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Danza y poesía, o espacio y silencio
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Danza y poesía, o espacio y silencio

Actualizado 05/11/2016
Juan Ángel Torres Rechy

  • danza ? poesía

Entre la gente dedicada a las humanidades, no digamos ya entre los lingüistas y los poetas, suele ser materia de artículos y conversaciones el problema del lenguaje y la poesía como objeto de estudio: no puede abordarse con otro instrumento que no sea el lenguaje. Para construir una teoría sobre las palabras hay que usar palabras, así como se emplean para las investigaciones médicas. La ciencia se construye mediante un discurso lógico. Sobre esto pensaba el otro día cuando miraba un volumen en octavo de la biblioteca de una pareja mexicana dedicada a la danza.

El capítulo 6 o 7 trataba sobre el espacio de la representación. La puesta en escena tiene la forma de la superficie y su arreglo, de la misma manera que los artistas configuran el espacio y llevan con sus cuerpos inmersos en movimientos rítmicos al público a la puesta en escena. El espacio donde ejecutan su expresión corporal es un espacio abierto. Ese espacio posibilita su desplazamiento. De otro lado, ese mismo espacio que contiene dentro de sí al bailarín como palabra y sintaxis viva, que determina su capacidad performativa, sin el cual la danza resultaría imposible, pensé, puede equipararse al silencio en relación con la poesía. En este último caso, el silencio sería la medida de la lengua poética. Esta última encontraría su dimensión plástica con base en aquel marco de referencia. Uno y otro serían como dos partes de un todo, guardando una relación proporcional, a la manera de la luna y la noche, del sol y el día, o del beso y el amor, y del abrazo y la fraternidad. Un silencio que no es vacío, que no es un no ser, que no es una nada, sino que sí tiene un ser. Un silencio más grande que la realidad visible, que sirve para explicar la palabra.

¿Acaso no generan una representación verdadera de anhelos y encuentros y separaciones los bailarines cuando tensan y relajan con gracia sus cuerpos al compás de Johannes Brahms o de Astor Piazzolla? ¿Es verdad que no levantan una estructura casi material con los puntos y las líneas de sus cuerpos en movimiento? En el otro caso del que hablamos, hace tiempo en el pasado, en una representación teatral minimalista de un Juan Ruiz de Alarcón, no creía no estar casi tocando una realidad material construida con el puro acto poético. Los versos tenían una corporeidad. El silencio sobre el que se levantaba esa estructura lingüística daba cuenta de la construcción de sentido. El silencio era la superficie horizontal, vertical y profunda, el volumen conteniendo la representación y reflejando desde su mutismo lo que los espectadores percibíamos.

Tal y como en la danza el espacio permite su existencia, de la misma manera sucede con el silencio en la poesía. En espacio abierto y silencio surge todo. ¿Cómo se puede abordar, por consiguiente, el estudio de la poesía desde el silencio? Quizá escuchando, poniendo nuestra palabra en la butaca de nuestro ser, a las ventanas de nuestro cuerpo, ante la realidad exterior, para mirar qué sucede ahí y entender de qué se trata la representación, antes de pronunciar ninguna conclusión. Su estudio, por lo tanto, radicaría en la contemplación, en una actividad pasiva, en un acto sin palabra en la lengua, que convirtiera al sujeto en el propio escenario de la obra. Eso pensaba, cuando mis anfitriones me invitaron a pasar al comedor y dejé el librito de danza en su lugar en la biblioteca.

espacio ? silencio

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