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Intervención íntegra de Juan Tomás Muñoz en Barcelona en el Congreso sobre Juan Martín...
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CONFERENCIA

Intervención íntegra de Juan Tomás Muñoz en Barcelona en el Congreso sobre Juan Martín...

Actualizado 17/10/2016
Fran Domínguez (CULTORO)

El alcalde mirobrigense asiste a las III Jornadas de Fortificaciones de la Asociación de Amigos del Castillo de Montjuïc

El alcalde de Ciudad Rodrigo Juan Tomás Muñoz intervino en la mañana del lunes en las III Jornadas de Fortificaciones que está desarrollando la Asociación de Amigos del Castillo de Montjuïc en la sala Maremagnum del Palacio de Gobierno Militar de Barcelona.

Intervención íntegra de Juan Tomás Muñoz en Barcelona en el Congreso sobre Juan Martín... | Imagen 1Estas Jornadas están dedicadas a la figura del ideólogo del Castillo de Montjuïc, el ingeniero militar Juan Martín Zermeño, que llegó a ser Comandante General de los Ingenieros Militares, el mayor reconocimiento militar que se podía alcanzar en el siglo XVIII.

Juan Tomás Muñoz fue invitado a participar en estas jornadas ya que Juan Martín Zermeño nació en Ciudad Rodrigo el 14 de junio de 1700, siendo bautizado en la antigua Iglesia de San Juan (que ocupaba el espacio donde hoy se levanta el ala derecha del Ayuntamiento).

Precisamente, la intervención del alcalde mirobrigense en las Jornadas consistió en hablar de la vinculación de Zermeño con Ciudad Rodrigo, recordando a sus antepasados. Ésta es la conferencia íntegra ofrecida por Juan Tomás Muñoz.

LOS ANCESTROS DE JUAN MARTÍN ZERMEÑO

Señora Fusté, general Llorente; señoras y señores: muy buenos días.

No puedo menos que iniciar mi intervención agradeciendo a la Asociación Amigos del Castillo de Montjuïc, en nombre de todos los mirobrigenses, de todo Ciudad Rodrigo, la decisión de organizar este seminario en torno a la figura del ingeniero militar Juan Martín Zermeño, uno de los ilustres personajes que ha dado aquella tierra salmantina y que ha tenido una proyección nacional e internacional, además de dejar su impronta en numerosas construcciones, especialmente encaminadas a la defensa, en distintos territorios españoles de nuestro tiempo o vinculados a la Corona española en diferentes épocas.

Como suele ocurrir, Juan Martín Zermeño y su hijo Pedro, que llegó a ser regidor perpetuo de Ciudad Rodrigo, carecen de predicamento en su tierra. Son desconocidos para la mayor parte de los rodericenses. No son, como ocurre en tantos casos, profetas en su tierra. Ni siquiera se conocía su relevancia hasta que han ido apareciendo algunos artículos y encomiables trabajos que abundaban en su origen y daban cuenta de su labor profesional. Cierto es que Juan Martín Zermeño salió de Ciudad Rodrigo, para arribar en la plaza de Melilla, siendo un niño, de la mano del también ingeniero militar Pedro Borrás, a la sazón gobernador de aquella plaza fuerte que, gracias a él y, especialmente al impulso de la Corona, se vio transformada para favorecer su defensa con un sistema abaluartado tras los episodios que protagonizó en la Guerra de Sucesión Española, especialmente en el bienio 1706-1707.

Intervención íntegra de Juan Tomás Muñoz en Barcelona en el Congreso sobre Juan Martín... | Imagen 2En Ciudad Rodrigo quedaron sus padres ?Domingo Martín Báez e Isabel Fernández o Hernández Zermeño, unos hidalgos sin fortuna-, y sus dos hermanas, María y Antonia, más pequeñas que él y que vivían en el Arrabal de San Francisco, extramuros de la fortificación principal, ya que este arrabal también contaba con su cerca a modo de muralla.

