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El fotógrafo salmantino Pablo de la Peña y su reflexiva geometría
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EXPOSICIÓN

El fotógrafo salmantino Pablo de la Peña y su reflexiva geometría

Actualizado 10/10/2016

Explora de forma muy racional el lenguaje de la abstracción y enfrenta al espectador a fachadas y paredes

El hotel Hospes Palacio de San Esteban es uno de esos rincones escondidos de la ciudad resguardados del ruido y de la prisa, de silencio monacal y cadencia de piedra y artesonado. Un espacio lleno de gracia al abrigo de la grandiosidad de los Dominicos donde, casi en sordina, las fotografías sobre tabla de Pablo de la Peña conviven con las esculturas taurinas de Lizalde Urzay. Geometría y metacrilato para una propuesta novedosa que sorprende al visitante.

No se trata, la de Pablo de la Peña, de una exposición fotográfica al uso. Artista de la mirada directa, de la casualidad de la calle, del retrato sentido y de la composición original, de la Peña explora de forma muy racional el lenguaje de la abstracción y enfrenta al espectador a fachadas y paredes que son pura geometría, matemática fotográfica en la que líneas y texturas nos devuelven frontalmente el lenguaje de un Klee, de un Mondrian con dominio del color y de la línea.

Fogueado en la rapidez y casualidad que caracterizan al fotógrafo de prensa, Pablo de la Peña también es un artista reflexivo y silencioso que concibe sus proyectos desde la racionalidad y la paciencia. Su estudio de paredes, puertas, líneas urbanas y composiciones de color y textura es un ejercicio acerca del hecho de mirar y convertir en propuesta artística aquello que permanece oculto a pesar de las veces que lo miramos sin ver. Las paredes, la puerta coloreada de una llave de agua, la piedra, la ventana? de objetos cotidianos se convierten en lienzos donde el azar colorea y traza líneas geométricas de una belleza que el artista rescata de lo cotidiano para transcender aún más allá de la mirada. En estas obras, pocas, condensadas, complejas, Pablo de la Peña se supera a sí mismo. En ellas no recurre al truco sorprendente, al rostro maravillado con el que juega en el estudio, ni siquiera a esta Salamanca que recorre como fotógrafo de prensa y que dialoga constantemente con los artistas que, desde siempre, la han retratado. Desnudo de todo artificio, Pablo de la Peña se enfrenta esta vez a un proyecto personal, meditado y complejo? buscar la no casualidad, la belleza de la pura forma transcendida a través del color, la geometría de la forma y la textura. Ya no es pared, cristal o verja? el fotógrafo figurativo ha logrado sublimar el modesto lienzo, palimpsesto de la piel de la ciudad expuesto a los elementos y a su ojo analítico.

Hay en estas fachadas de Pablo de la Peña una nueva dimensión mucho más madura, personal y sabia. El fotógrafo de prensa que se iniciara con Belén Rodríguez, Adela Fonts y Ángel Holgado, nombres a los que siempre recure para hablar de su trabajo, junto con los de Armando Sánchez y Pepe Núñez en un ejercicio de agradecimiento constante, ha descubierto la magia de la composición, y, como un pintor entregado, ha sustituido el azar por la contemplación, el tiempo detenido y la minucia.

Estas tablas magníficas de Pablo de la Peña nos devuelven a la sorpresa, a la magia de la pintura. Nos dejan entrever a un artista que va más allá del ojo dueño del instante decisivo, del retratista exquisito, del siempre presente fotógrafo de prensa acuciado por el azar y la prisa. La suya es una mirada reflexiva que deja a un lado la influencia que en sus retratos y fotografías tiene el cine clásico para enfrentar de forma desnuda la forma y el color. Sin artificios, sin otra reminiscencia que el amor a la geometría y a la pintura abstracta de paletas sin estridencias, plena de sutiles detalles. En estas fotografías enmudece la ciudad, transciende el monumento, se olvida la huella del hombre. Color y forma, disposición y encuadre directo para convertir una fachada en un lienzo en el que pintar la belleza de la geometría. Expuestas a los elementos, las paredes de Pablo de la Peña se leen como la exquisita obra de un pintor abstracto porque son de una belleza serena, reflexiva y directa. Obras que nos hablan, en un tiempo de prisa, del amor por la mirada atenta, detenida. Como hemos de detenernos en este rincón secreto que guarda esa otra visión de un artista sorprendente y siempre capaz de sorprendernos. Geometría y no angustia como decía Lorca, para Pablo de la Peña, geometría y abstracta belleza.

Charo Alonso

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