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Zaqueo y Jesús / Una promesa que no defrauda
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Zaqueo y Jesús / Una promesa que no defrauda

Actualizado 30/10/2016

Zaqueo y Jesús / Una promesa que no defrauda | Imagen 1

El día primero de noviembre celebramos la solemnidad de Todos los Santos. Según el Papa Francisco, esta fiesta "nos recuerda que la meta de nuestra existencia no es la muerte, ¡es el Paraíso! Los santos, los amigos de Dios nos aseguran que esta promesa no defrauda".
Junto a los santos canonizados están aquellos cuya fama no ha trascendido más allá de su ambiente familiar o laboral. Los desconocidos por los medios de comunicación. Son hombres y mujeres que han seguido con sencillez y fidelidad su vocación y han manifestado la alegría de la gracia. Han vivido la fe, han contagiado la esperanza y han hecho del amor la norma de su vida. Y ello, no para ser simpáticos ni eficaces, sino porque así era Jesucristo.
Los santos son hombres y mujeres que han aceptado los valores del evangelio. Son los seguidores del Señor. Ellos nos demuestran la posibilidad de imitar el estilo de Jesús. Los santos y santas de Dios son los mejores hijos de la Iglesia. La prueba de que es posible vivir el proyecto de Dios. El icono más bello de la dignidad humana. Las arras de la esperanza. El anticipo de la gloria que nos ha sido prometida.
En esta solemnidad de Todos los Santos se proclama una vez más el mensaje de las bienaventuranzas pronunciadas por Jesús. Esas palabras nos revelan el rostro de Dios y el espíritu que animaba a Jesús. Expresan las notas que caracterizan a los que forman parte de su Iglesia. Recogen las mejores aspiraciones y esperanzas del corazón humano y nos orientan hacia la patria celestial.
Las bienaventuranzas no desprecian la tierra en la que viven, trabajan y sufren los hijos e hijas de Dios. Pero nos invitan a no parcelar el corazón humano. A ver nuestra vocación en su integridad. A recordar que nuestra verdadera dignidad trasciende los logros de nuestras manos y supera el malogro que nos aflige.
Según san Pedro Poveda, "las bienaventuranzas son el mejor resumen del Evangelio, el más firme sostén de nuestra fortaleza en la lucha por el cielo y la más perfecta regla de vida. Son el alma de la fe, de la esperanza y de la caridad".
San Agustín reduce las bienaventuranzas a siete. La primera y la última ofrecen la misma recompensa a dos actitudes que parecen diversas. Los pobres en el espíritu han abrazado la libertad, que capacita para vivir como hijos de Dios. Y los perseguidos por su fidelidad no se dejan seducir por el tener, el poder o el placer. También ellos han optado por la libertad. A fin de cuentas, esa fue la suerte que le tocó a Jesús.
Pobres por amar la única riqueza. Perseguidos por amar la única verdad. A ellos se les ofrece la plenitud del Reino de Dios. Ellos son ya el icono que hace visible la grandeza de ese Reino.
José-Román Flecha Andrés
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ZAQUEO Y JESÚS
"Señor, tú te compadeces de todos, porque todo lo puedes; cierras los ojos a los pecados de los hombres, para que se arrepientan". Con estas palabras del libro de la Sabiduría, que se leen en la celebración de la Eucaristía de este domingo (Sab 11,23), se pregona la misericordia de Dios con los pecadores.
El texto continúa recordando que Dios ama a todos los seres y no odia nada de lo que ha hecho. Así que el p

erdón corresponde a su providencia, que abarca todo lo que él ha creado. Al corregirnos, Dios nos muestra su amor y nos revela la fuerza de su espíritu.

Oportunamente el salmo responsorial nos recuerda que "el Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad" (Sal 144,8).
Ni los recuerdos del pasado, ni el miedo a un futuro impensable podrán hacernos "perder la cabeza", como advierte san Pablo a los cristianos de Tesalónica (2 Tes 2,2).
LA HOSPITALIDAD
El evangelio de Lucas, que tanta importancia concede a los pobres y a los pecadores, nos ha presentado también a algunos ricos insensatos. Hoy nos invita a presenciar el encuentro de Jesús con Zaqueo (Lc 19,1-10). También él es un hombre rico. Y en cuanto publicano es considerado pecador. Pero Zaqueo rompe todos los esquemas.
? Zaqueo tiene curiosidad por conocer a Jesús. Ese deseo lo lleva a salir al camino y a superar esa dificultad de ser bajo de estatura. Como Dios buscó a Adán entre el follaje del paraíso, Jesús descubre a Lázaro entre las ramas de un árbol.
? Zaqueo desea conocer a Jesús, pero Jesús desea hospedarse en la casa de aquel pecador. Un encuentro de deseos, que lleva al publicano del "ver" al "acoger" con alegría. Si Zaqueo nos recuerda a Adán, también nos recuerda la hospitalidad de Abrahán.
? Zaqueo ha pasado una vida defraudando a los demás, pero decide ahora compartir sus bienes con los pobres. Y se aplica a sí mismo el castigo que David decretaba contra el malvado que se apropiaba de la oveja de su vecino.
LA SALVACIÓN
Las palabras que Jesús pronuncia ante el gesto de Zaqueo son un verdadero evangelio de la misericordia:
? "Hoy ha sido la salvación de esta casa". El mismo evangelio ha presentado a otro publicano que bajó justificado del templo (Lc 18,14). La salvación no viene por los ritos, sino por la misericordia que el hombre recibe de Dios y por la misericordia que él mismo practica.
? "También este es hijo de Abrahán". No basta con presumir de ser hijos de Abrahán según la sangre como pretendían los que escuchaban al Bautista (Lc 3,8). Hay que llegar a ser hijos de Abrahán, aceptando a Dios como Señor y practicando una hospitalidad generosa
? "El Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido". Jesús había dicho eso mismo, sentado a la mesa del publicano Mateo o Leví, que había escuchado su invitación a seguirle (Lc 5,32). También el hijo pródigo se había perdido pero fue encontrado.
- Señor Jesús, te damos gracias porque te acercas a nosotros y nos das la oportunidad de acogerte al hospedar a nuestros hermanos más despreciados y marginados. Amén.
José-Román Flecha Andrés

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