Despejadas las dudas que en un principio se plantearon sobre la fecha de nacimiento de Juan Martín Zermeño a instancias del conocido como Gabinete de Manuscritos de Biografías, que pretendía formar una reseña biográfica sobre este ingeniero militar, para lo que recurrió al Tribunal Eclesiástico de Ciudad Rodrigo que, a la sazón, fue incapaz de localizar la partida bautismal; unas dudas que quedaron superadas por la propia mano de los Zermeño, padre e hijo, cuando en 1767 presentaron en el Ayuntamiento de Ciudad Rodrigo ?también lo hicieron en el de Talamanca- la documentación que consideraron oportuna para recuperar el reconocimiento de su hidalguía.

En el libro de sesiones del Ayuntamiento mirobrigense correspondiente al citado año, se incluye la copia auténtica de diligencias de filiación y pruebas que acreditan la notoria nobleza e hidalguía del Excmo. Sr. D. Juan Martín Cermeño, teniente general de los Reales Ejércitos y comandante general del Real Cuerpo de Ingenieros, y del Sr. D. Pedro Martín Cermeño, su hijo, caballero del Orden de Alcántara, comendador de Villafamés en la de Montesa, brigadier e ingeniero director de los Ejércitos y Plazas de Su Majestad, vecinos y originales de esta ciudad. Se trata de un memorándum que recoge copias de sus partidas bautismales y otras de algunos de sus familiares directos, así como una serie de datos interesantes para abundar en las biografías de estos ingenieros militares cuyos ancestros estuvieron vinculados a Ciudad Rodrigo desde principios del siglo XVII y que supusieron el asentamiento en Castilla de una de las ramas del apellido Martín que tenía su raíz, su Casa Solar Infanzona, en el Reino de Galicia, concretamente junto a la sierra de Somoza Mayor, cerca de Monforte de Lemos, en la provincia de Lugo.

Este origen nobiliario, el reconocimiento de la estirpe e hidalguía del linaje Martín, provocarían una serie de litigios abanderados primero por Domingo Martín de Castro, abuelo de Juan Martín Zermeño, y más tarde por el propio ingeniero militar y su hijo Pedro, para exigir el reconocimiento nobiliario que habían ganado por carta ejecutoria y en juicio contradictorio ante el fiscal real y el concejo y vecinos de Talamanca el capitán Martín Álvarez de Somoza y su hijo Antonio Martín de Ulloa, quinto y cuarto abuelos, respectivamente, de Juan Martín Zermeño.

La Casa Solar Infanzona del linaje de Juan Martín Zermeño, como se ha apuntado, parte del Reino de Galicia. Además, está vinculada territorialmente al origen legendario del apellido Martín, ya que el capitán Martín Álvarez de Somoza, el primero de los antepasados conocidos del ingeniero militar, apunta en su apellido la toponimia de procedencia: la sierra de Somoza Mayor, en las inmediaciones de Monforte de Lemos, en la provincia lucense. De hecho, sabemos por el memorando presentado en los concejos de Talamanca y Ciudad Rodrigo en 1767 y en requerimiento de la hidalguía de Juan y su hijo Pedro Martín Zermeño, que el capitán Martín Álvarez había nacido en Santa María de Baamorto, una parroquia rural próxima a la cabecera de la comarca de Monforte, y que descendía por línea recta de varón de la Casa Solar Infanzona de Martín. En Santa María de Baamorto el capitán casó con Mencía de Ulloa, con la que tuvo a su hijo Antonio Martín de Ulloa.

En 1510 la familia se desplaza a tierras castellanas, asentándose en Talamanca, donde an viuido y morado y ttenido bienes y haciendas. Consiguen que en esta localidad madrileña se les reconozca su carácter nobiliario, porque en juicio conttradicttorio con el fiscal de su magesttad y el Concexo y vecinos de estta dicha uilla ganaron cartta executtoria de su nottoria hidalguía de sangre y fueron declarados por ttales hixosdalgo en juicio posesorio y de propiedad como descendienttes de la referida Casa Solariega y ynfanzona, en cuia virttud y cumplimiento continuaron, como ttodos sus descendienttes.

