No sé si te habrá sucedido alguna vez, cruzarte con alguien a quien tienes en estima y comprobar que ese sentimiento no es recíproco; que esa persona, evita saludarte, por alguna razón que desconoces. Tales comportamientos no me preocupan demasiado; los aprovecho para retirar maleza de las relaciones interpersonales. Me refiero, a los intereses que se esconden bajo el disfraz de la amistad.
Somos demasiado complejos para entendernos. Discurrimos por mundos paralelos que no convergen en la misma realidad. Cada uno de nosotros elaboramos mundos contrapuestos en función de las circunstancias que conforman nuestro día a día.
Dejamos entrar a los demás en nuestras vidas, por el beneficio que nos aportan. Cuando estos intereses desaparecen, la conducta es otra. En lugar de agradecer la ayuda prestada en otro tiempo, prescindimos de la persona. Es más cómodo negar el saludo, que justificar la improcedencia de nuestro comportamiento.
Cuantos juicios equivocados. Cuantas conclusiones erróneas, inducidos por argumentos de terceras personas, basados en informaciones no contrastadas. ¡Qué fácil es derribar la reputación y el buen nombre! ¡Qué difícil levantarlo cuando ha caído!
Lo cierto es que, llamamos amistad a cualquier cosa. Una relación basada en intereses, aunque sean recíprocos, dista mucho de parecerse a este noble sentimiento.
Prescindir del esfuerzo reflexivo sale muy caro. Pues, frecuentemente, confundimos atajos con caminos y, a los conocidos, los llamamos amigos. Por eso nos causan decepción y nos dañan sus comportamientos. Pero no son ellos los culpables. Somos nosotros mismos quienes nos herimos por sembrar amistad donde no corresponde.
Con el paso del tiempo he comprobado que, la mayor parte de las personas, se acercan y se distancian movidas por intereses. Cuando se ha llegado a esta conclusión, ya no resulta raro que, algunas personas, aparten su mirada para evitar el saludo, o realicen gestos de desagrado cuando se cruzan en tu camino.
La amistad es algo más hermoso. Omite la doblez en la conducta, y se centra en las necesidades del otro. La empatía remplaza al egoísmo y, el interés, torna en sacrificio para compartir la carga del amigo.
La amistad no evita los encuentros; al contrario, los promueve. No busca a la persona para propio solaz, sino para compartir los buenos momentos y prestar ayuda, en casos de necesidad. Lo demás, son sucedáneos que no reflejan correctamente el significado de la amistad.
No debes preocuparte si pierdes esos amigos que nunca tuviste. Aunque resulte doloroso, siempre ganamos cuando descubrimos la verdad.
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