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Rajoy ha jurado por la Biblia (Números), pero no se puede jurar (Evangelios)
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Rajoy ha jurado por la Biblia (Números), pero no se puede jurar (Evangelios)

Actualizado 03/11/2016

Rajoy ha jurado por la Biblia (Números), pero no se puede jurar (Evangelios) | Imagen 1Con una mano sobre la Constitución y la otra sobre la Biblia, de pie ante un Crucifijo, el Sr. M. Rajoy, líder del PP ha jurado esta mañana (31.11.16) ante el rey, comprometiéndose a "cumplir fielmente sus obligaciones como presidente del Gobierno, haciendo guardar la Constitución etc.

El juramento por la Biblia y/o por el crucifijo ha sido una costumbre, avalada por la misma Iglesia Católica durante siglos, y podemos suponer que Rajoy lo ha hecho con la mejor intención, pero ha debido hacerlo sobre una Biblia abierta por un libro del Antiguo Testamento (Números, quizá Num 30, 2), que es precioso en un sentido, pero que está lleno de violencias y venganzas, que han tenido que ser reinterpretadas y superadas por la Palabra de Jesús, que manda a sus discípulos que no juren.

Significativamente, Rajoy ha tenido que acudir al Antiguo Testamento... No ha podido llegar a los Evangelios, pues si los conociera no habría podido jurar, pues en una de sus páginas centrales, Jesús dice a sus seguidores que no juren, sino que digan simplemente "si, si" o "no, no", pues la palabra de persona vale más que todos los juramentos... y además, en el fondo, los juramentos van en contra del Dios cristiano.

Rajoy ha jurado con el Crucifijo delante; pero Jesús crucificado no jura, sino todo lo contrario, él dice a sus discípulos que no juren. Así lo muestra claramente el texto (5, 33-37) que voy a presentar, con unas breves reflexiones, tomadas de mi comentario al Evangelio de Mateo. Que los mismos lectores saquen sus consecuencias

Me escribe J. M. Chillón, profesor de filosofía de la Universidad de Valladolid:

Es muy molesto, para un creyente, observar cómo la ley permite q se juegue con los símbolos más sagrados: la palabra y la cruz. Jurar poniendo a Dios por testigo es siempre adelantarse a cometer el delito de perjurio por la misma imperfección humana que nos constituye.

Junto a este resumen de lo que muy bien explicas Xabier Pikaza, está la laicidad del Estado que pide la estricta independencia de los símbolos civiles políticos y religiosos.

La Cruz no representa al pueblo español como sí lo hace la Constitución, la jefatura del Estado o la bandera. Hasta que no entendamos esto seguiremos sin atender a la grandeza de la democracia que, por su naturaleza, nunca puede verse vinculada ni forzada por ninguna convicción religiosa. Esto que criticamos tanto en los estados musulmanes, nos cuesta tanto entenderlo en nuestro estado español...

Texto

Mateo 5, 33 Habéis oído también que se dijo a los antiguos: No perjurarás, cumplirás al Señor tus juramentos. 34 Pero yo os digo que no juréis en modo alguno: Ni por el Cielo, porque es el trono de Dios, 35 ni por la Tierra, porque es el escabel de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran rey. 36 ni jures por tu cabeza, porque no puedes hacer un cabello tuyo blanco o negro. 37 Sea vuestra palabra "sí sí, no no", pues lo que pasa de de ellas viene del Maligno (1)

Comentario

Este pasaje central de los evangelios ha tenido dificultades para ser aplicado en la teología y en la praxis normal de las iglesias, a pesar de que ha sido transmitido por Mateo y por Sant 5, 12 y proviene sin duda de Jesús. Por otra parte, el mismo Mateo recoge en otro lugar (cf. Mt 23, 16-22) otra versión, que matiza lo aquí dicho, posiblemente porque había cristianos que tenían reparos antesesta formulación, de manera que sintieron necesidad de ofrecer otra aclaración sobre el tema (pero sin negar nunca la prohibición básica de los juramentos).

El juramento al que se alude aquí es un tipo de control religioso que consiste en poner a Dios como testigo de algo, invocando su castigo para aquel que no lo cumpla o no diga la verdad. Es un acto social y religioso, una forma de utilizar a Dios haciéndole garante de un control personal (quien jura tiene miedo de que Dios le castigue si no cumple su juramento) y social (el grupo entero lo sanciona). En principio, los juramentos no son malos, aunque pueden pervertirse, según las circunstancia, y por eso la ley del AT (y de cierta iglesia posterior) ha querido regularlos, para sean rectos y para que, siéndolo, se cumplan.