Antonio Martín de Ulloa, cuarto abuelo de Zermeño, se casa en Talamanca con María de Salazar, asegurando la transmisión de la hidalguía con su hijo Alonso Martín de Salazar, nacido también en esta villa madrileña, en donde más tarde contraería matrimonio con Francisca Juana de Cabañas, esposa que le dio como hijo a Alonso Martín de Cabañas. En virtud de las referencias consultadas, en un documento redactado en 1625 se afirma que dicho Alonso Marttín avrá cincuentta y ocho años que murió, por lo que su defunción podría datarse en Talamanca en el año 1567.

Se cuenta con mayor información de la filiación de Alonso Martín de Cabañas, tatarabuelo de Juan Martín Zermeño. Aunque no existe partida bautismal, hay una referencia en un libro de bautizados al citar a los confirmados de la iglesia de San Juan Bautista de Talamanca. Concretamente dice: Alonso hixo de Alonso Marttín. El libro comienza en 1582 y acaba en 1611. Este Alonso Martín casó en 1591 con Inés de las Heras en la iglesia parroquial de San Juan Bautista, también de Talamanca. Del matrimonio nacería tres años más tarde Alonso Martín de las Heras, bisabuelo de Zermeño, bautizado el 8 de marzo de 1594 en la desaparecida iglesia de Santa María de la Almudena, en la referida villa madrileña. Poco tiempo después, con tan sólo cuatro años, su padre, tal vez atendiendo a su condición de hidalgo y a los antecedentes familiares en el campo militar, decide vincularle a la milicia general que Su Magesttad mandaua levanttar para defensa de esttos reinos, alistándose ambos en 1598.

Pocas referencias más se han localizado de Alonso Martín de Cabañas. Simplemente hay algunos apuntes que abundan en las dificultades que tuvieron Juan y Pedro Martín Zermeño para avalar documentalmente los datos de filiación de sus antepasados y la hidalguía de su linaje ante la destrucción de los archivos en 1710 como consecuencia de la guerra sostenida con Portugal por la sucesión española. En esa línea nos encontramos con que tampoco hay certeza de su partida de defunción en los libros consultados, aunque se sabe por las condiciones impuestas en su testamento que ya había fallecido en 1601.

Alonso Martín de las Heras, bisabuelo de Juan Martín Zermeño, contrae matrimonio en 1615, después de haber enviudado de María Rodríguez, con Catalina Vicenta de Castro en la villa de Talamanca.

A finales del siglo XVI y con extensión a la primera década de la centuria siguiente, el rey Felipe III había iniciado una campaña para captar soldados en defensa y seguridad de sus reinos. En muchas localidades, sobre todo en tierras fronterizas y por lo tanto conflictivas, se fueron creando y asentando milicias. Ciudad Rodrigo no fue ajena a esta práctica. Con fecha 15 de agosto de 1609 el rey firma una cédula en Segovia por la que se crea la milicia de Ciudad Rodrigo y su tierra, con una serie de exenciones y libertades, de carácter inviolable, para favorecer la integración de la soldadesca, ya que las promesas anteriores, según reconoce el propio monarca, no se habían cumplido en la forma prevista y habían creado cierta desconfianza que podría echar por tierra el proyecto ante la falta de un contingente suficiente para la defensa del territorio. Por eso, entre otros privilegios, se garantiza a los milicianos que no podrán ser obligados a embarcarse para luchar fuera de los Reinos de España o que podrán disponer de cuantas armas precisen, sin ningún tipo de cortapisa; asimismo, se les confiere cierta impunidad al especificar la cédula que no pueden ser arrestados por las deudas contraídas formando ya parte del ejército, además de extender estos privilegios en caso de que accedan a la jubilación, una vez que hayan servido 20 años consecutivos en la milicia.

