Tras su paso por el XIX Encuentro de Poetas Iberoamericanos, la costarricense quiso dejar en Salamanca sus tres últimos libros
Suelo recibir un buen número de libros de escritores de todas partes. Me llegan por correo postal o me son entregados en mano, por los propios autores o por amistades suyas que vienen a Salamanca, bien de visita, bien a realizar estudios u ofrecer conferencias.
De la amplia remesa más reciente, convoco a tres de ellos, ofrecidos generosamente por Nidia Marina González (San Ramón, Alajuela, Costa Rica, 1964). Los dejó la noche antes de partir de nuevo hacia su país, tras participar en el XIX Encuentro de Poetas Iberoamericanos. Sus títulos son: Objetos perdidos (Editorial Universidad Estatal a Distancia2015), Seres apócrifos (Uruk Editores, 2015) y Bitácora de escritorio y otros viajes (Universidad de Costa Rica, 2016).
Los tres hicieron su travesía Atlántica en la maleta de esta poeta cuya obra ha sido publicada en varias antologías, entre ellas: Voces tatuadas, crónica de la poesía costarricense 1970-2004 (Jorge Boccanera, Ediciones Perro Azul, 2004), Poesía del Encuentro (Antología del VII Encuentro Internacional de Escritores, Adriano Corrales, Mediaisla, Miami 2010), Mujeres poetas en el País de las Nubes (Emilio Fuego, compilador. XVI Encuentro Internacional, Oaxaca, México 2008), Sostener la palabra (Adriano Corrales, compilador. Instituto Tecnológico de Costa Rica, Ed. Arboleda, 2007). Sus primeros poemarios son: Cuando nace el Grito (1985) y Brújula extendida (2013).
Y porque suelo compartir, aquí selecciono un texto de cada libro, para lectura y degustación de los lectores de SALAMANCArtv AL DÍA
APROXIMACIONES
Palabra de pez, yo respiro.
Soy dura como la piedra de los temascales,
el humo es más que un rastro del padre fuego.
Como el viento me disuelvo en la ceniza.
Palabra de pez, no sé nadar en todos los ríos.
Hay cosas que no se perdonan, ni se olvidan,
y la inocencia no se pierde fácilmente.
La mitad del mar no tiene nombre
y los delfines llevan un mejor corazón puesto.
La arena que sangro por los pies no es un invento
es desierto,
huesos perdidos
sin nombres para apelar a la noche,
muertes absolutamente innecesarias sostienen estos huesos.
La arena que sangro es reloj incontable
sábana
parasol.
Palabra de pez, aún respiro.
POSIBILIDAD
Ha de ser
el gesto que recogemos
de la montaña contra el cielo
-su posibilidad de espacios-
y no esta violencia
que destruye caricias.
Será el verde extenso y húmedo,
y no este desangrarse
a gritos lentos,
lo que nos despierte
de la pesadilla.
RUIDO
No hay sino puntas de lanza en mis oídos estos días
nada sabe callarse.
Gritan las paredes
los puentes y los dedos
gritan el viento y las sábanas.
Todo lo que llevo a mi boca lo que toco y lo que no.
Han desaparecido las pausas los punto y aparte
la voz de los demás está detrás de una cortina de ruido oscuro
de este tinnitus nublado.
Un coro interminable acribilla mi madrugada
no perdona ni un segundo
me incendia como a hojas secas
que no se consumen.
Estos días heridos y sin pausa
me cuesta habitarme.
Escapar de mi cabeza
que se apague el fuego
en el que me pierdo
y no encuentro ni un retrato hablado del silencio.
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