En esa línea el evangelio recuerda negativamente a Pedro, que jura y perjura en falso, diciendo que no conoce a Jesús (cf. Mt 26, 69-75 par). Pues bien, Jesús manda a los suyos que no juren en modo algunos, ni aun cuando sus juramentos sean sobre cosa buena y los cumplan.

Jesús no quiere que los hombres manejen a Dios, sino que digan la verdad por sí misma, sin apelar a juramentos, en contra de algo que era normal en el Antiguo Testamento (cf. Gen 24, 37; 50, 5-6; Ex 13, 19). Ciertamente, Jesús no va en contra de la ley, de un modo directo, ni rechaza sus implicaciones (como podía suceder en el tema del divorcio), sino que él se sitúa más bien por encima de la misma ley, y así pide a sus discípulos que no juren, es decir, que renuncien a ese gesto que parecía tan religioso, avalado por el mismo antiguo Testamento, que decía:

No juraréis en falso por mi nombre, profanando así el nombre de tu Dios. Yo, Yahvé (Lev 19, 12).

A Yahvé, tu Dios, temerás, a él solo servirás y por su nombre jurarás (Dt 6, 13; cf. 10, 20; 23, 22).

No améis el juramento falso, porque éstas son cosas que aborrezco, dice Yahvé (cf. Zac 8, 17).

Pues bien, Jesús va en contra de esa visión del Antiguo Testamento, rechazando un elemento rasgo importante de la Ley judía y, en general, de toda religión que apela a Dios, exigiendo a sus fieles que juren, poniéndole como testigo para ratificar ciertas conductas o para resolver discusiones, como suponen incluso otros textos del mismo Nuevo Testamento (Hch 2, 30; Hbr 6, 16-17).

En contra de eso, Jesús prohíbe que se jure en nombre de Dios, porque Dios es gracia pura (no podemos ponerle al servicio de una ley o conducta humana) y, sobre todo, porque la verdad vale en sí misma, sin fundarla en un tipo de superestructura sagrada.

Por eso, al prohibir los juramentos, esta sentencia de Jesús supone que la presencia de Dios se vincula a la palabra sin más, esto es, a las relaciones humanas, que valen por sí mismas (sí-si, no-no), sin apelar a una sacralidad más alta. Dios no necesita ningún juramento para actuar como divino; tampoco los hombres necesitan invocarle de un modo especial (y ponerle como testigo) para decir la verdad (que sí sea sí, y no sea no: Mt 5, 37).

Esta exigencia (no jurar, no introducir a Dios en nuestras disputas) constituye un rasgo distintivo del mensaje de Jesús, que ha sido ignorada en general por las iglesias. Ciertamente, algunos grupos tardíos del judaísmo tienden a "limitar" los juramentos, como sucede, en Qumrán (2)

A los judíos de Qumrán no les gustan los juramentos, pero no los prohíben sin más que sepamos), con una prohibición absoluta, como hace Jesús en Mt 5, 33-37 y en Santiago que dice:

"No juréis (mê omniête) ni por el cielo, ni por la tierra, ni hagáis cualquier otro juramento. Que vuestro sí sea sí y vuestro no (sea) no para que no caigáis bajo el juicio" (Sant 5, 12).

Santiago ofrece aquí la cita o referencia más clara del NT a un pasaje de los evangelios. Posiblemente, tanto Mateo como Santiago toman su texto de una tradición anterior, que deriva de Jesús, con las precisiones "por el cielo y por la tierra", que aparecen en ambos casos. Las referencias ulteriores de Mateo provienen de su iglesia judeo-cristiana, y sólo tiene sentido en ese contexto (Mt 5, 34-36):

‒ Ni por el Cielo, porque es el trono de Dios. En un primer momento el Cielo es una forma de nombrar a Dios en sí (como en otros casos), pero aquí aparece en un contexto poético-litúrgico como trono de Dios.

‒ Ni por la Tierra, porque es el escabel de sus pies. Ella aparece así en Sal 99, 5; Is 66, 11, como espacio y signo de presencia de Dios; ciertamente, la tierra no es Dios, pero es señal de su presencia, realidad sagrada.

‒ Ni por Jerusalén porque es la ciudad del Gran Rey. Esta palabra proviene de los judeo-cristianos, que toman a Jerusalén como Ciudad Mesiánica y capital del Reinado de Dios (=Gran Rey) en el mundo.

‒ Ni por tu cabeza porque no puedes hacer que ni uno de tus cabellos se vuelva blanco o negro. Este pasaje puede ser un añadido de Mateo, pues rompe el esquema de los tres casos anteriores (Cielo, Tierra, Jerusalén?). De todas formas, al añadir que el hombre no tiene poder para cambiar el color de sus cabellos, el texto está indicando que también su cabeza es signo/presencia de Dios.