Estas contrapartidas también, y en un afán por superar cualquier impedimento, son aplicables, en el caso de estar casados, a sus esposas siempre que los soldados tuvieran que salir a combatir o a ejercer sus funciones fuera de la localidad habitual de la residencia familiar. Los hidalgos también salen beneficiados con la providencia real. No sólo se les garantizan sus derechos y la proyección a sus descendientes, sino que al alistarse a la milicia aumentarían "su calidad de honra y estimación".

Alonso Martín de las Heras vio en esta cédula una oportunidad que no desaprovechó. Pertenecía a la milicia desde 1598, cuando su padre le alistó. Ahora tenía la posibilidad de cumplir ese cometido con una serie de beneficios en una tierra que estaba en plena ebullición, con el asentamiento de numerosos linajes en Ciudad Rodrigo que levantaron sus casas solariegas y con la certidumbre de una bonanza económica que sirvió para aumentar la actividad comercial y el crecimiento de la ciudad, un florecimiento asentado precisamente en una serie de privilegios reales otorgados desde la repoblación que emprendió Fernando II y que fue continuada por su hijo Alfonso IX en el último tercio del siglo XII y primero del XIII, respectivamente.

Acompañado de su mujer, Alonso Martín de las Heras se establece en Ciudad Rodrigo poco después de casarse. Lo hizo antes de abril de 1619, puesto que su hijo primogénito, Domingo Martín de Castro, ya nace en la localidad rodericense.

La familia Martín de Castro, tras su desplazamiento a tierras salmantinas, se vio en la obligación de aportar la documentación necesaria para que se le reconociera su condición de caballeros hijodalgo y favorecer de esta manera su situación social. Así, en 1625 nos encontramos con un auto redactado por el escribano Juan de Vinuesa para perpettua memoria en derecho, fechado en 15 de diciembre y entonces conservado en el archivo de Talamanca, en el que Andrés Hernández de Chaves, corregidor de aquella villa, certifica la notoriedad en hidalguía de los interesados como respuesta al pedimento de Juan de Albendao, residente en Talamanca, realizado en nomvre de Alonso Marttín vecino de ella y morador en la ciudad de Ciudad Rodrigo junto a su hijo Domingo Martín. El documento, una información empergaminada y compuesta de doce foxas, se incorpora copiado al conjunto de las pruebas en reconocimiento de la hidalguía de la familia Martín.

En abundancia de pruebas, Juan de Albendao al día siguiente, 16 de diciembre, presenta a varios testigos para avalar la ascendencia noble de sus representados. Así testifican ante el corregidor de Talamanca una serie de vecinos de la villa que conocieron y conocen a diferentes generaciones del linaje Martín. Tras el protocolo de rigor (xuramentto por Dios Nuestro Señor y una señal de cruz), dio su testimonio el vecino Juan Montero de Espinosa, que dijo tener 84 años, y que confirmó haber visto y leído la carta ejecutoria de hidalguía que trajeron el capitán Martín Álvarez de Somoza y su hijo Antonio Martín cuando se asentaron en Talamanca.

En la misma línea se expresaron los vecinos Juan Izquierdo, de 86 años; Sebastián de Benito, de 88 años; Francisco Sanz, de 76 años; Mateo Crespo el Viejo, de 85 años; y Juan Cerezo, de 90 años. Todos ellos coinciden en lo mismo, afirmando además que Alonso Marttín hera natural y vecino de estta uilla y se allaua morando en la ciudad de Ziudad Rodrigo con su legíttima muger Catthalina Vicenta de Casttro, tamvién natural de esta uilla, y que de su mattrimonio ttenían por su hixo a Domingo Marttín, que enttonces podía ttener ocho o diez años.

