Sostiene Ernesto que cada nueva generación es caso de menos valer que la anterior.
-No estoy de acuerdo ?salto rápido-, según usted los jóvenes son unos pelagatos y yo estoy convencido de todo lo contrario, porque?
-Sin generalizar, sin generalizar ?me interrumpe-, que las generalizaciones ocultan la verdad. Ni pelagatos, ni pelagallos. Habitualmente, y siempre que no se den circunstancia especiales como una catástrofe o una guerra, la dureza de una generación es inversamente proporcional al nivel de vida que han alcanzado sus padres. Sirvan de ejemplo los parques infantiles; en nuestra infancia no había toboganes y los chicos nos deslizábamos por los taludes sobre un cartón, con los consiguientes raspones y rotura de pantalones. Nuestros hijos vieron llegar los toboganes metálicos que desembocaban en una poza de arena, pero desde hace unos años han forrado la tierra de los parques con placas de corcho para que los niños ni se rocen, ni se manchen. Nuestros nietos verán las figuras de unos Michelines de gomaespuma, o de algodón, que les esperarán con los brazos abiertos al final de los toboganes.
-Cuando nosotros éramos niños llevábamos pantalones cortos durante todo el año. Ahora todos los llevan largos, pero rotos porque están de moda.
-La última ocurrencia protectora se la debemos al Ayuntamiento de una capital de Castilla y León, que bajo el epígrafe "Camino Seguro", todas las mañanas dos policías municipales recogen en sus casas a un lote de unos 20 niños con edades entre 9 y 12 años, les colocan un chaleco reflectante, y en dos filas, como los seminaristas de los años ´60, los llevan al colegio.
-Las calles son más peligrosas?
-Pues que vigilen las calles, no a los niños.
-Estará conmigo que los fenómenos metereológicos se han extremado; ahora los veranos vienen con olas de calor que traen guadañas debajo del brazo, y en invierno los temporales se han convertido en ciclogénesis explosivas que suenan a TNT.
-Otro cuento más. El clima se ha dulcificado; desde finales del siglo pasado para ver y jugar con la nieve hay que ir a una estación de esquí, y en verano es digno de ver a los jóvenes con sus botellitas de agua, que nunca ha habido unas generaciones tan hidratadas en este país.
-Quizá sirva de explicación la caída de nuestra tasa de natalidad, la más baja de Europa, haciendo de los niños una especie en peligro de extinción.
-¿Niños? Querrá decir príncipes y princesas. Y por si fuera poco han aterrizado los abuelos espantanublados, ésos que en su día perdieron los papeles y no supieron educar a sus hijos en la cultura del esfuerzo y ahora, con los polvos de la madre Celestina de su ineptitud, convierten a sus nietos en entes mágicos, cuando no divinos. Sin entrar en el nivel de tolerancia a la frustración; las nuevas generaciones no la admiten, y así se dan agresiones al personal sanitario en los hospitales y centros de salud, a los profesores en los centros educativos, a los examinadores del carné de conducir... De ahí la avalancha de guardias de seguridad (una profesión cada vez con más futuro). ¡Si hasta en las subdelegaciones de Educación hay uno!
-Para compensar han desaparecido de las entidades bancarias.
-Miré usted, lo único que defiendo es que en Occidente cada día huele un poquito más a puchero de enfermo.
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