismo, pensar en todo aquello que no forma parte de nuestra cotidianidad, nos cuesta mucho. Todavía cuesta más pensar en una realidad tan alejada como el mundo de la cárcel, pero sobre todo superar lo prejuicios y estereotipos, y poder englobar toda esa realidad sufriente en el amor de Dios y su misericordia. No se trata de negar la responsabilidad personal por los delitos cometidos, se trata mirar la realidad humana que sufre, y que vive en un régimen totalmente cerrado y difícil. El filósofo Giorgio Agamben utiliza el concepto "nuda vida", la de aquellos que han sido despojados de todo valor político, de todo derecho de ciudadano. Esto puede ser aplicable a toda persona privada de libertad que ha sido despojada de su condición humana, cuando ha sido cosificada. Desde esta realidad nada impide ciertos abusos de poder en la espesura invisible de los gruesos muros de la prisión.
Estamos viviendo un punto final de los Estado-nación y el desmantelamiento del Estado de bienestar, esta realidad convierte a los ciudadanos y las categorías jurídicas asociadas a los mismos, prácticamente en nada, en una realidad totalmente desnudada de valor. En este déficit de ciudadanía como diría Hannah Arendt, es aquel en el que todos pasamos a ser refugiados. Los mecanismos de control social ya no tienen que ver con categorías jurídicas, policía, cárcel, más bien con la miseria y la marginalidad que estamos generando en nuestras sociedades tecnificadas. Esto nos lleva a la existencia de un mayor control social, con formas cada vez más policiales o con un desarrollo de seguridad privada que no evita que las cárceles sigan creciendo.
En España hay más de 67.000 presos, solo somos superados por el Reino Unido en Europa. Por delante Estados Unidos, China, Rusia y Brasil, muchas de estas cárceles, como las españolas están muy lejos de lo que establece la Constituciones democráticas. En muchos países las cárceles no solo presentan numerosas deficiencias, en las celdas, las comidas o el hacinamiento, sino que se desarrollan importantes focos de corrupción. Las cárceles están llenas de empobrecidos e indigentes, desposeídos de todos, abandonados por todos. Es la "nuda vida" antes apuntada
El Papa Francisco ha repetido numerosas veces que la Iglesia y sus fieles no pueden ignorar los eslabones rotos de la sociedad. Sus llamamientos como un grito, quieren llamar a la conciencia y ayudar a mejorar las condiciones de vida en las cárceles. Está pidiendo en sus discursos a las autoridades competentes en este año de la misericordia, un acto de clemencia hacia aquellos presos que sean considerados idóneos para gozar de esa medida. El Dios de Jesús interviene en la vida humana no para condenar, sino para amar, para liberar "abrir las prisiones injustas, liberar a los oprimidos, romper todos los cepos... no cerrarte a tu propia carne" (Is 58,6). La sociedad no debe abandonar a ninguna persona, ni siquiera al culpable, todos tienen derecho a ser amados. No dejemos que la represión penal devuelva mal por mal, y que ésta hunda a las personas e impida su rehabilitación, es necesario humanizar la vida y la cárcel. Nos recordaba Gandhi, que cuando el fuego se combate con el fuego, todo acaba en cenizas.
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