No obstante y para abundar en su origen hidalgo, se realizan otros informes complementarios extraídos de los padrones de moneda forera. En el de 1626, fechado el 19 de septiembre, se apunta el nombre de Alonso Marttín de las Heras, ausente en la ciudad de Ziudad Rodrigo con su muger Cattalina Vicentta de Casttro y su hixo Domingo Marttín de Casttro, hixodalgo de solar conocido y executtoria. Con estos antecedentes, Alonso Martín y su hijo Domingo no tendrían problemas para empadronarse más tarde en Ciudad Rodrigo como caballeros hijodalgo, aunque no figuraron como tales hasta 1637 y siempre manteniendo abierto el vínculo con Talamanca, según expresan los padrones de moneda forera realizados hasta 1662. En las relaciones de 1650, 1656 y 1662 se mantienen las referencias a Alonso Martín, aunque éste ya hubiera formalizado su codicilo el 12 de julio de 1650 ante Diego Pacheco.

Domingo Martín de Castro, primogénito de Alonso Martín y Catalina Vicenta de Castro y, por tanto, abuelo de Juan Martín Zermeño, contrajo matrimonio con Ana Báez en la parroquial de San Andrés de Ciudad Rodrigo el 30 de junio de 1662.

Ambos habían enviudado de su primer matrimonio: Domingo de María Rodríguez y Ana de Antonio Rodríguez, sin que hubieran tenido descendencia. Fruto de su posterior enlace nacieron sus hijos Domingo ?padre del ingeniero militar Juan Martín Zermeño-, Juana y María.

Domingo Martín debió empezar a perder su paulatino reconocimiento como hijodalgo si nos atenemos a la necesidad que tuvo su hijo ?Domingo Martín Báez- en 1697, casi 13 años después de la muerte de su padre, de refrescar su nobleza a través de un nuevo acuerdo del concejo de Talamanca.

Domingo Martín de Castro había enviudado de Ana Báez en 1670, cuando el primogénito del matrimonio apenas contaba con siete años de edad. Catorce años después moriría él, siendo enterrado en una sepultura ubicada en la desaparecida iglesia de San Juan Bautista, iniciando una tradición que seguirían sus descendientes hasta el desarraigo que marcaría el oficio castrense, en toda su proyección, de Juan Martín Zermeño, lo que no fue óbice para que sus familiares directos mantuvieran esta pauta funeraria en la extinta parroquia civitatense.

Domingo Martín Báez, padre de Juan Martín Zermeño y primogénito de Domingo Martín de Castro y Ana Báez, había sido bautizado en la parroquial de San Andrés el 4 de marzo de 1663. Marcado por la hidalguía familiar y por su apego al estamento militar y a la defensa de la Corona ?como sus padres y abuelos, que hicieron fortuna al seruicio de su Rey y señor y con la espada en la mano, según apunta Pedro Martín Zermeño en su testamento-, con el fin de acreditar su nobleza y garantizar su estamento social con todos los privilegios a la hora de matrimoniar con la joven acomodada portuguesa Isabel Fernández Zermeño, asentada ya con su familia en Ciudad Rodrigo -según se desprende del apunte eclesiástico de la boda-, no tiene otro remedio que desplazarse a Talamanca para recabar los certificados de su hidalguía conducentes a reconocer sus derechos.

Unos días después de haber contraído matrimonio con Isabel Fernández, en concreto el 28 de mayo de 1697, Domingo Martín recoge de manos de Francisco de Viana, escribano de Talamanca, el certificado que le reconocía su hidalguía y que también se la otorgaba a sus descendientes. Un acuerdo adoptado por el consistorio y una amplia y notoria representación vecinal que asimismo suponía la certificación de su vecindad en la citada villa madrileña dentro del estamento nobiliario, con las exenciones y privilegios correspondientes a la hidalguía de una casa y solar reconocidos, fueros extensivos a sus descendientes legítimos, caso de Juan Martín Zermeño y de su hijo Pedro, aunque estos también, con el paso del tiempo, tendrían problemas para que fuera efectiva esta resolución al haber desaparecido en Talamanca el soporte documental que lo acreditaba como consecuencia de los daños infligidos a su archivo durante la Guerra de Sucesión.