- Ni por la Biblia, como debería decir Jesús en este caso, si pudiera hablar con Rajoy y con otros que acuden a la Biblia para jurar, cuando lo que vale es la palabra en sí, palabra fiable de persona

Junto a la prohibición de jurar hallamos, tanto en Mateo como en Santiago, el mandato de hablar en verdad, de manera que las palabras valgan por sí mismas, que el sí sea sí, y el no sea no (Mt 5, 37: nai nai, ou, ou), sin necesidad de apelar a juramentos o superestructuras de tipo especial, pues toda palabra del hombre es religiosa.

Esta exigencia de verdad, con la prohibición de los juramentos, nos sitúa en el centro de una "religión" que, siendo radicalmente trascendente (expresión de Dios), se identifica con la verdad humana, en la línea del mismo decálogo que dice: «No pronunciarás el nombre del Señor, tu Dios en vano (en falso)» (cf. Ex 20, 7; Dt 5, 11) (3) .

Notas

(1) La prohibición absoluta de jurar es extraña al Antiguo Testamento, donde el mismo Dios se obliga por juramento (Gn 22,16; Dt 1,8; 1Sa 3,14), y donde muchas personas juran (Abraham, Gn 21,24; su siervo, Gn 24,9; Esaú, Gn 25,33; Isaac y Abimélek en Gn 26,31; los responsables del pueblo en Jos 9,15 etc.). Dios mismo invita a jurar, pero sólo por el nombre del Señor, no de otros dioes (Dt 6,13; 10,20).

Cf. W. Barclay, Santiago, Clie, Terrassa 1996;

O. Bauernfeind, Der Eid in der Sicht des Neuen Testaments, en H. Bethke (ed.), Eid, Gewissen, Treuepflicht, Stimme V., Frankfurt 1965, 79-112;

H. Boelaars, Riflessioni sul giuramento, StMor 6 (1968) 175-205; G. Dautzenberg, Ist das Schwurverbot Mt 5, 33-37; Jak 5, 12 ein Beispiel für die Torakritik Jesu?: BZ NF 25 (1981) 47-66;

D. C. Duling, '[Do Not Swear...] by Jerusalem because It Is the City of the Great King' (Mt 5, 35): JBL 110 (1991) 291-309;

H. Hendrickk, El Sermón de la Montaña, Paulinas, Madrid, 1987, 104-109; B. Kollmann, Das Schwurverbot Mt 5, 33-37 / Jak 5, 12 im Spiegel antiker Eidkritik: BZ 40 (1996) 179-193;

E. Kutsch, Eure Rede aber sei ja ja, nein nein: EvTh 20 (1960) 206-218; M. Melero, Comentario a Santiago, Verbo Divino, Estella 2015;

P. S. Minear, Yes or No: The demand for honesty in the early Church, NovT 13 (1971) 1-13;

W. Schottroff, Der alttestamentiliche Fluchspruch, WMANT 30, Neukirchen 1969.

(2) Cf. Eclo 23, 9-11 tenía reservas sobre los juramentos: «No te acostumbres a pronunciar juramentos ni pronuncies a la ligera el Nombre santo? El que mucho jura se llena de maldad?; si se equivoca, cae en pecado, si no cumple, peca el doble; si jura en falso no será perdonado?» (). Por su parte, los esenios?"son muy recatados en el jurar, porque piensan que es cosa de perjuros, porque tienen por mentiroso aquel a quien no se puede dar crédito sin que llame a Dios por testigo" (Flavio Josefo, Guerras de los judíos, 2, 135). Los esenios son quizá los más semejantes a Jesús pues procuraban evitar todos los juramentos, aunque hacían un juramento de entrada en la comunidad. La iglesia no tiene un juramento de entrada, sino un rito de bautismo, como nuevo nacimiento. He precisado el tema en Antropología 239-250. Sobre la autenticidad del dicho, cf. J. P. Meier, Judío marginal IV, 203-252.

(3) El judaísmo permitía y, en algún sentido, ratificaba el uso de juramentos, en los que se apelaba a Dios para confirmar una palabra, como suponen las tradiciones de la alianza, avaladas con juramentos, bendiciones y maldiciones (cf. Dt 27; Lv 26). En esa línea, el Dios de los juramentos actuaba como garante para resolver conflictos (juicios), era un Dios manejable, que se utilizaba para confirmar nuestras razones, como si la palabra humana no fuera suficiente si no le añadimos un soporte divino. Pues bien, en contra de esa tendencia religiosa que se añade a la verdad de la vida humana, profundizando en la norma del decálogo (es decir, en la santidad de Dios: cf. Ex 20, 2-7), Jesús prohíbe todos los juramentos, dejando a los hombres ante su propia verdad humana.

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