SALAMANCArtv AL DÍA recupera los textos del maestro e historiador ya fallecido, autor de varios libros en los que recuperó la memoria del municipio
La memoria histórica de Cantalpino, su perfil a lo largo de los siglos, el alma de sus acontecimientos públicos, se recogen en los textos escritos por el maestro Antonio Gómez, Cronista Oficial de esta Villa. Aunque fallecido, su memoria pervive entre los cantalpineses que sienten el pueblo.
Sus descendientes permiten a SALAMANCArtv AL DÍA recuperar para sus lectores la obra que este hombre sabio publicó artesanalmente para los paisanos con los que convivió varias décadas en su etapa como docente. A lo largo de diferentes artículos, la sección de 'Las Villas al Día' del periódico digital, asentado en capital y provincia, irá descubriendo las reseñas que Antonio Gómez, todavía don Antonio para muchas generaciones, reunió en varios volúmenes que debieran ver la luz pública en algún momento. Iniciamos esta serie con el siguiente texto:
HACE MILLONES DE AÑOS
El suelo de Cantalpino es llano, un trozo más de la general plataforma pontiense de esta submeseta norte castellana. Pero a pesar de su escaso relieve, aquí debió de existir hace millones de años, un importante sistema orográfico.
A través del período eocénico, la erosión fue reduciendo los altos picachos a leves arenas silíceas y con este sedimento, se fueron empastando paulatinamente valles y hondonadas. Así dicen los geólogos que se formó la superficie miocénica que conforme toda esta penillanura pontiense.
Pero misteriosos movimientos orogénicos, presiones de terrenos de distinta densidad, provocaron una falla en la uniforme llanura, un hundimiento: la hoya cantalpinesa. Todo este terreno hundido se llenó de agua, formándose así un extenso lago que permaneció durante largos periodos de tiempo, hasta que otra fuerte convulsión telúrica, o una enorme e impetuosa avenida pluvial, rompió el tapón de este gigantesco embalse entre los cerros de Cotorrillo.
Se formó una vertiente, que desaguando en el río de ese nombre, sigue por el Guareña hasta Toro, donde desemboca en el Duero. Sólo quedó allá, al Oeste, junto al término de Villoria, una amplia zona con sistema hidrográfico propio, que almacena aguas en la laguna del Pescado, y también algún que otro paraje hundido que da origen a charcas como la llamada Grande, o las dos de Salpino, Los Villares, Prado Franco, etc.
Este fondo lacustre no es totalmente uniforme. A tres cuatro metros de profundidad aparecen las rocas sedimentarias de areniscas eocénicas, teñidas ligeramente de óxidos metálicos. Las antiguas rocas de sílice se hicieron arena y después, con el tiempo yla presión, aquellas arenas vuelven de nuevo a ser piedra.
Piedra dorada de la que está construida la iglesia y las antiguas y nobles casas solarieqas de Cantalpino. Es el oro secular que te recama, como las llamó Unamuno refiriéndose a las piedras gemelas de Salamanca, talladas en encajes platerescos. Pero no toda la piedra que yace en el subsuelo es válida para la construcción.
Las canteras del Águila
Tan sólo son utilizadas para sillares las extraídas de la cantera existente en el Codonal: piedra blanca, con mucho cuarzo, difícil de tallar. Y también aquella otra de las canteras del Águila, cercanas a Revilla, de un extraño color rojizo, como si fuese teñida de óxidos férricos.
El resto es piedra en período de formación, cuyos bloques se deshacen al ser atacados por el sol, como un terrón de azúcar en una taza de café.
En este subsuelo rocoso aparecen soluciones de continuidad, grietas y hendiduras por donde discurre el agua y que son ávidamente buscadas por los poceros con sus largas barrenas horadantes. Por encima de este subsuelo rocoso y freético, aparece una capa de terreno limo-arcilloso y sobre él, dos o tres metros de arena suelta, estéril, muy pobre en cal.
Los pinos perforaron con sus raíces las blandas are nas y chuparon el jugo de las sepultadas tierras humíferas. De esta forma, inmensos pinares invadieron el valle, hasta cubrir todo por completo.
El hombre de Cantalpino, aprendió de estos árboles que allí abajo había tierra fértil y fue a por ella en una agotadora operación de volteo.
Cavó profundas zanjas, arrancó del fondo los fértiles légamos lacustres y metió en su lugar las estériles arenas de superficie. Así amplió sus besanas regables, que antes sólo se circunscribían a los ricos depósitos aluviales de las Presas, el Molino y Valdemoraña, cultivadas ya desde el tiempo de los árabes y cuya propiedad era sólo privilegio de unos pocos.
Hoy, ya no se voltea nada a mano; pero ahí queda el testimonio de centenares de hectáreas, regadas con el sudor de unos hombres que extrajeron estas tierras del subsuelo, como los holandeses sacaron las suyas del fondo del mar.
Antonio Gómez
Cronista Oficial de la Villa de Cantalpino