En esa línea, el Ayuntamiento de Talamanca había estimado y certificado la notoriedad de nobleza del interesado, reparttiéndole a él y a ellos los oficios honoríficos del esttado noble, que es el que legíttimamentte les corresponde, y declaran corresponderles, y que en las listtas y padrones de los nobles hixosdalgo se asientten a los dichos don Domingo Marttín Báez y a sus hixos y descendientes, sin yncluirle a él ni a ellos en los reparttimienttos de cargas conzexiles, según se testimonia en el preceptivo acuerdo municipal.

Los padres de Juan Martín Zermeño no debieron vivir en una condición acomodada. Residían en el Arrabal de San Francisco, fuera del recinto principal amurallado, en donde la clase nobiliaria solía tener sus aposentos. En este sentido, pese a las dudas que pudieran generar en un principio el colofón de la partida de defunción de Domingo Martín Báez, en donde se apunta que no había testado por ser "muy pobre", el apunte de Juan de Mora, párroco de San Juan Bautista, evidencia la filiación y, por tanto, despeja las dudas iniciales sobre la fecha exacta del fallecimiento de Domingo Mártin Báez. En el libro de la parroquial de San Juan Bautista hay un apunte que dice así: Murió de repente Domingo Martín, conjunta persona de Isabel Hernández, vecinos y moradores del Arrabal de San Francisco y feligreses de la parroquial del Sr. San Juan Bautista de ésta, en la que se enterró y se le hizo un oficio con su misa; no textó por ser muy pobre. Fdo.: Fray Juan de Mora.

Aunque todos los datos coinciden, no hay referencia expresa a los hijos, cosa que sí ocurre en la partida de defunción de Isabel Hernández, quien testó. Resulta extraño que un hijodalgo no recibiera tratos religiosos especiales "por ser muy pobre". No hay otra partida de ningún Domingo Martín en esa parroquia y en las fechas supuestamente en las que vivió nuestro Domingo Martín, por lo que debemos considerar esta partida de defunción como suya. No obstante, en el testamento de su mujer, ésta indica que el padre de Juan Martín Zermeño tuvo cierto reconocimiento público ya que fue mayordomo de hacienda de la cofradía de la Vera Cruz, lo que suponía ciertos privilegios a la hora de la celebración del sepelio.

La partida de defunción de su esposa, Isabel Fernández Zermeño, ocurrida cuatro años después de la muerte repentina de su marido, es más elocuente y anuncia, incluso, que testó. Dice así: En la ciudad de Ciudad Rodrigo en veinte y nueve días del mes de septiembre de mil setecientos quarenta y ocho años, murió habiendo recibido todos los santos sacramentos dispuestos para aquel artículo, Isavel Hernández, viuda de Domingo Martín Cermeño, otorgó su testamento ante el escribano Juan José Mangas de Villafuerte, en el que dispuso enterrarse en la parroquia del Señor San Juan, donde era feligresa se le hicieron los tres oficios acostumbrados, tres misas de cuerpo presente el día del entierro y tres el día siguiente y tres a Nuestra Señora del Buen Consejo, una a San Vicente y otra de indulgencia. Asistió a su entierro la comunidad de San Francisco y se le tomó la bula de difuntos; se amortajó en el hábito de nuestro Padre San Francisco; dejó por herederos a sus tres hijos don Juan Martín Cermeño, doña María Martín y Antonia Martín; vivía en el arrabal de San Francisco, extramuros de esta ciudad. Fdo.: Antonio de Folgar.

Isabel Fernández Zermeño era hija de Antonio Fernández Zermeño, quien fuera almotacén de Freixo de Espada a Cinta, localidad portuguesa fronteriza con la provincia de Salamanca, y de Isabel Álvarez, matrimonio natural de la citada villa portuguesa que se trasladaron a Ciudad Rodrigo a finales del siglo XVIII; al menos Isabel vivía en Ciudad Rodrigo en 1697, aunque ya en estado de viudedad.

