Algunos quisieran ver a los anteriores dirigentes de este país en las colas del paro o teniéndose que alimentar en los comedores de Cáritas.
No entiendo ese rencor hacia gente que ha dedicado, con mayor o menor acierto, su tiempo y su energía hacia la cosa pública en vez de tener muchos de ellos un cómodo pasar en la actividad privada. En otros países, como Estados Unidos, los viejos políticos ?y no digamos ya sus ex presidentes? son considerados glorias nacionales a las que se trata con respeto y deferencia, comúlguese o no con sus ideas. Empresas, centros docentes y otras instituciones se disputan su colaboración, para beneficiarse así legítimamente de sus conocimientos, de su experiencia y de sus contactos, como directivos, consejeros, profesores y conferenciantes.
Aquí, no. Aquí, despreciamos tanto a nuestros políticos que no sólo les pagamos poco ?un diputado británico, francés o italiano cobra el doble que uno español, por ejemplo?, sino que hemos inventado el término despectivo de "puertas giratorias" para cuando una empresa de prestigio intenta hacerse con sus servicios.
Últimamente ha sido objeto de una cacería especial al respecto Felipe González, de quien las turbas de presuntos indignados ignoran que evitó la involución política del país, modernizó su industria y generalizó los beneficios sociales para los ciudadanos españoles, entre otras brillantes aportaciones. Mientras los nuevos izquierdistas de salón nacionales lo denigran, todavía a los veinte años de haber dejado la presidencia del Gobierno goza en el ancho mundo de una reputación y una autoridad moral incuestionables.
Aquí, digo, son los nuevos políticos los que han sembrado la sospecha ?cuando no la certidumbre de su inmoralidad? sobre todos los políticos anteriores a ellos, a quienes designan con el infamante apodo de la casta. Y, en vez de exigir un sistema de incompatibilidades que adecúe con acierto sus futuras actividades, simplemente pretenden su aniquilación profesional y casi personal.
De triunfar en su propósito, conseguirán que, en vez de personas honradas y competentes, a la política sólo se dediquen pícaros, inútiles y oportunistas, que no tienen nada que perder ante la pésima calidad de la clase política que nos viene encima.
La empresa Diario de Salamanca S.L, No nos hacemos responsables de ninguna de las informaciones, opiniones y conceptos que se emitan o publiquen, por los columnistas que en su sección de opinión realizan su intervención, así como de la imagen que los mismos envían.
Serán única y exclusivamente responsable el columnista que haga uso de nuestros servicios y enlaces.
La publicación por SALAMANCARTVALDIA de los artículos de opinión no implica la existencia de relación alguna entre nuestra empresa y columnista, como tampoco la aceptación y aprobación por nuestra parte de los contenidos, siendo su el interviniente el único responsable de los mismos.
En este sentido, si tiene conocimiento efectivo de la ilicitud de las opiniones o imágenes utilizadas por alguno de ellos, agradeceremos que nos lo comunique inmediatamente para que procedamos a deshabilitar el enlace de acceso a la misma.