"No hay literatura sin memoria. Se nos reafirma esta percepción, una vez más, tras la lectura de esa hermosa novela, titulada Viñetas (HarperCollins Ibérica, Madrid, 2016), de la que es autor Agustín Sánchez Vidal, de origen salmantino, profesor universit
La literatura es, posiblemente, el gran archivo de memoria de la humanidad y, sin duda, el más hermoso. No hay literatura sin memoria. Se nos reafirma esta percepción, una vez más, tras la lectura de esa hermosa novela, titulada Viñetas (HarperCollins Ibérica, Madrid, 2016), de la que es autor Agustín Sánchez Vidal, de origen salmantino, profesor universitario, destacado estudioso e intérprete de la cultura española contemporánea y novelista no menos valioso.
Ambientada en la España actual (desde la guerra civil hasta casi nuestros días) y planteada como un viaje de vuelta hacia la reconstrucción de la memoria, narra los avatares de una familia campesina, que, desde su Castañares natal, emigra a La Solana, donde, con no pocas dificultades, tratan de abrirse camino en la vida. Es el matrimonio formado por Ángel (antiguo hospiciano) e Irene (que fue a servir a Madrid), con sus dos hijos: Toño y Miguel.
La novela está articulada como un viaje de Miguel a la antigua casa familiar en la Solana, donde vive su hija Julia con su pareja, cultivando la heredad familiar (la mitad es suya, heredada de su tío Toño, y pretende que su padre le legue la otra mitad), según los nuevos parámetros de agricultura ecológica. Miguel, en el leve tiempo de estancia en La Solana, repasa, a instancia de su hija, las viñetas dibujadas y dejadas por Toño, acompañadas de anotaciones, a través de las que se repasa la historia y memoria de la familia. Se sirve el autor del recurso de la estructura cerrada y de la rememoración, para trazar, a través de las viñetas del título, el dibujo de un friso familiar, que tiene tanto de peculiar y particular, como de arquetípico de un momento de la vida española.
Dentro de los parámetros de lo que pudiéramos llamar realismo contemporáneo y, a través de distintas teselas o viñetas, que permiten al autor dar saltos de continuo en el tiempo, se desarrolla una historia, un conmovedor retrato de familia, el retrato de un tiempo español del que hemos formado parte. Hay ?como ocurre en las demás novelas de Agustín Sánchez Vidal? un extraordinario arte de narrar, muy bien desarrollado, que es uno de los logros indudables de la obra; un arte de narrar, trenzando distintos hilos cronológicos y humanos, que va, a través de viñetas o teselas, edificando una historia de la que el lector queda prendido, pues el autor mantiene suspenses cuyos desenlaces se van resolviendo en los tramos finales de la narración.
Aunque en algún momento se asoma a ellos, nunca cae el autor en el grano grueso de la comedia bárbara o del tremendismo. Sino que, de modo equilibrado y medido, de modo sabio, la historia va transcurriendo al modo cervantino, ya que percibimos la condición humana con sus luces y sombras, a través de una indagación en el alma y el ser de los protagonistas. Otro de los logros de la novela es el gran dominio del lenguaje con el que la narración se desarrolla, un lenguaje siempre muy preciso y matizado, al servicio de la claridad de la historia narrada.
Es una historia particular y, al tiempo, arquetípica. Nos habla del paso de la España rural y aun ancestral a la España urbana y marcada por el desarrollismo. Aparece la figura de la maestra, que detecta el talento de Miguel y pugna porque los padres lo pongan a estudiar. La figura del padre, Ángel, es fascinante; al final, el autor le rinde un homenaje de piedad (en el sentido zambraniano del término) y de poesía (lo real maravilloso del episodio de las hormigas). Como lo es también la figura de la madre, Irene (con su belleza y su resolución, con su historia madrileña, marcada también por el amor, y su desaparición extraña). Pero no menos fascinante es la figura de Toño, el hijo mayor, vinculado, en La Solana (pueblo o barrio junto a la ciudad provinciana destino de emigración de la familia), a la pintura y al cine. Porque también hay, en Viñetas, un implícito homenaje al cine.
Los dualismos trazados en torno a los personajes del padre y de la madre (Ángel e Irene) y de los dos hermanos (Toño y Miguel), como modo de caracterizar modos de ser y de estar en el mundo, permiten al autor escapar de lo arquetípico en la caracterización de los personajes y ahondar en la psicología de unos seres humanos, que nos resultan convincentes y verdaderos. Toño, por ejemplo, "siempre conservó un cierto estado de gracia. No dejó que le extrajeran al niño que llevaba dentro" y advertía "que los adultos esconden algo, que su mundo real es retorcido y siniestro."
Porque dos son los principales asuntos que percibimos en Viñetas: por una parte, ese tránsito ?tortuoso, dificultoso, lleno de penalidades y privaciones? que se ha producido en nuestra sociedad, a lo largo del siglo XX, desde el mundo rural al urbano, así como la transformación de la sociedad en tal tránsito, a través de la historia de una familia campesina que ha de emigrar; y, por otra, una honda indagación en el ser y en el alma humanos, mediante la plasmación, tan llena de matices, de la vida de los cuatro personajes de la familia: el matrimonio de Ángel e Irene, con sus dos hijos Toño y Miguel.
A través del personaje de Julia, la hija de Miguel, nos introduce el autor en esa deriva de la vida que están representando las jóvenes generaciones, con nuevos valores y nuevos modos de existir.
Viñetas, de modo muy logrado y a través de una doble maestría, tanto en el arte de narrar como de utilizar la lengua, es una historia contemporánea de España, una intrahistoria podríamos decir más bien, que da noticia de todos nosotros. Es arte de la memoria, cuya lectura, que recomendamos, nos ayudará a conocernos mejor.
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