Los padres de Juan Martín Zermeño debieron vivir en el entorno de la desaparecida iglesia de La Magdalena, situada extramuros, junto a la cerca del Arrabal de San Francisco, si nos atenemos al apunte cuando el matrimonio fue velado en 1698. Posteriormente, ya viuda, sabemos por lo que se infiere de su testamento, que la madre del ingeniero militar estaba viviendo en una casa de la calle Peramato, también ubicada en el Arrabal de San Francisco: Declaro ?afirma en sus mandas testamentarias- que la mittad de la casa en que a el presentte vivo, sitta en la calle de de Peromatto, exttamuros de dicha ciudad, le ttoca y pertteneze a doña Marttín Hernández, mi hixa, que se alla ausentte, muger de un capittán de infanttería por haverla heredado de don Francisco Barroso, su padrino, quien me dexó a mí la ottra mittad.

Por otra parte, es evidente la pobreza de la familia de Juan Martín Zermeño cuando afirma su madre que está recibiendo una pensión de su hijo a través de un alférez del regimiento de Toledo: Declaro ?dice en su testamento- que las parttidas de dinero que hastta oi, día de la fecha, le ha enttregado en la Yttalia y en la Francia el señor don Juan Martín Cermeño, mariscal de campo de los reales exércittos, mi hixo, a don Luis García Barragán, alférez de el regimiento de Toledo, me las ttiene sattisfechas de horden de el referido mi hixo para mis alimenttos don Francisco Barragán, vecino de esta ciudad, que vivió en la calle Peramato.

O cuando afirma, también en su codicilo, que mando la ropa que ttengo de ttodas clases a mi hixa Antonia Marttín en attención a ser de cortto valor y para remunerarle en partte el cuidado y ttravaxo que ha ttenido conmigo en la asistencia de la presentte enfermedad y ottras que he padecido. Asimismo, reconoce una serie de deudas que tiene contraídas con distintas personas y, para satisfacerlas, ordena que cuando muera enttren en mis vienes y de lo más prontto de ellos lo cumplan y paguen vendiéndolos y remattándolos en pública o secretta almoneda a buen o mal baratto. Isabel Fernández Zermeño moriría pocos días después de haber testado, concretamente el 29 de septiembre de 1748, cuando su primogénito ostentaba ya el cargo de cuartel maestre general y estaba embarcado en la guerra del Segundo Pacto de Familia que tenía como escenario Italia, campaña en la que perdió a su hijo José en 1744, capitán de artillería del regimiento de Asturias. Un año después de la muerte de su madre, Juan Martín Zermeño fue nombrado comandante general interino del Cuerpo de Ingenieros, ya con destino en Barcelona, cargó que desempeñaría hasta agosto de 1756.

En definitiva y para terminar esta exposición, se ha pretendido dar un somero repaso a los ancestros de Juan Martín Zermeño, a siete generaciones que, en su mayor parte, tuvieron una relación estrecha con la milicia y que siempre buscaron, de una manera que rozaba la obsesión, el reconocimiento público de sus orígenes nobiliarios, de su hidalguía, aunque fuera con desigual fortuna, pero con una indudable intención de permanencia, de perdurabilidad en el tiempo. De ahí la manda testamentaria de su hijo Pedro: Declaro que haviéndome hecho ver la experiencia que el medio más correspondientte para que en ttodos tiempos aiga memoria de los hombres y familias era amayorazgar sus vienes y deseando yo se manttenga y aiga siempre la de mis padres y abuelos que en seruicio de su Rey y señor y con la espada en la mano adquirieron partte de los uienes que poseio, e yo lo hice de los más conttinuando ygual servicio con caudales que me dejaron y heredé de ellos, cuya memoria y el yllusttre de las familias no se consigue, como la misma experiencia me ha manifesttado, dejando los vienes y hacienda libres y no sugettas a vinculación, ha sido siempre mi volunttad vincular y amoirasgar ttodos quanttos ttubiese, adquiriese y quedasen a mi muertte para que de estte modo se manttubiesen siempre yndiuisibles, ymparttibles e inajenables [y] se llevuasen y poseiesen por una sola persona subcesivamentte.

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