El 12 de octubre de 1936, Unamuno plantó cara en el Paraninfo de la Universidad a la brabuconería de Millán Astray con una crítica valiente a la guerra que asolaba España
Se cumplen hoy 80 años del episodio protagonizado por Miguel de Unamuno en el Paraninfo universitario la mañana del lunes 12 de octubre de 1936, siendo este el acontecimiento de su vida sobre el que más páginas se han escrito, más versiones diferentes se han publicado y más errores descriptivos se han cometido.
Desaciertos difíciles de rectificar porque la consolidación mitológica de los mismos imposibilita la aceptación de una realidad teñida en algunos casos de ficción novelesca donde se ha desbordado la imaginación, fantaseando en exceso la verdad sobre el "alzamiento" de don Miguel y dificultando la posibilidad de poner blanco sobre negro en esta página de su historia personal, ya incorporada a la historia de España.
Cabe decir también que Unamuno se mantuvo siempre en contra de festejar a la raza en los términos que tradicionalmente se hacía, por entender que tal celebración estaba contaminada de racismo, política y religión, unidos en un despreciable cóctel del que siempre trataban de beneficiarse integristas y reaccionarios, manteniéndose don Miguel frente a ellos y defendiendo la lengua como justificación y argumento de dicha fiesta.
La actitud de Unamuno en dicho acto no fue debida a una reacción aislada, ni se trató de algo espontáneo e irreflexivo como respuesta circunstancial a una provocación concreta. Fue simplemente la expresión pública y airada de toda la amargura que venía acumulando desde finales de julio, traducida en desesperanza.
A tan clara réplica llegó don Miguel por razones de importancia variable, pero todas ellas relevantes: separación de algunos hijos; arrepentimiento por la responsabilidad que pudiera tener en los hechos; asesinato y detención de algunos amigos; demencia colectiva; matanzas indiscriminadas; discurso del Papa en Castelgandolfo; pastoral "Las dos ciudades" del obispo Pla y Deniel; cartas de mujeres pidiéndole intercesión por sus maridos; la brutal represión que se vivía en Salamanca; militarización de la ciudad; ensayos armamentísticos alemanes; críticas recibidas; asco de ser hombre; y el dolor de España en el corazón, que fue su mayor enfermedad. Estas razones y no otras, provocaron en Unamuno la reacción que tuvo el 12 de octubre en el acto de exaltación de la raza que él mismo presidía en nombre de Franco, expresión de la hartura acumulada en los meses precedentes.
Estando así las cosas, tuvo lugar el acto académico en el Paraninfo conmemorativo de la fiesta de la raza que marcó el punto de inflexión definitivo, a partir del cual desapareció la prudencia mantenida por él en beneficio, tal vez, de su seguridad personal ?origen de ciertas ambigüedades? manifestando allí públicamente sentimientos que no habían salido de las estancias familiares.
Todo cuanto había guardado en su interior durante los meses previos se proyectó hacia fuera con valentía, firmeza y convicción, pero sin la violencia descrita en algunas páginas. Pidió cordura, condenó la barbarie, denunció la represión, solicitó clemencia y exaltó el valor de la razón como cualidad humana que debía gobernar el comportamiento y las actitudes de las personas.
Fue un rechazo a la brutalidad ejercida por los militares, a su incultura, a su desprecio por la vida, a sus amenazas, a su brabuconería africanista, a su deseo de dar muerte a ciertos intelectuales, y al previsible hundimiento de España con la dictadura que se avecinaba, lo que abrió de par en par las puertas de su alma en aquel acto, donde acabó poniendo su verdad encima de la mesa, ante militares que llevaban meses vitoreando a la muerte.
Aceptamos que la ruptura pública con los rebeldes se oficializó el 12 de octubre, donde mostró con rotundidad su postura, al tiempo que confirmamos la incomprensión colectiva de su sincera alterutralidad y el olvido de sus escritos previos al acontecimiento, donde hablaba de salvajadas, desprecio a la vida, miedo a morir, guerra incivil, y engaño, confesando haber llorado viendo desangrarse España.
En el acto del Paraninfo, Unamuno definió su postura ante los mandos locales y nacionales, clarificando públicamente su posición frente a la guerra que asolaba España, dando el paso definitivo, elevando su palabra por encima de la sinrazón y diluyendo sabiamente los exabruptos de un militar tuerto y mutilado, asegurando que convencer era más importante que vencer y que con vencer no bastaba para convencer.
Paco Blanco Prieto,
historiador y escritor
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